Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 20 de octubre de 2013

SOBRE UNA CARTA DE MI CORONEL FLORES THIES.

El Ilustrísimo Señor Don Jesús Flores Thies, al que tengo la suerte de tener por camarada y amigo, siquiera sea a través de Internet, define en la siguiente carta lo que muchos pensamos acerca de la actitud de la Iglesia española. 

Podría comentar algo, a mi aire, pero lo que mi Coronel dice está perfecto. Aquí lo tienen:

* * * * *
Jesús Flores Thies
Coronel de Artillería-retirado

   Barcelona 16 de Octubre de 2013

   Excmo.Sr. Obispo de Tarragona

  Monseñor:

  He presenciado por televisión la extraordinaria ceremonia de la beatifi-cación de mártires españoles, a los que denominan “del siglo XX”. El siglo XX, al igual que los siglos precedentes y los que vengan, tiene 100 años, y los 522 mártires lo fueron sólo entre los años 1931 y 1939, sólo 8 años de este siglo. De haber sido 522 mártires alemanes beatificados, por ejemplo, en Munich, el gran  panel habría puesto, por supuesto que en alemán: “Mártires víctimas de la persecución nazi. 1939-1945”. Pero España y su Conferencia Episcopal son diferentes.

  También ha habido un poco inteligente implacable servicio de seguridad que por orden del Señor Obispo no permitía ninguna bandera, no ya de Falange o con el águila de San Juan, es que ni siquiera un paraguas (sombrilla) con la bandera de España, paraguas y banderas que habrían inundado la Plaza de San Pedro en Roma de haberse celebrado allí la Beatificación. Es de agradecer que el Legado del Papa leyera un discurso donde al menos se daban datos sobre las causas del martirio, aunque sin citar por su nombre a los culpables, a los que cristianamente hay que perdonar, pero ese perdón no alcanza a las organizaciones criminales a las que pertenecían los asesinos (PCE, ER, PSOE, UGT…). A Satán no se le perdona.

  También se ha echado de menos a los innumerables mártires anónimos (aunque tenían nombre) que fueron asesinados por los de esas siglas por llevar una cadena con una medalla o un crucifijo, por encontrarles unas estampas religiosas, un Sagrado Corazón en sus casas o por haber pertenecido a la Adoración Nocturna. Estos mártires anónimos deberían haber sido recordados ¿Por qué no se hizo? ¿Por miedo? Se sabe que el santo P. Kolpe, polaco, fue asesinado por los nazis en un campo de concentración nazi ¿dónde y por quién fue asesinado, por ejemplo, el P. Poveda? ¿Por qué ese empeño en ocultarlo? Triste cobardía, señor obispo. 

  Pero es que también hubo mártires combatientes, que al caer prisioneros fueron asesinados, algunos torturados previamente, para que renunciaran a su fe. Para estos ni una oración. Nada…. 

 No podemos olvidar a aquellos españoles, muchos de ellos jóvenes falangistas, que durante la guerra por medio del “Socorro Azul”, conseguían introducir en las cárceles de los ya casi mártires, las Sagradas Formas para las misas clandestinas. Una joven falangista de esta organización fue fusilada en Barcelona por los hoy silenciados asesinos. Siempre mujer les dijo: “por favor, no me disparéis a la cara”

  La cobardía de la Conferencia Episcopal quiere mostrar al mundo que esos mártires “del siglo XX” estaban en medio de una guerra entre  azules y rojos y que ellos, sin tener nada que ver con unos y otros, se  llevaron la peor parte.

  Quizá le parezca una falta de respeto esa viñeta. Posiblemente, de haber dejado al Frente Popular que hiciera lo que quisiera sin alzamientos que le impidieran conseguir sus objetivos, después de unos largos años de dominio marxista en España, al caer el muro y recuperar parte de Europa su dignidad, habría vuelto lo religioso a la sociedad española. Pero quizá con otros 1.500 mártires más que la victoria del 1 de abril de 1939 pudo evitar.  

  Y antes de terminar quiero contarle algo personal. Mi padre, que cayó por Dios y por España (no lo dude, por Dios y por España) al mando de una compañía de una Bandera del Tercio, el 20 de mayo de 1937, escribía en una agenda unos meses antes, exactamente en la noche del 31 de diciembre de 1936, desde el sótano del Hospital Clínico, donde le habían llevado sus legionarios con una fiebre de 39 grados: “La tristeza y soledad de esta Noche Vieja se compensa con la idea de que nuestro sacrificio servirá para que nuestros hijos puedan rezar en toda España en voz alta”. ¿Qué le parece? ¿Eran los dos bandos iguales?

  Que Dios les perdone su tibieza, su ingratitud y su cobardía.

   Le saluda respetuosamente.



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