Según cuenta El Mundo, don Mariano Rajoy ha asegurado que la situación actual con Cataluña se va a superar desde el diálogo y la Ley, que es donde están, dijo, los demócratas, la gente sensata y con sentido común.
Con estas palabras, el señor Rajoy habrá satisfecho a los quiero y no puedo, los tibios y los cobardes de su partido. Habrá extasiado de puro gozo a los flojeras, a los de tripa suelta, a los tontos cum laude y a los cabrones con pintas. Habrá enloquecido de placer a los moderaditos, los acomodaticios, los liberaloides sin gallardía y los derechistas sin vergüenza.
A mi, como soy falangista y no necesito camuflarme-, las palabras del señor Rajoy me parecen -amén de una gilipollez de las que le son tan propias- una contradicción en sus términos.
Porque -precisamente en una Democracia, en un Estado de Derecho del tipo que sea- lo que debe primar sobre cualquier consideración es el respeto a la Ley. Siendo así, ¿de qué hay que dialogar?, La Ley se cumple, y punto. Si la Ley no sirve, no es buena, no convence ni satisface, se deroga o se modifica de acuerdo con las normas que determinan el proceso. Pero mientras esté vigente, se cumple.
Y si las leyes vigentes -la Constitución, por ejemplo; que es una mierda, pero es lo que hay- determinan que las Fuerzas Armadas salvaguardarán la unidad nacional y la integridad territorial de España, no cabe diálogo. Sólo cabe -en un gesto de buena voluntad, de condescendencia, casi de pacifismo- permitir al señor Mas y sus cómplices que canten la gallina, que pidan perdón -por televisión y en directo- por su incitación a la sedición y que -si muestran arrepentimiento y buena conducta- el juez les avíe con la inhabilitación a perpetuidad para cargo público.
Cuando la Constitución dice lo que dice en su artículo 1 -la soberanía reside en el pueblo español-; en su artículo 2 -indisoluble unidad de la Nación española-; su artículo 8 -las FAS son garantes de la integridad territorial de España-; en su artículo 14 -no discriminación-; en su artículo 30 -derecho y deber de los españoles de defender a España-; en su artículo 92 -condiciones para la convocatoria de referéndum-; en el Capítulo 1º del Título VIII -organización territorial del Estado-; artículo 149, 1, 32 -competencia exclusiva del Estado para convocar referéndum-; y, finalmente, en su artículo 155 -meter en vereda a las autonomías que vulneren la ley-; cuando la Constitución, señor Rajoy, dice todo esto, ¿de qué quiere usted dialogar?
Cuando, además, el Código Penal, -artículo 472, 5- considera delito de rebelión la declaración de independencia de una parte del territorio nacional, y condena -artículo 506- con pena de prisión de uno a tres años, y de inhabilitación para cargo público de seis a doce años a la autoridad que dictare disposiciones careciendo de atribuciones para ello, ¿qué coño tiene usted que dialogar, señor Rajoy?