Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 5 de junio de 2012

SOBRE LAS SANDÍAS DE GREENPEACE.

Los llamados ecologistas son siempre los que tienen pedigrí. Los que nos preocupamos porque determinados individuos se hagan casas en plena costa -véase la llamada Villa Pesoe de Pepiño y similares-, o porque actores cejilleros invadan playas públicas con sus chalets, somos unos fachas.

Aquellos ecologistas con pedigrí son los que se asemejan a las sandías, como dijo Le Pen: verdes por fuera y rojos por dentro.

Hoy nos cuenta la prensa -véanlo en El Mundo- que "activistas de Greenpeace han sobrevolado la central nuclear de Garoña (Burgos) y han depositado botes de humo sobre el edificio del reactor para poner en evidencia la falta de seguridad de la central."

Evidentemente, es un riesgo grave permitir que cualquier gilipollas se acerque a una central nuclear. Por mi parte, me parecería perfectamente adecuado que en un caso así se hubiera enviado un helicóptero de las FAMET para derribar a los intrusos. Pero entonces, ¿no se hubieran quejado las sandías por un uso desproporcionado de la fuerza? ¿no hubieran lloriqueado que eran víctimas de un Estado represivo? ¿En qué quedamos, pues?

En mi opinión, siempre debe primar la seguridad de la mayoría. En consecuencia, mandaría los helicópteros a la primera señal de intento de aproximación. Seguro que no lo repetían.

Publicidad: