Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 1 de abril de 2015

SOBRE LA VICTORIA.

Victoria acaecida hace 76 años sobre el rojerío y el separatismo.

Victoria que ya sólo deberíamos recordar unos cuantos aficionados a la Historia, si no fuera porque los vencidos nos la hacen presente cada día, porque no parece sino que Yagüe y Varela, y las Columnas del Sur, estén a puntito de llegar a Madrid cualquier día de estos, tras liberar una vez más el Alcázar; y los rojoseparatistas se apresten a poner en línea las Brigadas Internacionales, debidamente depuradas por el carnicero de Albacete, André Marty por otro nombre.

No parece sino que los requetés y falangistas de Mola se estén asomando a Somosierra, y los falangistas gallegos anden artillando bous, y los legionarios rebusquen botellas para metérselas al señor Molotov por el trasero de sus tanques.

No parece, en fin, sino que Franco acabe de ser nombrado Jefe del Estado por sus iguales, o que el difunto Juan Sin Tierra -entonces rubio mocetón aspirante a legitimidades imposibles- se vaya a presentar pidiendo incorporarse a filas para que -Mola primero, Franco después-, lo manden a cuidarse en Roma, junto a su huidizo padre.

Y lo parece todo ello porque no pasa un día sin que un rojo, un separatista, un cobarde, un macaco inmaduro extranjero o un gilipollas como el Anson de ayer -todo ello condiciones perfectamente compatibles entre sí y acumulables- no eche su cuarto a espadas contra Franco y contra los militares golpistas, en cuya categoría deben entrar -si su estupidez les permite la cuenta- los cientos de miles de voluntarios requetés, falangistas o -simple y llanamente- españolitos hasta el gorro de aquella república de sangre y mierda que llevó el ordinal segundo.

Todos, del primero al último, alineados en el bando de la chusma de entonces -de Azaña abajo, todos- y tratando de ganar en las rotativas o en las ondas la guerra que perdieron en los campos, y aun les escuecen las carreras en pelo.

Por eso está hoy tan viva como siempre, y más viva que nunca, la Victoria del 1º de abril. Porque los rojos, los separatistas y los extranjeros hideputas -desde el macaco maduro del río Orinoco hasta la juez servil del río de la Plata, pasando por chusma europarlamentaria, onus y demás burdeles de la internacionalidad- la recuerdan todavía, la tienen presente como si ayer mismo fuera el día en que el Excelentísimo Señor D. Francico Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España por la Gracia de Dios, hubiera firmado esto:




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