Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 18 de agosto de 2010

SOBRE EL COMUNICADO DE DOÑA BIBIANA.

El que cita de refilón 20 Minutos, como emitido por la señora Ministra de Igualdad, en el sentido de que condena "rotundamente" los ataques a las policías en Melilla.
¡Pues no faltaría más, señora Aído! No faltaría mas que, desde su puesto ministerial, no defendiera a quienes no cometen más "infracción" que tener unos órganos reproductivos distintos a los que los moránganos prefieren a la hora de inclinarse.
Pero eso, doña Bibiana -lo del comunicado, quiero decir- es algo que puede hacer cualquier particular sin graduación, asociado o no, oenegero o no. Es algo que puedo hacer yo mismo, y si no lo he hecho es, primero, porque nadie me lo iba a publicar; y segundo, porque de sobra sé que el auténtico problema no es ese, y usted lo sabe tan bien como yo.
Pero usted, doña Bibiana, no es una oenegera vulgar ni una particular corriente; usted es Ministra.
Comprendo que acaso su treintena baja y su experiencia del mundo laboral, que al parecer se reduce -según decía su web hace unos años, no se ahora, porque no he vuelto- a un par de contratos basura si exceptuamos los digitopartitocráticos, no le permitan una mayor variedad de opciones.
Entiendo que su mansedumbre la sitúa próxima a las féminas islámicas en cuanto a la obediencia frente al varón -machismo que la lleva a liberar al hombre, por Ley, de toda responsabilidad hacia su prole, que adjudica en exclusiva a la mujer-, y la inclina a la benevolencia frente al morito chillón que insulta a las mujeres, pero que se somete con servilismo untuoso al hombre.
Admito que, con ejemplar sumisión a su macho alfa, Rodríguez, practique la Alianza de Civilizaciones hasta extremos porculizantes, y no se le ocurra más que expeler un comunicado -por aquello de salvar la cara- cuando a quien tiene que defender no es a lesbianas, a asesinas de nonatos, a copuladoras compulsivas, sino a mujeres que cumplen dignamente un servicio incómodo y peligroso.
Pero, doña Bibiana, cuando uno es Ministro -aunque sea de un Ministerio inútil- los comunicados los hace en el Consejo de Ministros y en el B.O.E.
Y si no se le ocurre nada, déjeme su Ministerio un par de días; verá que pronto me las apaño para enviar al Príncipe de Asturias y a las Infanta Elena e Infanta Cristina a Melilla. Evidentemente, me refiero a los navíos, y nada más que para una visita protocolaria.

SOBRE CORNUDOS BASKOS (QUE NO VASCOS).

O kornudos, como gusten.
Y no por ser antitaurinos, postura tan respetable como la contraria si va acompañada de una actitud general consecuente, sino porque -dice Libertad Digital- afirman que "alguien tendrá que explicar por qué se condena a ETA y no a Jesulín de Ubrique".
Esto es: lo mismo es un animal -llámese toro o llámese hiena- que un ser humano aunque, eso sí, preferiblemente maketo.
Decir que estos animales -puesto que lo mismo es un toro que un hombre- de una llamada Asociación para un Trato Ético con los Animales, representados por un tal Kepa Tamames -o sea, Pedro para los de fuera de su aldea-, son unos hijos de puta es no decir nada; definirlos de gorrinos tampoco, y además les daría un valor económico del que carecen, porque con ellos no se podría ni hacer comida para gatos. Decir que son imbéciles se queda corto, y necios sería como darles una capacidad -la de conocer, saber- de la que por su especie carecen.
Llamarles cabrones -en su primera, segunda y novena acepciones del avance de la vigésimo tercera edición- acaso cuadre mejor a su idiosincrasia de mansos. Nombrarles la carencia de ancestros conocidos va implícito en el hideputas primero, y les separaría mucho del toro, del que siempre se conocen progenitor A y B, y en eso se diferencia el noble astado -y aún el cabestro- del animalista gilipollas.
En fin, disculpen que no tenga tiempo para seguir calificando -definiendo- a los malnacidos que comparan la muerte de un toro bravo en la plaza, frente a frente con su matador -que se arriesga a ser matado-, y el asesinato alevoso de un ser humano con un tiro por la espalda o bomba de temporizador o mando a distancia. Es que, realmente, pocos calificativos caben. Si acaso, cuatezón; es decir, el animal que, debiendo tener cuernos por su especie, carece de ellos.
Por cierto: aplíquese idénticas definiciones el señor fiscal al que, correspondiéndole por su cargo aplicar no se qué artículo de no se qué Ley, que tipifica como delito la vejación de las víctimas del terrorismo, no lo ha hecho aún.
Por otra parte, no me resisto a pergeñar el siguiente razonamiento siempre desde el punto de vista de los mamarrachos taurofoboetarras: si ETA mata personas y un torero mata toros; y si toros y personas son iguales, un torero puede matar etarras.
Les dejo; me voy a pedir sitio en la escuela de tauromaquia más próxima.

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