Proceso presuntamente participativo, en el que el gobiernete regional de Artur Mas sigue emperrado, como no podía ser de otra forma.
"Mantenemos el proceso participativo. Mas claro, el agua. Y lo hacemos con todas las consecuencias", ha recalcado Francesc Homs, consejero de la Presidencia y portavoz del Ejecutivo catalán -dice El País.
O sea: que no es que cuatro cenutrios aldeanos, tres cazurros paletos, y dos gilipollas con máster se sigan subiendo a la parra de la estupidez, sino que es el llamado gobierno de la llamada Generalidad el que la sostiene sin propósito de enmienda, y con todos los pronunciamientos legales en contra.
No es que yo sea de los que confían en la Ley, y menos aún en que se cumpla con este sistema. Pero es lo que hay, y a falta de glándulas suprarrenales -o sea: riñones- o, si lo prefieren, gónadas, para tomar decisiones de gobierno dignas de un gobernante, lo menos que cabe esperar es que el presunto Gobierno cumpla la Constitución. Que -repito- es lo que hay, aunque sea un bodrio.
Pero me temo que el próximo domingo los soplagaitas sacarán sus cajitas de cartón, con la colaboración voluntaria de unos cuantos y la obligada de otros tantos; que se pasearán por ellas los mamarrachos del separatismo; que pasarán del putiferio la inmensa mayoría de los habitantes de Cataluña; que ejercerán su "derecho participativo" los que viven del cuento secesionista, los niñatos anarcoseparatistas, y los cretinos sin graduación. Y -supongo- se abstendrán los que se han dado de alta en el "censo" como Benitos Mussolini, o como Napoleones Bonaparte, o como Hernandos Cortés. O no se abstendrán, y todos ellos votarán a favor de que la justicia española deje de encausar a los Pujoles, a los Mases, a los Trías, a... En fin, ya saben ustedes la nómina de tresporcentistas.
Porque se trata, lisa y llanamente, de eso: de que la justicia de la Catalonia separada deje de meterse con los que han robado a mano puesta a la Cataluña de siempre. Miren por donde, no era España la que "robaba", sino ellos mismos los que se lo llevaban crudo, en un régimen de mordidas puramente bananero. Y la secesión es la única esperanza de que sus tejemanejes no se acaben de descubrir por completo.
España ya no es -para los separatistas de trinque y evasión- la cara amable del "tranquilo, Jordi, tranquilo", sino la de unos jueces y unas instituciones que ya no miran a otro lado porque los ladrones han reventado -en un despiporre de codicia- el cántaro que tantos cuartos les trajo de la fuente, y ya no es posible hacer la vista gorda. Esa es la prisa de los separatistas.
Y lo llevarán a cabo el domingo, y hablarán de los deseos del pueblo aunque voten tres gatos. O tres ratas. Y el Gobierno seguirá poniendo "denuncias", como si los catalanistas le hubieran rayado el coche o ensuciado una pared. Y seguirá sin haber lo necesario para cortar por lo sano y -desde el máximo respeto a la Constitución que nadie cumple- aplicar las medidas correctoras necesarias. Que son, ya se ha dicho repetidamente, la aplicación del artículo 155, suspendiendo la autonomía de la región catalana y destituyendo de sus cargos a los representantes del Estado español en esa autonomía, pues no otra cosa son los Mases, Homs, y demás: empleados de la Administración española. Y además, elegidos a dedo.
Por supuesto, las otras medidas -las que tomaría un Estado serio, consciente de su función, seguro de sí mismo- están en las mentes de todos; de todos, menos de los que deberían tomarlas. Y pasan por el inmediato entrullamiento -y durante las 72 horas que marca la ley- de todos los que hagan corro en torno a las cajas de cartón de Mas, sea en función de actor o de espectador.
PS. Es falso que en La Moncloa vayan a poner un anuncio ofreciendo el cambio de un cerebro por un par de huevos. Lo primero no lo tienen, y lo segundo no saben qué es.