Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 19 de junio de 2013

SOBRE MÁS DE LO MISMO EN LA CEOE.

Más de lo mismo, porque hay individuos que dejarían a las mulas en pañales en cuanto a tozudez. Este es el caso del ya citado ayer señor De la Cavada, director de Relaciones Laborales de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) que -según El Mundo- ha pedido "muchas disculpas" a quienes se hayan sentidos dolidos al plantear reducir los cuatro días de permiso por fallecimiento de un familiar en otra ciudad.
 
Dejando a un lado -porque pedir corrección gramatical a estas alturas sería floritura de puro adorno- la diferencia que va entre pedir disculpas -exigir que se pida perdón- y ofrecerlas o presentarlas, lo cierto es que la sinceridad no parece ser uno de los dones del referido señor De la Cavada. Porque a continuación se descuelga con lo que sigue: Hay permisos por intervenciones quirúrgicas que no requieren hospitalización de cuatro días y siempre se duplican por desplazamientos.
 
O sea: que mucho disculparse si a alguien ha ofendido -como si no lo supiera, el cenutrio-, pero vuelta a la rueda de la noria, como buen borrico, y a emprenderla con las enfermedades de los familiares.
 
Ignoro la situación personal de este individuo. No se si tiene padres, si tiene esposa, si tiene hijos, o si es un botarate surgido por generación espontánea y aislado del resto del mundo por una gruesa capa de necedad, en todas las acepciones permitidas para el sustantivo del que esta palabra deriva. Ignoro -aunque no soy necio, porque la vida privada del señor De la Cavada no es algo que debiera conocer- si este señor ha sufrido en su entorno familiar enfermedades más o menos graves, intervenciones quirúrgicas o resfriados comunes.
 
Por ignorar, ignoro incluso si el señor De la Cavada ha sido alguna vez hospitalizado y abandonado como un perro -cada cual es abandonado como lo que es, ya saben- en tal tesitura. O si cuando él y los suyos sufren alguna indisposición, tienen a todo el personal de una clínica privada pendiente de los estornudos del amo. Pero la gran mayoría de los trabajadores no estamos en condiciones de pagar enfermeros que cuiden de, por ejemplo, una persona operada de cataratas. Intervención ambulatoria, saldada en cuatro o cinco horas de hospitalización, y que a priori no reviste gravedad; pero que incapacita para cualquier esfuerzo durante varios días.
 
Insiste el señor De la Cavada en que estos permisos y licencias derivan de la legislación franquista -qué horror, nefasta época donde se sobreprotegía a los trabajadores y se vetaba la explotación humana-, y que estos permisos y licencias le cuestan un punto del PIB a las empresas.
 
Basándose en ello, el señor De la Cavada presiona a los políticos para que recorten derechos a los trabajadores -el derecho a enterrar a su padre, a inscribir a su hijo en el Registro Civil, a cuidar de sus hijos, a acompañar a su marido o mujer tras una operación- en vez de exigirles que retorne toda la legislación del franquismo, y la Seguridad Social se haga cargo de las bajas de los trabajadores desde el primer día, y no -como ahora- dejando de cuenta de la empresa hasta la quincena. Porque la legislación franquista, si a ello vamos, también sobreprotegía a los empresarios, que si pagaban su parte de las cuotas de la Seguridad Social, obtenían de ello los beneficios derivados de no tener que hacer frente al salario de un trabajador que se ponía enfermo. Contra eso, precisamente, se aseguraban los empresarios.
 
Pero el tema no es ese para el señor De la Cavada. El tema es lograr que reine el capitalismo sin legislación -franquista, lo dice él- que ponga coto a la explotación, al expolio y a la humillación de los trabajadores, en el mejor estilo caricaturesco del capitalista de puro y chaqué.
 
Nada extraño, si tenemos en cuenta que este simpático señor De la Cavada fue multado en 2010 por la Inspección de Trabajo -véase El País- por una infracción muy grave consistente en someter a prácticas humillantes a sus subordinados, que incluso -al manifestarse especialmente contra mujeres- podrían ser consideradas como acoso por razón de sexo.
 
Total: que el señor De la Cavada es un modelo de capitalista -probablemente sin ninguna empresa, simple botarate enchufado en la CEOE por ser incapaz de ganarse la vida de forma honrada-, y además muestra su cobardía al meterse preferentemente con mujeres.
 
En fin, señor De la Cavada: que lo suyo es, plenamente, el término resultante de trabucar una letra de su apellido por, justamente, la que cae encima en el teclado. Cosa que yo nunca haría, por supuesto.

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