Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 20 de abril de 2010

SOBRE EL APOYO FRANCES.

Apoyo, faltaría más, al juez Garzón.
Lo dice Público -¿quien si no?- subtitulando: Profesores universitarios, periodistas, escritores, sindicalistas e intelectuales firman un manifiesto de apoyo al juez español que harán llegar a la embajada de España en París.
Para empezar, la distinción entre, de una parte, profesores universitarios, periodistas y escritores, y de otra intelectuales, ya indica claramente que ni ser profesor, ni ser periodita, ni ser escritor significa ser intelectual. Vamos, que los profesores franceses -el que destaca Público apellidado Ortíz-; los periodistas franceses -un tal Patrick Appel-Muller, director del diario L'Humanité, que ya lo dice todo-, y los escritores franceses -Ramón Chao, conocidísimo en su casa a las horas de comer-, pueden ser unos perfectos bestias, porque su ocupación no implica una cierta altura intelectiva. Todo ello, repito, según se desprende del titular. ¿O acaso los imbéciles son los de Público?
Entre los firmantes, por cierto, destaca también doña Lise London, antigua voluntaria en las brigadas internacionales. Se supone que la señora London escapó de las purgas internas que André Marty -al que sus propios brigadistas llamaron el carnicero de Albacete- ejecutó entre esos voluntarios, bien fuese por su acendrado espíritu comunista soviético, o por otros imaginables motivos que el paso del tiempo nos impediría concretar.
Por su parte, el Sindicato Nacional de la Enseñanza Superior (SNESUP) -mayoritario en Francia según Público- comparte la movilización de CCOO y UGT, y considera que el procesamiento de Garzón una aberración política.
Evidentemente, este sindicato francés tampoco tiene entre sus funciones las de protestar por el paro, el abaratamiento del despido, los contratos basura y otras minucias. Es lo que tienen los chaperos, que se solidarizan mucho entre sí.
Pero sí tienen los sindicalistas chaperos franceses razón en una cosa: todo esto es una aberración política. Garzón es un juez político -socialista-; la pataleta de los sindicatos es política; la crítica a los denunciadores del delito es política; las injurias a Manos Limpias y a Falange Española son políticas -y anticonstitucionales: discriminación por razón ideológica (art. 16, C.E.)-; los rebuznos de Pepiño son políticos -y delictivos-; y lo más político de todo, es la propia jurisprudencia de Garzón, negándose a investigar el genocidio de Paracuellos porque la Ley de Amnistía había enviado todo aquello al olvido, y aferrándose años despues a investigar hechos que -de haberse producido, que no es el caso- estarían igualmente acogidos a esa Ley.
Dicho todo lo cual, y como es de rigor ser agradecido si uno puede presumir de bien nacido -que no es el caso de los gabachos citados ni de Público-, bueno será corresponder al interés mostrado por estos desconocidos franceses.
Así es que declaro mi intención de reclamar la restitución del emperador Napoleón Bonaparte a todos sus derechos y títulos, cargos y honores. Ítem más, exijo que la República Francesa lleve a Inglaterra a los tribunales internacionales, por el asesinato de Napoleón en Santa Elena, demostrado científicamente hace pocos años.
Caso contrario, seríamos nosotros, España, quien tendría que llevar a Francia a los Tribunales Internacionales por crímenes contra la Humanidad, conspiración para la guerra de agresión y genocidio, por aquello de 1808.
O mejor, enviemos a los gabachos de marras, a Público, a los garzoneros y al propio Garzón, al frenopático más próximo. Y a que ejerzan lo que el nombre de su nacionalidad sugiere.

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