Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 27 de febrero de 2012

SOBRE LA PREVARICACION DEL SUPREMO.

Prevaricación dada a conocer hoy, a propósito de la absolución del ex-juez Baltasar Garzón por el llamado caso de las fosas del franquismo.

Este caso, que en esencia estaba fundamentado en que un fulano hiciera de su toga un sayo para pasarse la Ley por el forro de las puñetas, ha sido considerado como un error y un exceso, pero no lo suficiente para representar el delito de prevaricación.

A falta de leer -y entender, que esa es otra- la sentencia, me guío por lo que dice El Mundo; y lo que dice es que en la sentencia se lee que la resolución de Garzón declarándose competente contiene argumentaciones erróneas, pero "no merece el reproche de arbitrariedad" exigido por el delito de prevaricación.

Evidentemente, para el Tribunal Supremo no existe arbitrariedad en que Garzón se declarase competente para investigar sobre las llamadas fosas del franquismo, cuando él mismo había firmado que no había lugar a investigar las de Paracuellos del Jarama, precisamente por la Ley de Amnistía de 1977.

O sea: que investigo lo que me sale del birrete, y el Tribunal Supremo se la envaina.

Y si el Tribunal Supremo no condena al ya, por otra parte, condenado Garzón, es evidente que el Tribunal Supremo comete un delito de prevaricación. Cosa que, por supuesto, no me extraña lo más mínimo.

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