Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 8 de abril de 2014

SOBRE EL LIBRO.

Libro que -como ustedes ya se imaginan por el revuelo que ha armado en la prensa y la casta política-, es el de doña Pilar Urbano, y su pretendida revelación de la presunta mano real que movió los hilos del 23-F.
 
Ven que ando la mar de comedido en la calificación de los hechos, pero es que no soy doña Pilar Urbano para decir las cosas de otra forma; porque si a ella le han dado el tironcillo de orejas para que -con perdón- recule, y donde dijo digo diga Diego, y acabe negando lo que -según los periódicos- afirmó, si eso mismo lo asevero yo, a mi me dan el tirón de las esposas para enchiquerarme. Y es que todos somos iguales ante la Ley pero -Orwell dixit- unos más iguales que otros.
 
El caso es que la presunta participación del rey en la génesis del 23-F no es un tema de hoy, aunque probablemente sí sea de hoy -de ahora- la rentabilización del mismo de cara a un futuro bastante obvio, que se divisa en el trapo morado segundorepublicano de cada manifa de toda condición. Sin que -todo sea dicho- entre en lucha un vulgar piquete de chupatintas en defensa de la llamada bandera constitucional, o sea, Bandera de España.
 
Es decir: que doña Pilar Urbano llega con sus presunciones en el momento justo. No como los que -a destiempo, claro, porque la verdad no entiende de calendarios- lo llevamos diciendo desde el 24 de febrero de 1981.
 
Pero es que hay gente más lenta que otra.

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