Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 13 de julio de 2009

SOBRE UNA SUPOSICION.

Póngase usted, amigo lector, en la siguiente situación: leyendo la prensa, se entera de que en un lejano país, el jefe de una de los partidos de la oposición ha aparecido asesinado, con la agravante de que su cadáver ha sido abandonado en un cementerio y sólo se le ha reconocido bastantes horas después.
 
Sigue usted leyendo, y resulta que a este opositor al Gobierno de ese país lo han sacado de su casa a altas horas de la madrugada, entre el terror de su esposa e hijos. Lee un poco más, y conoce que las sospechas recaen en unos agentes de las que aquí llamamos Fuerzas de Seguridad del Estado. Y que se cree, fundadamente, que no han cometido el asesinato por su cuenta, sino siguiendo, cuando menos, insinuaciones gubernamentales, definidas días antes en el propio Parlamento por una diputada muy conocida.
 
Sin duda, a continuación de estos hechos leerá usted una gran cantidad de artículos de opinión y editoriales condenando este crimen. Y como no es políticamente correcto recordar al padrecito Stalin, todos le dirán que es un crimen fascista, que fascistas son los asesinos, y fascista ha de ser el Gobierno que perpetra semejante crímen de Estado.
 
Cualquiera de los habituales que haya llegado hasta aquí sabe de sobra a lo que me estoy refiriendo y no haría falta más.
 
Pero para algún neófito que pudiera haber, tendré que explicar que ese país es relativamente lejano, pero en el tiempo, porque se trata de esta misma España hace 73 años. Que ese jefe de partido opositor era don José Calvo Sotelo; que fue asesinado por fuerzas de la Guardia de Asalto -equivalente de la Policía actual-, que el Gobierno era socialista, y los criminales socialistas eran. Que la diputada que lo condenó a muerte -Su Señoría ha hablado aquí por última vez- fue La Pasionaria.
 
Todo lo cual se recuerda, sin ánimo de embarazar la cerdita, a la mayor gloria y eficacia de la Memoria Histórica.
 
 

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