Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 25 de abril de 2015

SOBRE LA FIESTA DE IZQUIERDA HUNDIDA.

Partidete, partiducho, coalicioneja, loquesea, que al parecer sigue existiendo. Al menos, sigue existiendo lo suficiente -o sea, en la vida artificial del parlamento cotorrista- como para hacer el ridículo. O, lo que es lo mismo, para presentar -dice La Gaceta- una proposición no de ley pidiendo que el día de la República sea fiesta nacional.

De la República segunda, claro; estos tipejos son tan incultos, que ni siquiera saben que antes del ordinal segundo debe haber forzosamente un primero.

En la exposición de motivos de la iniciativa, -cuenta el citado periódico- IU hace un repaso de los hitos alcanzados (...) la libertad ideológica, el reconocimiento del sufragio universal y el voto femenino, el derecho al divorcio, a la libertad de opinión, de conciencia y de culto, la separación de poderes o la supresión de la censura o la separación Iglesia-Estado.

No voy a decir eso de vayamos por partes -porque estos idiotas tienen pocas partes-, pero si comentaré uno por uno los hitos.

Libertad ideológica. La libertad que socialistas y comunistas se pasaron por el forro del golpe de Estado de la Revolución de Asturias cuando ganó las elecciones la derecha. O la que le ejercieron a don José Calvo Sotelo, diputado amenazado por la comunista pasionaria en pleno hemiciclo, y asesinado por las fuerzas de seguridad de la República segunda. O la que los rojos de mierda ejercieron, a su manera -o sea, asesinando- contra decenas de falangistas.

Reconocimiento del sufragio universal y el voto femenino. Lo primero, usando la motorizada socialista para el pucherazo de las elecciones del 36; lo segundo, impuesto por la derecha con la máxima oposición de la izquierda, que consideraba que la mujer era más conservadora y no la quería votando.

Derecho al divorcio. Que a la izquierda le interesaba bastante poco, porque ellos a lo que estaban era al hijos si maridos no pasionario, o a los vales por seis porvos con la Lola


Libertad de opinión, de conciencia y de culto. Según se demostró desde los primeros instantes, con la quema de iglesias y -ya puestos a ello- de conventos, de museos, de colegios, de archivos y de todo lo que le saliera de la boina al paleto soberano. Libertad que culminaría con los paseos a miles de sacerdotes y a decenas de miles de católicos sin graduación.


La separación de poderes o la supresión de la censura o la separación Iglesia-Estado. Separación de poderes demostrada en que el ejecutivo se pasara por el forro de los esbirros las sentencias judiciales, como la que declaraba perfectamente legal a la Falange Española de las JONS, que nunca fue cumplida. Supresión de censura como la que se ejerció permanentemente -por derechas e izquierdas; esto es: indistintamente entre 1934 y 1936- contra la prensa falangista; y la que se ejerció -desde febrero de 1936- contra toda la prensa en general. De la separación Iglesia-Estado ya se dijo: la Iglesia fue separada a tiro limpio.

Sirva todo lo cual como exposición de motivos de mi propuesta -de simple corrección de errores- para que estos mamarrachos izquierdosos hundidos en la ceporrez absoluta, sean devueltos a la escuela primaria. 

O a los corrales.

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