Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 29 de abril de 2012

SOBRE LA DESFACHATEZ DE MONTORO.


Señor Ministro de Hacienda, que ayer mismo explicaba -véase La Gaceta- a sus palmeros de guardia, con motivo del 15 Congreso del PP de La Rioja, que la subida de impuestos es equitativa y provisional.

Dejemos a un lado que en España lo provisional puede fácilmente ser eterno, y vamos a la equidad de la subida de impuestos, de los que el señor ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, anunció justo un día antes -lo contaba El Mundo-  que los "impuestos al consumo" -el IVA y los impuestos especiales- subirán el próximo año para recaudar 8.000 millones de euros y cumplir el objetivo de déficit el próximo año.

Pues, señor Montoro, la cosa está clara: o bien ustedes no se hablan en el Consejo de Ministros, y el Presidente es tan ceporro que ni siquiera les pregunta la lección, o ustedes son unos ineptos. Por supuesto, ambas cosas son posibles y hasta probables.

Porque los impuestos al consumo, señor Montoro, tienen de equitativos lo que el Gobierno del que forma parte de sincero. Mírese la prensa y ahórreme copiar titulares y enlaces, y mírese el BOE si no cree a la prensa de cualquier color.

Los impuestos al consumo -que dicho así lo mismo despista, pero que son sencillamente el IVA y los impuestos especiales- son tan equitativos que lo mismo paga el millonario que el indigente. El mismo IVA -que ustedes acabarán poniendo a nivel europeo, que es lo progre; pero con los sueldos a nivel africano- paga por un kilo de arroz el señor Botín que el parado; el mismo IVA paga por el kilovatio o el metro cúbico de gas y de agua -siendo que vivan en la misma ciudad- el presidente de la compañía que el empleado que mira los contadores. El mismo IVA paga usted, señor Montoro -si es que lo paga, que esa es otra- que el último empleado de su Ministerio.

Y los impuestos especiales tienen, señor Montoro, un efecto añadido que a usted, tan listo, no se le habrá escapado. Y es que -dejando aparte los que gravan el alcohol y el tabaco, que dirá usted que no son artículos de primera necesidad- el impuesto especial de hidrocarburos que grava a los combustibles, termina repercutiendo en los precios de todo. De todo, señor Montoro. Porque si las patatas, la harina, los huevos o las manzanas hay que transportarlas, el precio de la gasolina o el gasoil les afecta. Porque si el gasoil es más caro, al agricultor le cuesta más producir su trigo, sus naranjas o sus melones. Porque, salvo que uno se compre las camisas y los pantalones en la mismísima fábrica, llevarlas a la tienda requiere gasto de combustible; y aunque así lo hiciera, llevar las telas a la fábrica ya habrá salido más caro.

Eso, sin contar a quienes necesitan ir a trabajar en su propio vehículo. Que no lo hacen -al menos en muchos casos- porque sean unos insolidarios y unos despilfarradores, sino porque el transporte público no llega a donde van, o no lo hace en un tiempo razonable. O porque, con los precios que han puesto -doña Esperanza Aguirre, correligionaria suya, es un buen ejemplo- le sale igual de caro, cuando no más barato, usar el vehículo particular. Si quiere usted, le pongo ejemplos que ahora omitiré por no cansar. Y caso aparte, pero no menos significativo es el de quienes necesitan vehículo para llevar sus herramientas de trabajo.

De forma, señor Montoro, señor De Guindos, señor Rajoy, que la equidad de sus impuestos se la pueden ir metiendo por el camino recto, que no les hará daño.

(Por cierto, señor Montoro: la elección de las fotos no obedece a que ustedes sean risueños y desprendan alegría, sino a un ímpetu expresionista de presentarles según ustedes nos tratan: riéndose de nosotros)

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