Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 3 de octubre de 2018

SOBRE UNA PRUEBA DE LA TRAICIÓN.

Ignoro cómo está definida el delito de traición en el Código Penal, pero imagino que -salvo artimañas leguleyescas para ponerse a salvo- confabularse con alguien para permitirle la apropiación de una parte del territorio nacional debe caer de lleno dentro de él.

Dicho más claro: es un delito flagrante de traición el hecho de ponerse de acuerdo con los separatistas catalanes para concederles la secesión de esa región española, a cambio de sus votos para llegar a La Moncloa.

Y la prueba a que me refiero la dio ayer mismo -véase El Mundo- el señor Torra: Si no hay una propuesta para ejercer la autodeterminación antes de noviembre, el independentismo no podrá garantizar ningún tipo de estabilidad en el Congreso a Pedro Sánchez.

Basta dar la vuelta a la frase para entender que si el separatismo catalán garantizó la estabilidad de Pedro Sánchez en el Congreso, fue a cambio de una propuesta para ejercer la autodeterminación antes de noviembre.

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