Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 12 de mayo de 2016

SOBRE LOS HIJOS COLECTIVOS.

Que son los que -véase El País- le gustaría tener a doña Anna Gabriel: Según ha revelado en una entrevista a Catalunya Ràdio, llegado el momento de ser madre, la parlamentaria preferiría "formar parte de un grupo que decidiese tener hijos en grupo, en colectivo".

Esto -que según doña Anna sucede en muchas culturas del mundo- evita tener ese sentimiento de pertenencia del hijo que has tenido a nivel biológico, sino que son tan hijos tuyos los que has parido tú como el resto.

Bien: desconozco si esto ocurre en muchas culturas del mundo; lo que está claro, es que no sucede en ninguna de las que han hecho historia y lo han configurado. Ni siquiera en Esparta, donde los niños -hasta la edad de siete años- permanecían al cuidado de sus madres.

La cría de los niños en común sí sucede en determinadas circunstancias; cuando una guerra, una catástrofe natural, una plaga, ha diezmado la población adulta dejando multitud de niños huérfanos. Normalmente, en las culturas más atrasadas, donde el valor de la vida humana aún se entiende. En las culturas avanzadas, los niños se almacenan en orfanatos, o van caramboleando de casa en casa, como moneda falsa.

Si es algo que ocurre -hasta cierto punto-, en la naturaleza. En las manadas de lobos o de leones suelen cuidar de las crías todas las hembras; eso si, bajo la atenta mirada del macho. También en los rebaños salvajes de herbívoros puede ocurrir que toas las hembras cuiden, mas o menos, de todas las crías, independientemente de que cada madre amamante y proteja especialmente a las suyas.

Ignoro si doña Anna tiene vocación herbívora -esto es, de rebaño ungulado- o si se considera loba, leona o similar. En todo caso, todas estas manadas tienen en común que todas las hembras son propiedad exclusiva de un sólo macho. Lo mismo -con breves diferencias- que las comunas sectarias de jipilollas sesentayocheros, que probablemente caigan más cerca del gusto de doña Anna.

En el fondo -y por mucho que las hembristas de guardia vociferen, con o sin ubres al viento- lo de tener hijos en grupo, en colectivo, tiene un regusto antiguo, de caverna, porro y sudor, muy propio de los anarco-okupas, antisistema y antihigiene, drogatas y vividores por cuenta ajena, a los que doña Anna representa.

Y -aún más en el fondo- pudiera suceder que haya quien tenga el convencimiento de que, sólo formando parte de un grupo que decidiese tener hijos en grupo, en colectivo, -y a ser posible bien regado de vinazo o marihuana- puede conseguir un embarazo por los medios naturales, porque de otra forma el macho dominante de la manada huiría de la interesada como de deglutir excrementos.



martes, 10 de mayo de 2016

SOBRE SEPULTURAS DIGNAS Y SENTENCIAS INDIGNAS.

Sentencia del Juzgado de Primera Instancia Número 2 de San Lorenzo de El Escorial, ocupado por don José Manuel Delgado, que -afirma La Gaceta- ha autorizado la exhumación de los restos mortales de dos hermanos que fueron fusilados y enterrados en una fosa común en Calatayud (Zaragoza) y posteriormente trasladados al Valle de los Caídos, al estimar la petición de la nieta de los fallecidos para recuperar los restos mortales de Manuel y Antonio Ramiro Lapeña Altabás. Y lo hace, añade, tras la identificación positiva de los mismos con el fin de darles digna sepultura.

El juez toma esta decisión al recordar que "el derecho a recibir sepultura digna está indisociablemente unido a la dignidad propia de todo ser humano" como así recoge el artículo 10 de la Constitución.

Si tenemos en cuenta -tranquilo, señor fiscal- que, para nuestra madre Academia, indigno es lo que no tiene mérito ni disposición para algo, o lo que es inferior a la calidad y mérito de alguien o no corresponde a sus circunstancias, resulta obvio que la sentencia en indigna, pues va en contra de lo dispuesto por tribunales -Audiencia Provincial de Madrid, Tribunal Constitucional y Tribunal Europeo de Derechos Humanos- de evidente mayor jerarquía y mérito. Y -siga tranquilo, señor fiscal- el que la sentencia sea indigna no implica obligatoriamente que lo sea el autor, y toda interpretación en este sentido será de la exclusiva responsabilidad de quien así lo entienda.

Lo de entregar "los restos cadavéricos de los hermanos Lapeña Altabás a su familiar María Purificación Lapeña Garrido... con el fin de darles digna sepultura" implica que don José Manuel Delgado considera que las criptas del Valle de los Caídos no son una sepultura digna. Esto, evidentemente, es un juicio de valor; y -como otro simple juicio de valor, señor fiscal- creo poder afirmar que la presunta indignidad de la sepultura no está en el lugar físico, sino en quien la interpreta. O sea: que lo indigno no es el Valle de los Caídos -la mayor Basílica del mundo tras la de San Pedro- sino quien lo mira como la obra de un enemigo a derrotar. O de un enemigo que le dio carreras en pelo y sopas con honda. Lo cual me lleva a -usando del mismo derecho, pero en mi caso sin prevaricar- afirmar que lo indigno no es el Valle de los Caídos, sino quien eleva el revanchismo a nivel de sentencia judicial.

Mención aparte merece que doña María Purificación Lapeña Garrido sea -según La Gaceta- nieta de los fallecidos... Manuel y Antonio Ramiro Lapeña Altabás. Esta frase no se cita como textual de la sentencia, así es que la necedad pudiera muy bien provenir del periodista. Porque, dando por hecho que los dos hermanos fallecidos no pudieron procrear entre sí, sólo habría una forma de que esta señora fuera nieta de aquellos dos hermanos a la vez, y sería que cada uno de ellos hubiera tenido descendencia, y que un descendiente del uno y una descendiente -o descendienta- del otro hubiesen procreado a doña María Purificación. Que no es el caso, porque entonces la susodicha debería apellidarse Lapeña Lapeña.

Me sería fácil decir que es la cripta de la Basílica del Valle de los Caídos la que no merece la indignidad de albergar a determinados difuntos, pero no sería justo. En el Valle están enterrados algunos de los que, de uno y otro lado, quisieron una España mejor, y la indignidad de sus descendientes no justifica su exhumación. Porque, aunque algún texto bíblico afirme que las culpas de los padres recaerán sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación, en ningún lugar se dice que la indignidad de los nietos deba recaer hasta el tercer ancestro.


Ni siquiera aunque alguna asociación de tocapelotas indignos espere como agua de mayo la ocasión de pedir subvenciones para dar dignas sepulturas a quienes ya fueron sepultados con más dignidad de la que merecían.

lunes, 2 de mayo de 2016

SOBRE EL DOS DE MAYO.

Dos de mayo, en el que los tontolabas de guardia han vuelta a dar la murga con la  misma estupidez de siempre: que esta fecha de 1808 marca el nacimiento de la nación española, ignorando -obligado en su necedad- que España ya llevaba, por entonces, más de veinte siglos en primera línea del mundo. 

Como ellos -los tontolabas, los necios- no cambian, me veo en la necesidad de repetir lo que ya dije hace años. Concretamente, en 2008, año en que ofrecí un relato del maestro Rafael García Serrano -que en este enlace pueden releer, y les aseguro que merece la pena-, sobre el 2 de mayo de 1808 y el paralelismo con 1936, hoy más evidente que nunca, y a la vuelta de unos meses lo veremos.

Tras el relato del maestro Rafael, tuve que responder a los referidos tontolabas y necios con lo que sigue, publicado en el anterior alojamiento de este diario:


Ayer creí oportuno exhumar un relato sobre el Dos de Mayo de Rafael García Serrano que, para mi, es el mejor escritor en lengua española de todos los tiempos. Y cuando el tío de la trompeta deje de soplar el día del Juicio Final, y le pregunten al glorioso Infante de Marina Miguel de Cervantes, opinará lo mismo, seguro.

Este sí que refleja bien lo que fue aquello, y no la versión edulcorada y soplagaitas de la modernidad. Los españoles del 2 de mayo no se levantaron por la libertad ni por la nación moderna; se levantaron por la Patria -que ellos sabían muy bien lo que era, como lo sabían los hijosdalgo y los porquerizos que conquistaron imperios-; se levantaron por dignidad, por honor, por orgullo y por riñones. 

Se levantaron por un rey que era un sinvergüenza, un traidor, un cobarde y un hideputa; que fue el peor gobernante que ha tenido España hasta el apocalíptico advenimiento del nietísimo Rodríguez; que asesinó a la mitad de los que le habían dado una Corona que entre su padre y él habían malbaratado ante Napoleón, cosa habitual en la familia Borbón, cuyos descendientes -por vía de madre solamente, según aleccionadora confesión de doña Isabel II, la Isabelona- no dudan en permitir que se escupa -y aún en unirse al corro- sobre la memoria de quien les dio esa misma Corona. Un rey felón, pero que era la representación de España. 

De España, no de la libertad -la liberté la traían los franceses en la mochila, junto con el bastón de Mariscal, y los españolitos de a pie se la devolvían en la punta de la navaja cabritera-; de España, no de la solidaridad -la solidaria fraternité viajaba a la grupa de los caballos de Murat, y los españolitos competían fraternal y solidariamente por desjarretarlos-; de España, no de la igualdad ni de la tolerancia, ni de la mariconería generalizada.

De España, y no de las Cortes de Cádiz que los desocupados formarían años después, rellenas con los que preferían -diputados al fin- el chauchau a batirse el cobre en la guerrilla o en las unidades regulares, cien veces deshechas en el campo y ciento una reconstruidas sobre el tambor.

El pueblo del Dos de Mayo se levantó, en fin, porque eran españoles y no querían dejar de serlo. Porque, creadores del mayor Imperio del mundo, ni los soldados franceses ni los pedantes autóctonos les iban a someter, ni militar ni intelectualmente. 

Porque, en definitiva, los españoles -soldados y currutacos, petimetres y manolas, chisperos y burgueses- pensaban como el capitán Velarde: el mejor ejército del mundo es un español cabreado y con un fusil.

Dios nos lo haga bueno, don Pedro.

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