Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 22 de noviembre de 2019

LAS FIRMAS DE FRANCO.

Publicado previamente en El Correo de Madrid.

Contaba ayer mi camarada Eloy R. Mirayo en su trinchera que había oído a don Luis del Val, en la cadena COPE, decir que Franco hizo cosas malas, como firmar penas de muerte.

A veces -cuando estoy de vacaciones- he escuchado al señor del Val. Me parece el prototipo clásico del nadador que guarda las ropas, como no podía esperarse menos teniendo en cuenta su origen ucedarra. Suficientemente melifluo, suficientemente descreído, suficientemente tolerante con lo intolerable, suficientemente blandito, adaptable, dúctil y elástico para hacer buen papel en esa emisora episcopal, tan ducha en todas las malas artes de la hipocresía.

Esas palabras de ayer no las escuché, porque a las horas que don Luis del Val acostumbra a proclamar sus verdades de fe ya llevo rato ganándome el pan y un sueldo mínimo para pagar impuestos abusivos. Sin embargo, ni por un momento las pongo en duda. No sólo porque lo dice mi camarada Eloy, sino porque es típico del personaje y de la emisora que le da cobijo. Hablar mal de Franco es paso obligado para obtener subvenciones, regalías, sinecuras y palmaditas en la espalda, y la verdad -para ellos- es lo suficientemente elástica como para que -según el lema de la emisora- les haga libres; pero también para que les deje el resquicio a tender, pedigüeña, la mano de la desvergüenza.

El caso es que en eso de las sentencias de muerte que firmaba Franco, don Luis del Val miente. Así, con todas las letras: miente. No es, por supuesto, el único, porque en este tema se ha disparado la carrera hacia la falsedad mayor, y parece que cada participante busca su premio con ahínco. Cosa normal en los rojos, en  los que mentir, falsear, deformar, difamar es constitutivo de su ADN, pero que produce cierta vergüenza ajena -ya ni siquiera cabreo- cuando la vesania proviene de otros círculos a los que la gente sencilla y no demasiado inquisitiva puede prestar oídos.

Y miente por una sencilla razón, que Ángel Palomino explica muy bien en su libro "Caudillo":

"Franco nunca tuvo que firmar una pena de muerte. Era Jefe del Estado (1), y lo que si ejerció, en uso de sus prerrogativas, fue la gracia del indulto a numerosos condenados.
(1) Las sentencias de los consejos de guerra eran elevadas a la autoridad judicial de la región militar, es decir, al capitán general o su equivalente. En caso de pena de muerte, el capitán general lo comunicaba al Consejo de Ministros y el secretario daba lectura de cada caso en el consejo, con lo que el Gobierno se daba por enterado y así constaba en el acta. Si el Jefe del Estado lo consideraba oportuno, concedía la gracia del indulto."

Y como una cosa tan obvia, tan evidente, tan reglada por el BOE, no puede haber escapado a la sagacidad y a los amplios conocimientos del señor del Val, y menos aún a su experiencia como cargo político de la Administración en la época de Suárez, sólo cabe colegir lo que antes he afirmado: don Luis del Val miente. Y la emisora que le da micrófono, es cómplice.




miércoles, 20 de noviembre de 2019

SOBRE ESTE 20-N.

Día acerca del que ya digo algo en El Correo de Madrid, donde quien guste lo podrá leer, y del que prefiero no decir nada más.





lunes, 18 de noviembre de 2019

SOBRE EL CONSTITUCIONALISTA BLÁZQUEZ.

Copio un párrafo de ABC, y después -si ustedes gustan- lo comento: "El presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Ricardo Blázquez (...) aprovechó su mensaje de bienvenida a los obispos que participarán esta semana en la Asamblea Plenaria para defender sin fisuras el marco constitucional."

Por lo que parece, el señor Blázquez se dispone a hacer el papel del general Rafael del Riego, aquél eminente liberal que causó la pérdida de los Virreinatos de la América hispana cuando prefirió dar un golpe de Estado, o asonada progresista, en vez de irse a combatir a los señoritos criollos que, contra la voluntad -mas de una vez exhibida con las armas en la mano- de los más directos descendientes de los pobladores originales, sojuzgaban las provincias de allende el océano. 

Sin embargo, debo confesar que me parece extraño ver que un Cardenal defiende a capa y espada esta Constitución; la misma Constitución que ha permitido la introducción del divorcio, que ha convertido el matrimonio en -por decirlo con bien altas y nobles palabras- "la más provisional de las aventuras"; que ha permitido la introducción del aborto, el mayor genocidio jamás conocido en la Historia; la que va a permitir, en cuanto los progresistas rojos tengan un rato libre, el asesinato de enfermos y ancianos que molesten.

Volviendo al militar progresista, golpista, cobarde ante el enemigo, espero que el señor Blázquez no tenga el mismo merecido final.

Aunque, para ser sincero, tampoco me importaría mucho.



martes, 12 de noviembre de 2019

SOBRE EL FASCISMO QUE VIENE.

Que es lo que todos los partidos, partidetes y partiduchos del este sistema han venido clamando para asustar a los imbéciles con la posibilidad de que VOX siguiera presente en la vida política española.

Al final, parece -véanlo en El Correo de Madrid si gustan-, que VOX no sólo se ha quedado, sino que es el único partido que ha más que doblado sus escaños. Y ahora les toca a los señoritos de cortijo y aldea darse por enterados de que, si son tan demócratas como se venden, y si VOX es el fascismo y la ultraderecha, el 15% de los españoles apoyan esas ideas, y a los papanatas de chiringuito asustatontos les corresponde empezar a respetar a los demás, y envainársela.




jueves, 7 de noviembre de 2019

SOBRE EL VOTO ÚTIL.

Que es el motivo fundamental de todos los partidos, partidetes y partiduchos que nos piden lastimeramente un voto, por el amor de Dios. O de la Democracia, que es el dios de los tontos y también -al parecer- de la Conferencia Episcopal Española.

Ahí les dejo, por si tienen a bien leerlas, mis opiniones al respecto en El Correo de Madrid.

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