Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.
José Antonio Primo de Rivera. (F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)
Tengan ustedes la bondad de fijarse en la imagen, que traigo aquí desde una captura de pantalla, porque si no la pusiera lo mismo no me creen.
Bien; se supone que quien ha enviado este correo electrónico es una señora, señorita, señor, señorito, señoro, señoroto, a quien sus compañeros tienen que hacerle el trabajo por el que cobra, a cambio de que les represente y proteja sus derechos.
En vista de lo cual, no tiene nada de extraño cómo estamos los trabajadores.
Resulta que el pasado día 10, -lo cuenta El Español- una delegación de la Congregación de Mena y de La Legión se trasladó al Hospital Materno Infantil de la ciudad para visitar a los niños allí ingresados en la planta de Oncología.
Resulta que los militares y los delegados de la congregación compartieron un rato de actividades y juegos con los niños y sus familias, y los menores también recibieron como regalo camisetas y el peluche del borrego de La Legión.
Resulta que La Legión desfiló en la ludoteca del centro entonando ante los niños enfermos El novio de la muerte.
Resulta que -según Diario Sur- Izquierda Unida considera inaceptable la presencia de militares en un centro público, y cantando el himno de la Legión, con el agravante de que lo hacen en la planta de oncología infantil. No respeta la liberta religiosa, ni el estado en que se encuentran las personas que están ingresadas en el hospital, así como sus familiares, añade Castro.
Resulta que la visita de los legionarios había sido solicitada hace un par de meses, que la Comisión de Actividades Lúdicas del centro sanitario -formada por médicos, enfermeros, auxiliares, administrativos, trabajadores sociales y una maestra- dio el visto bueno a esta actividad considerándola siempre de tipo social y no militar, tal y como explica la coordinadora de este órgano, Margarita Sánchez; y que antes de que tuviera lugar esta visita el pasado lunes, ella misma se encargó de recorrer las habitaciones de la cuarta planta de Oncología Pediátrica para comprobar si los padres de los 14 niños ingresados estaban de acuerdo con que los caballeros legionarios pasaran un rato con sus hijos. “Ninguno se opuso”, según Sánchez, que afirma que tanto a los menores como a sus familias “les hizo mucha ilusión, no paraban de hacer fotos con sus móviles”; y que tras recorrer la planta de Oncología, y según explica la responsable de la comisión, se trasladaron a la ludoteca infantil, donde les esperaban niños en edad preescolar ingresados por diversos motivos como traumatismos o apendicitis, y ante ellos cantaron el himno 'Soy el novio de la muerte', algo que los pequeños “agradecieron mucho porque no pueden ir a la Semana Santa”.
Y resulta por tanto, que IU sigue a lo suyo -o sea, embarazar la cerdita- y protesta porque a los niños se les regalen camisetas y peluches, se les acerque la Semana Santa -que aunque les haga ilusión, es cosa religiosa y en los hospitales públicos no cabe la religión y menos aún la ilusión-; y que tanto a los rojos hundidos como a un montón de gilipollas varios les parece mal que La Legión cante el Novio de la Muerte -que no es el Himno de la Legión, aunque los rojos necios lo ignoren- ante los niños. Que no eran los enfermos de cáncer, sino los de menor gravedad.
Pero aunque hubieran cantado el Novio de la Muerte ante los niños enfermos de cáncer, díganme los idiotas rojos qué coño hubiera pasado, si los niños enfermos en Málaga estarán hartos de escucharlo, y es precisamente lo que les hace ilusión.
Pero, para que no digan, aquí les ofrezco otra canción legionaria; canción que acaso a los niños no les habría hecho tanta ilusión, pero que a los cenutrios de IU les viene al pelo.
Las armas son una cosa curiosa. Haylas blancas
-verbigracia, la clásica navaja cabritera, que tan buen uso encontraría hoy-;
arrojadizas, de fuego, ligeras, pesadas, automáticas...
Para los que
gustamos de ese tipo de cosas y nos hemos molestado en obtener la pertinente
licencia -hacer un exámen, pagar tasas, renovar cada cinco años con el
correspondiente gasto económico y de tiempo- poseerlas produce una satisfacción
que va más allá de la mera posibilidad de uso.
Las armas suelen ser un
artilugio bonito, estéticamente agradable. Lo mismo una katana, que las enormes
espadas medievales, que el famoso Colt de las películas, que los fusiles
de asalto. Incluso el burdo Kaláshnikov -un arma hecha para resultar
barata y para combatir en las peores condiciones posibles- es un arma con una
belleza singular. Otras armas son un prodigio de la técnica: los carros de
combate, los aviones, los barcos...
Sin embargo, desde la sencilla hacha
de sílex hasta el misil más sofisticado, todas tienen algo en común: por sí
mismas no son más que trozos de piedra, de metal o de materiales de propiedades
casi inimaginables; pero simples trozos de materia inanimada.
Incluso el
más moderno complejo armamentístico no es nada si un programador no le ha
marcado su funcionamiento; si alguien -una persona o varias- no lo ponen en
funcionamiento.
Por lo tanto, me permito deducir que las armas, en sí
mismas ni son buenas ni son malas. Son cosas. Lo que importa del arma es quién
la maneja, en qué forma y con qué objetivo. No son las malas las armas, sino las
personas; las manos que las esgrimen, las cabezas que las dirigen y
usan.
En consecuencia, que ETA entregue -o haga el paripé- unos trozos de
metal, unos combinados de productos químicos, es algo perfectamente
insignificante. Lo significativo, sería que entregase las manos que las han
utilizado, las cabezas que las han dirigido.
Los que, con motivo del nuevo desafío separatista
catalán, han vuelto a sacar a las ondas o las rotativas los medios de
comunicación pacifistas, tolerantes y democráticos.
El desafío es -ya ustedes lo
sabrán- la reforma del reglamento del parlamento autonómico de Cataluña, para
permitir que una ley -autonómica, no lo olvidemos- que presente cualquiera, sea
votada y aprobada a la voz de ya, hurtando toda posibilidad de debate. Esto -tan
democrático como es de esperar en los que llevan décadas pasándose por el forro
de las barretinas sus propias leyes-, supone que -véase El
País- cuando se esté celebrando un pleno ordinario, dos grupos
parlamentarios podrán solicitar una modificación del orden del día para votar la
ley de ruptura sin que se haya producido debate ni enmiendas, ni el
trámite habitual.
O sea: que en cualquier momento los aldeanos pueden decidir que
ellos son independientes, y al diablo la mayoría de habitantes de Cataluña, que
según sus propios sondeos de opinión, es opuesta a la secesión.
Y, como decía al principio, los
medios de comunicación han comenzado a hablar -como buenos pacifistas,
dialogantes, tolerantes- de tanques, y de qué pasaría si el parlamento
autonómico de la región catalana decidiera declararse en rebeldía, de si se
aplicaría el artículo 155 de la Constitución, y de cómo hacerlo cumplir.
Como no soy ni
pacifista, ni tolerante -al menos, no con lo intolerable-, ni dialogante -al
menos, no con los mamarrachos engreídos y fatuos-, ni, por supuesto, demócrata
de esta democracia de mierda, puedo permitirme ser racional.
Y lo racional es - a ver qué
demócrata puede negármelo- aplicar la ley. Porque las leyes están para
cumplirlas y, si no funcionan, para cambiarlas de acuerdo con los procedimientos
establecidos. Lo contrario es, lisa y llanamente un golpe de Estado.
Por lo tanto, es
evidente que el Gobierno de España debe aplicar -debería haber aplicado hace
muchos años- el artículo 155 de la Constitución:
Artículo 155
1. Si una Comunidad Autónoma no
cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o
actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el
Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el
caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado,
podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento
forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés
general.
2. Para la ejecución
de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar
instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
Y, como resulta bastante verosímil que el señor presidente del
gobierno autónomo de la región catalana hiciera caso omiso al requerimiento, lo
suyo sería aplicar el apartado segundo: el Gobierno podrá dar instrucciones a
todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
¿Qué pasaría entonces? ¿Habría que
mandar los tanques, como insinúan tertulianos radiofónicos y como repiten
los separatistas, que parecen esperarlo con ansia porque -con su complejo de
eternos derrotados en la guerra de sucesión de la corona de España de hace dos
siglos largos- lo que más les gusta es hacerse las víctimas? ¿Habría que darles
gusto y llevarles un par de tanques -con BMR sobra- para que se sientan mejor?
Pues lamento
decir que no. Que para el separatismo catalán basta con cumplir la ley. Basta
con -apartado segundo del artículo 155- ordenar a la policía autónoma que
detenga a los delincuentes; en este caso, a los funcionarios de la
administración española -designados a dedo; a muchos dedos, si se quiere, pero a
dedo- que la representan en la administración autonómica.
Esos funcionarios de la
administración española -para que los separatistas me entiendan: el gobierno
autónomo- tienen la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes. Las leyes
españolas, obviamente. Si no lo hacen, estarán prevaricando, y deberán ser
encausados por ello.
¿Y qué van a hacer esos funcionarios prevaricadores de la
administración en Cataluña? ¿Contra quien van a luchar heroicamente, si quien
los va a detener es su propia policía autónoma? ¿O es que piensan que esos mozos
de escuadra son su ejército, y con él darán un golpe militar que traiga la
secesión y que -sobre todo- evite que se fijen en los tres por ciento y
otros asuntillos?
Pues vuelvo a lamentarlo, pero los sindicatos de los mozos de
escuadra ya han repetido en diversas ocasiones que ellos están para cumplir la
ley, y que no son un ejército separatista.
Habrá de todo, claro; habrá mozos
que se ofrezcan a ser la fuerza armada de esa independencia, creyendo que para
ascender de policía a soldado no hay más que pensarlo. Y habrá otros que se
mantengan en su lugar, en su puesto y en su obligación legal. Y si los
separatistas sacan a sus redivivos escamots a la calle, los mozos que
sigan haciendo su trabajo los detendrán, y punto. Y si se resisten, y emplean
sus armas -u otras que los partidos separatistas les faciliten lo cual, por
cierto, caería dentro de la figura delictiva de contrabando de armas- y los
otros tienen que emplear la fuerza -la fuerza amparada por la ley- tendrán un
bonito simulacro de guerra civil catalana.
Y, ¿qué pasaría si, finalmente,
todos los policías autonómicos se pusieran a disposición de los dirigentes de
los partidos separatistas y se formaran como el ejército catalán con que algún
descerebrado ha elucubrado profusamente, incluso haciendo una lista de las
Unidades del Ejército español que querían quedarse para su nuevo chiringuito?
Pues entonces si;
entonces estaríamos ante un delito de sedición militar, y habría que mandar
los tanques.
¿De verdad piensan los separatistas llegar a ese extremo? ¿De
verdad se creen que sus mozos de escuadra, tan duchos en esquivar y soportar
bovinamente -por órdenes superiores, sin duda- las manifestaciones y algaradas
de la ultraizquierda antisistema y anarcoide, podrían ofrecer alguna resistencia
en una campaña militar? ¿De verdad se creen que los tanques -ellos son
los primeros, si no los únicos que los nombran, porque anhelan verlos por sus
calles para lloriquear a gusto en su victimismo- serían siquiera necesarios?
¿O es que piensan
que, junto a su presunto ejército de mozos de escuadra, contarían con las
manadas de anarcodrogatas, de pijos antisistema, de guarros sin filiación? ¿De
verdad creen que alguien en la UE se iba a escandalizar porque el Ejército, en
cumplimiento de las órdenes de su legítimo Gobierno y de las leyes, le diera dos
sopapos a los protagonistas de un golpe de Estado? ¿Esa misma UE que también
tiene problemas de aldeanos separatistas en Francia, en Reino Unido, en Italia,
en Bélgica?
¿Y se
piensan que, por muy pacato, timorato y cobarde que sea el Gobierno de España,
la UE iba a consentir la secesión catalana sin mandarle a Rajoy una notita
pidiéndole -exigiéndole- que ponga orden en su casa, porque se les alborota su
propio gallinero?
En fin, señores del separatismo catalán, déjense de tonterías,
hagan frente a sus tres por ciento como hombrecitos, aguanten los añitos
de cárcel -pocos, según costumbre- que les toquen, y dejen a los catalanes vivir
en paz.
Y dejen
también en paz a los tanques, que con esas cosas no se juega.
Baskos, que -ya ustedes lo saben- no tienen nada que ver con los vascos.
Los baskos son los energúmenos, los de cerebro berroqueño, inútil para ninguna idea posterior al paleolítico, en el que anclan su odio, su aldeanismo y su estupidez.
Esto -hecha la presentación del basko- viene a cuento de ese programita de ETB1 -o sea, la televisión de Vascongadas que pagamos todos- que según El País se llama Euskalduna naiz, eta Zu? (Soy vascohablante, ¿y tu?).
En dicho programa, los paleolíticos baskos dicen que los prototipos de españoles son el “facha” el “paleto” la “choni” y el “progre.” Y esto, como pueden comprobar con la imagen siguiente, lo dicen así: fatxa, paletoa, txonia y progrea, lo cual demuestra la excelsa y ancestral cultura del -según el título del programa- vascohablante.
Lo cual no tiene nada de extraño, si tenemos en cuenta que -véanse estas otras imágenes- los vascohablantes -o, por decirlo con algo más de cultura- vascoparlantes, que se dedican al teatro, televisión o cine -o sea, que son actores- definen su profesión como aktorea.
De lo cual se deduce que, como indica una tal Miren Gaztañaga -que se dice aktorea- los españoles culturalmente con un poco atrasados.
Y eso lo dice una señora que para definir su trabajo tiene que recurrir a escribir su ocupación en español, pero con faltas de ortografía.
Cosa que, por otra parte, debería molestar profundamente a otra señora -o lo que sea- que se define como aktibista feminista -eso si que es idioma propio para vascohablantes- pero que no protesta porque en su batúa lo mismo de aktorea sea la mujer que el hombre.
En el fondo, quizá todo esto no sean mas que las uvas verdes que desprecia la zorra de la fábula, cuando ve que no alcanza a cogerlas. Porque otra señorita -no creo que haya llegado a señora- se queja de la costumbre de piropear a la mujer. Algo que a ella -la imágen canta- difícilmente le puede haber ocurrido, y ya se sabe que la envidia es muy mala.
Por último, la aktibista feminista -toma vascohablante- rebuzna un qué asco me da esa bandera, en referencia a la de España.
Don Pedro Sánchez, honorable -es un decir- particular que
pretende volver a ser un ejemplo de derrota, de hundimiento y de ridículo; o
sea: volver a mangonear en un PSOE hecho a su imagen y semejanza, lo que
equivale a decir un partido arcaico, novecentista, troglodítico y de simple
transición al rojerío estalinista. Vamos, lo normal en el PSOE, aunque en
ciertos momentos el disfraz le haya funcionado antes de tirarse de cabeza al
precipicio zapaterista y vulgar.
Don Pedro
Sánchez propone, como cosa nueva, varias cuestiones. La primera -al menos así la
señala 20 minutos, edición papel de Madrid, pág. 3-,
erradicar la corrupción.
Lo cual estaría muy bien; sobre todo, si no lo dijera un señor en
cuyo partido hay dos presidentes -recientes- de comunidad autónoma empapelados,
y en cuya historia atesora aquellas minucias de Filesa, Malesa, Time Export, el
papel del BOE, la Cruz Roja, Renfe... Y probablemente, muchos que se me olvidan.
No parece, pues, que sea el PSOE el indicado para tirar demasiadas piedras. Se
me dirá que son casos antiguos, que ya se lavaron; y me remitiré de nuevo
a los dos presidentes autonómicos encausados.
Propone don Pedro Sánchez un modelo territorial estable y
equilibrado; y para ello -siempre según el citado periódico- reformar la
Constitución para definir una España federal perfeccionando el
reconocimiento del carácter plurinacional del Estado.
Pensar que un Estado federal -porque lo que puede establecer una
Constitución es la forma del Estado, no de España en sí- sería estable y
equilibrado es de una candidez rayana en la idiocia. No hay mas que ver lo bien
que funciona el Estado de las autonomías para suponer lo que sería el federal. O
mejor aún: basta con echar la vista atrás y recordar las maravillas de la
Primera República, cuando, por ejemplo, Jumilla se declaraba independiente de
Murcia y le declaraba la guerra, o cuando el Cantón de Cartagena asolaba las
costas mediterráneas de sus pueblos enemigos en la costa murciana, alicantina o
almeriense.
¿Cosas antiguas, también?
Evidentemente. Tan antiguas como el socialismo, más o menos. Pero también tan
actuales como las propuestas actualísimas de los cartageneros separatistas de
hoy, que no hace mucho afirmaban -véase Libertad Digital- su deseo de abandonar
la comunidad autónoma de Murcia si no les dejaban formar su propia provincia. Y
hasta separatistas castellanos, tócate las narices, Pedrito, y equilibra
eso.
Desea don Pedro Sánchez detener el
cambio climático. Casi nada. El solito, metiendo a España en la caverna,
acabará con el cambio climático. Porque el es capaz, ya lo creo. Como Zapatero
lo fue de aliarse con las civilizaciones, soltándole una pasta gansa -nuestra
pasta- al gobierno dictatorial y golpista de Turquía, que eso es lo que se llama
tener ojo a la hora de buscarse aliados democráticos. Pues don Pedro va a
detener el cambio climático, se supone que haciendo que los españoles dejemos de
consumir electricidad, porque las llamadas renovables no nos llegan ni para
empezar y nos cuestan uno y la yema del otro; y de las nucleares, claro, ni
hablamos. Venga, don Pedro; dígale a sus posibles votantes que van a tener que
dejar de ver el Gran Hermano por falta de electricidad, que no van a poder
guasapear porque no podrán recargar el móvil; que no podrán
feisbuquear por no poder encender el ordenador; que la electricidad será
racionada, y también el agua, porque eso de hacer pantanos es vicio fascista.
Dígale a sus presuntos votantes que se olviden del coche, del aire
acondicionado, de la calefacción, y de tantos otros vicios burgueses, y a la
vuelta me lo cuenta.
Pero esto casi es lo de
menos, puesto que don Pedro va a establecer un nuevo modelo
económico. En ese nuevo modelo, quizá no sean necesarios los vehículos
particulares, ni la energía eléctrica, ni los derivados del petróleo -no sólo la
gasolina de los contaminantes coches, sino también el gas para cocinar-; tal vez
no hagan falta los ladrillos, ni los pantanos, ni los trasvases, ni los trenes,
ni los aviones. Porque en las cavernas todo eso está de mas, y ya nos podemos
dar con un canto en los dientes si conseguimos un cacho de mamut que echar en el
perolo.
También puede andar por ahí la
intención de dar respuesta al envejecimiento de la población.
Porque me parece razonable pensar que sin gas, ni electricidad, ni agua, la
población va a envejecer poco. Al menos, la población autóctona, mal
acostumbrada por décadas de comodidades burguesas, originarias del atroz
fascismo que por primera vez en siglos nos dio la posibilidad de comer caliente
-en muchos casos, simplemente de comer-, de beber agua potable, de calentar
nuestras casas -esa es otra, la posibilidad de tener casa-, y de tener vehículo
propio. Lo que demuestra la maldad del franquismo, por supuesto.
Acostumbrados a tales dispendios, no sería
extraño que la población española envejeciera poco. Tampoco sería extraño que
-cosa de las matemáticas- disminuyera bastante. Así es que don Pedro -tan
progresista, tan democrático, tan zapaterista- tendrá que importar gente joven
de lugares donde -por desgracia- las futuras condiciones de la España sanchista,
zapaterista, socialista, podemista, sean habituales desde hace siglos. O sea:
güelcome refugees y otras cacarmenadas.
Y entre las medidas que propone, una con la que difícilmente se
puede estar en desacuerdo: la jornada laboral de 30 horas
semanales. A eso, don Pedro, me apunto. Sobre todo, si significa que
todos los españoles -y los millones de extranjeros que tenemos entre nosotros-
van a trabajar 30 horas semanales, todas las semanas.
Si se trata -como me temo- de que habrá el mismo trabajo, pero
repartido entre más gente -el socialismo siempre ha sido muy hábil a la hora de
repartir la miseria, puesto que la crea en abundancia, y ya don Felipe González
inició el camino con las empresas de trabajo temporal-, le diré a don Pedro
Sánchez que se vaya a.... Bueno, mejor no lo digo, no sea que acabe mandándolo a
hacer algo que en el fondo le guste y aún así algún fiscal me quiera tocar...
Lo que prometí hace unos días, a propósito de la publicación en este blog del libro que hubiera debido homenajear al maestro Rafael García Serrano en el primer -o segundo- aniversario de su muerte.
Ya ustedes saben -lo decía en el mismo escrito- que se está celebrando el centenario del nacimiento del maestro. Al leer en este diario mi propósito, algunas personas de las que colaboran en el evento han pensado que este pudiera ser un buen momento para retomar aquella iniciativa, y publicar aquél libro, con nuevas incorporaciones, y en la forma debida; esto es, en papel, que -por mucho que la tecnología nos quiera llevar por otros caminos, y nos permita una acumulación de otra manera imposible-, es la única forma decorosa que puede tener un libro.
Esto me coloca en una posición no demasiado airosa, puesto que por una parte había prometido publicarlo aquí; y por otra, si lo hago, podría restarle posibilidades a ese nuevo proyecto. Y -lo más importante- podría restarle brillantez al homenaje. Que es, en el fondo, lo importante.
Esta última razón es la que me lleva a suspender lo prometido, o al menos a aplazarlo. Espero que los amigos y camaradas que me lean entiendan mis razones, y espero que -esta vez sí- sea la buena, y aquél libro -aumentado y mejorado- vea la luz en este año particularmente significativo.
Y prometo -en firme y sin posible escapatoria- que si el proyecto no ha alcanzado la madurez de aquí al próximo mes de Octubre -aniversario, como es sabido, de la muerte del maestro Rafael- entonces si, sin excusa ni pretexto, lo ofreceré aquí como había avisado.
Hace unos meses -el 12 de Octubre pasado-, en mi habitual homenaje al maestro Rafael recordaba que este año en que ya estamos se cumpliría el centenario de su nacimiento, y lanzaba la llamada a que, quien tuviera ocasión y posibilidad, pusiera en pie alguna conmemoración.
Gracias a Dios, alguien ha tenido la misma idea -porque mi vanidad no llega a suponer que fuera mi modesto escrito el que haya dado pie a ello- y está en marcha el homenaje que Rafael García Serrano merece o, al menos, el que nosotros -como bien nacidos- debemos.
A Rafael García Serrano -supongo- no le va a homenajear ningún estamento oficial. No le va a recordar la prensa, ni la radio, ni la tele. Y, conociendo el paño, mejor. Porque le homenajearemos, le recordaremos, le daremos gracias por su ejemplo y su maestría, los que le hemos conocido -algunos afortunados en persona; otros sólo por sus obras- y seguimos en lo que él siempre defendió: sus camaradas.
Aquí está la convocatoria, ya bien próxima:
*****
Sábado, 11 de febrero a las 17:30
Gran Hotel Velázquez
Calle Velázquez, 62, 28001 Madrid
Presentación y mesa redonda:
EDUARDO GARCÍA SERRANO, ANTONIO GIBELLO, ENRIQUE DE AGUINAGA, RAFAEL IBÁÑEZ, JUSTO GÓMEZ, FERNANDO PAZ, KIKO MÉNDEZ MONASTERIO, JOSÉ JAVIER ESPARZA.
Al finalizar, cena homenaje en el mismo lugar, 50 € / cubierto.
Las reservas habrán de realizarse en centenario.rgs@gmail.com, antes del 9 de febrero, indicando nombre, apellidos y número de comensales.
*****
Por mi parte -independientemente de que, por supuesto, me sumo a esa convocatoria- ofreceré desde este diario, durante diversos días, el libro de homenaje que quisimos hacer, desde Juntas Españolas, hace ya muchos años. Aquél libro nunca vio la imprenta ni la luz, y creo que ya es hora de que vea, por lo menos, la segunda.
Algunos de sus creadores ya han fallecido, a otros les he perdido la pista, y solamente cuento con el permiso de Arturo Robsy y Ángel Palomino (¡Presentes!), para dar al público sus palabras. Amén, evidentemente, del mío propio para la parte que me toca.
Si alguien de los que entonces fueron llamados y respondieron gallardamente, tuviera ahora inconveniente para que se publicara su colaboración -en este diario y, evidentemente, sin ánimo de lucro- no tiene mas que comunicármelo en la dirección de correo para contactos que figura en la parte superior de la columna lateral. Por mi parte, no quiero arrogarme mayor mérito que el de haber conservado aquellos originales durante casi treinta años, y darles ahora el destino para el que fueron creados.
Para los fundamentalistas del separatismo catalán, los pobrecitos chorizos
arrestados ayer bajo las acusaciones de organización criminal, cohecho,
tráfico de influencias, prevaricación, financiación ilegal de partidos
políticos, blanqueo de capitales y malversación de caudales públicos, son
víctimas de una persecución política de Madrit.
Los
fundamentalistas del separatismo catalán son muy aficionados a las anteojeras,
de manera que -lo mismo que los burros en torno a la noria- no ven mas que de
frente, por la estrecha franja que sus amos les permiten. No ven, pues, que sus
dirigentes separatistas son los que les han estado robando, y no esa España a la
que le han mandado odiar, porque el separatismo catalán no puede vivir sin odio.
No ven que ese tres por ciento -que no se lo ha inventado Rajoy,
porque ya lo había denunciado otro separatista, Maragall-, o ese siete por
ciento que dicen otras investigaciones, no se ha ido a las cuentas suizas
del PP, sino a las cuentas de sus propios amos. Y no ven que ese tres -o siete-
por ciento no ha salido de las arcas de Montoro, ni salió anteriormente de las
de Solbes, sino que ha salido de las cuentas de la Generalidad de Cataluña, que
-según los datos- concedía contratos públicos a las empresas -en muchas
ocasiones también públicas- que le entregaban un porcentaje de esos contratos a
los partidos que mangoneaban en la licitación.
O sea, y para ver si los
separatistas lo entienden: los partidos separatistas se han estado quedando
-después de darle un paseo por otras cuentas de empresas afines a los euros- con
parte de los presupuestos de la Generalidad, o de los Ayuntamientos. Dinero que
el Estado, o los propios ciudadanos de Cataluña, habían entregado para pagar
obras, si, pero licitadas a su precio justo; para la dependencia, para escuelas,
para sanidad, para fomento del empleo... y no para beneficio de partidos
ladrones y prevaricadores. Se lo han robado a ellos, a los habitantes de
Cataluña, no a esa España que lo único que les ha robado es un Gobierno autónomo
justo y limpio.
Y todo esto no ha salido de un Gobierno de Madrit
que les haya mandado a la Guardia Civil a perseguir independentistas; todo
esto ha salido de una denuncia que, en su día, interpuso -véase Libertad
Digital- la exconcejal de ERC en Torredembarra Montserrat Gasulla sobre las
adjudicaciones del alcalde convergente.
Supongo que los habituales ya están al tanto de mi
intención de escribir siempre con la máxima corrección que me sea posible. En
manos de otros quede dilucidar si lo consigo o no, y hasta dónde.
El
caso es que en mi ya lejano Bachiller, aprendíamos -casi todos- a escribir y
hablar con cierto decoro y, por tanto, se perfectamente que colocar un
la delante del nombre de una persona tiene un significado
despectivo y menospreciante en el idioma español. Y de ahí que lo haya escrito
ante el nombre de esa individua llamada Ana Rosa Quintana. Y que lo explique, no
sea que alguien me tome el número cambiado y entienda como falta de corrección
-que las tendré, por supuesto, pero no en este caso- lo que es lisa y llanamente
desprecio hacia una mengana -acaso fulana- que siempre ha parecido tonta y ahora
lo demuestra.
Parece que la Ana Rosa -véanlo en La Gaceta, si gustan-
dijo que le parecía bien que le hubieran partido la cara, a esa
chica de Murcia a la que una recua de mulos y mulas -discúlpenme los de la acera
de en medio, pero es que el mulo es de por sí un animal generalmente estéril-
dio una salvaje paliza por llevar una pulsera con la Bandera de España.
Lo dijo, claro, fuera de cámara, aunque no fuera de micrófono, por lo que se
pudo escuchar.
Por supuesto, no espero que a la Ana Rosa la
enchiqueren por un delito de xenofobia -porque es evidente que los españoles
somos de algún lugar distinto a la zahúrda en que viven estos gorrinos-; por un
delito de odio ideológico, por un delito de incitación a la violencia en
general, y de género en particular o -en su caso-, por gilipollas, que hoy en
día no es delito, pero está claro que debería serlo. Aunque entonces no habría
casi nadie por la calle.
Otro guarro de la misma cochiquera, el ya más
que aburrido Guillermito Toledo -actorcete fracasado, vago cum laude y
tontolaba máximo- también se ha sumado a la jauría de perros rabiosos -a lobos
no llegan ni de coña, los mamones- declarando que la agresión de ocho o diez
hideputas a una chica sola era justicia poética.
Espero que, en
justa reciprocidad, el día que alguien le pegue dos bofetadas al Guillermito, o
media colleja a la Ana Rosa, digan que es una muestra de justicia épica, de
novela caballeresca o -por ponérselo fácil a los papanatas- de donde las dan
las toman.
Porque, por mucho que la autodenominada Coordinadora
Antifascista de Madrid -o sea, dos mamarrachos que viven del cuento, y seis
idiotas que se lo creen- justifiquen la brutal paliza diciendo que es
legítima la autodefensa en nuestros barrios, y que la izquierda radical
-ellos nunca son de ultraizquierda, claro- sufre la violencia y la barbarie
fascista en sus calles, el hecho es que se juntaron ocho o diez cabrones -y
cabronas, no se me ofendan las feministas- para pegarle a una chica sola. ¿Cual
es pues la autodefensa, la violencia y la barbarie? Pues evidentemente, la de
una chica sola que no hace mas que llevar una pulsera con la bandera del país
donde ha nacido y donde vive. Los guarros -puercos, gorrinos, hideputas....-
deben haber nacido todos en la Unión Soviética, o ser incluso más tontos de lo
que ya parecen. O más vagos y maleantes, por recordar la clasificación
que hacía de esta gentuza la Ley segundorepublicana de don Manuel
Azaña.
Y para remate, llega Pablito -el señorito Iglesias, digo- y se
declara antifascista. Como Stalin, que es lo moderno y lo actual. Para
ser demócrata hay que ser antifascistas. Atocha, hermanos, nosotros no
olvidamos, escribió en Twitter.
Lo cual me agrada muchísimo, porque
indica donde estamos -es decir, por marzo o abril del 36- y hacia donde vamos.
Incluso me justifica para decir que nosotros tampoco olvidamos Paracuellos,
citado sea como símbolo de tantas matanzas como los rojos llevan
cometidas.
Y me confirma en la idea de que es legítima la
autodefensaen nuestros barrios, que es una frase
tan pronunciable por los rojos de mierda como por mi mismo, fascista y todo eso
que ya saben ustedes.
Así es que ¡hale!; vengan pasando de diez en diez, y
luego no vengan con lloriqueos.
Despelotados,
porque como seguramente ustedes recuerden, el principio de Ciudadanos fue la
imagen del señor Rivera en pelota picada como reclamo electoral, lo cual
demostró -desde el principio- dos cosas: que el señor Rivera tiene unalto
concepto de sí mismo, y que lo único que tienen para ofrecer es la pura
fachada.
Bien;
pues ahora, Ciudadanos expedienta a dos ediles por permitir dar una calle al
dueño de un bar profranquista. La cosa -según cuenta El País- es que dos concejales de ese
despelotamiento ciudadanista han permitido con su abstención que en Almuradiel
(Ciudad Real) se le ponga a una calle el nombre del dueño del bar
profranquista Casa Pepe, Juan Navarro, que falleció en noviembre de 2014, que
convirtió el bar que regentaba en Despeñaperros (entre Ciudad Real y Jaén) en
un homenaje a la dictadura del general Francisco Franco.
Delito
inexcusable, eso de tener opinión propia y manifestarla, como si existiera un
artículo 20 en esa Constitución que adoran -como becerro de oro- estos gorrinos
de mierda. Delito inexcusable, pecado nefando, el de trabajar incansable y
honradamente -cosas de por si inconcebibles para los paniaguados de esta
cacocracia, o sea, gobierno de los cacos, que padecemos-; el de ofrecer un
servicio impecable, unas atenciones inmejorables, un ambiente educado y limpio
en el que hacer un alto y tomarse un café, o comer magníficamente a precio de
trabajadores, no de chulos de tarjeta black.
Pero
estos Ciudadanos del despelote, siempre condenarán la dedicatoria de una
calle a una persona cuya ideología es abiertamente contraria a los principios y
valores democráticos que defiende nuestra formación.
Es
decir: no se oponen a dedicar una calle porque piensen que el homenajeado no ha
hecho méritos para ello, sino por sus ideas. Puede haber hecho cosas buenas -como
así fue, de hecho, pues patrocinaba equipos deportivos y actividades diversas
de la comunidad-, pero como tuvo las ideas que tuvo, hay que condenarle por
su ideología.
Espero
que -inmediatamente- los Ciudadanos despelotados exijan la retirada de los nombres
de calles como Largo Caballero (el Lenin español), Dolores Ibárruri (la
Pasionaria), Luis Araquistáin, Manuel Azaña (el de los "tiros a la
barriga" de Casas Viejas), Vicente Rojo, Segunda República, 5º Regimiento,
14 de abril, Milicias republicanas, Enrique Lister, Juan Modesto, General
Miaja y un etcétera tan largo como se quiera, todas ellas dedicadas a personas,
fechas u organizaciones que sólo un necio puede considerar afectas a los principios
democráticos salvo que el despelote ciudadánico lleve entre sus principios
la apología del golpe de Estado (elecciones municipales que cambian un régimen,
revolución de Asturias, 1934), la disculpa del asesinato político avisado en
sesión parlamentaria, o la glorificación de militares guerracivilistas o de
milicias radicalmente estalinistas.
Espero,
ni que decir tiene, cómodamente sentado, porque los pánfilos de esta memocracia
no tienen ideas, sino antipatías. Se que repito mucho esta
sentencia de Longanessi, pero es que no hay definición mejor para tanto
mamarracho.
Que promueve el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos en un documento donde se dicen cosas como estas: los cristianos luteranos y católicos “conmemorarán por primera vez juntos el comienzo de la Reforma;” “los católicos ahora son capaces de prestar sus oídos a los desafíos de Lutero para la Iglesia de hoy, reconociéndole como un ‘testigo del evangelio.”
Teniendo en cuenta -como siempre aviso- que no soy especialista en el tema, sino católico del montón, probablemente muy malo, no voy a meterme en profundidades teológicas que me caen grandes. Llevo tiempo diciendo que protestante -en sus miles de versiones- son los que no tienen los santos... -en fin ustedes ya me entienden- de ser católicos.
Teologías aparte, sólo quiero decir que, si la jerarquía eclesiástica conmemora el comienzo de la Reforma, y Lutero es un testigo del evangelio, exijo que el cura Paco -que pertenece a la Compañía de Jesús, creación de Ignacio de Loyola para combatir la Reforma, precisamente- devuelva a España cuanto perdimos por defender la Fe , comenzando por la salud del Emperador Carlos y la vida de los soldados de los Tercios que por ella se la dejaron en el campo -incluido Don Juan de Austria-; siguiendo por los Países Bajos, y continuando por los miles de millones invertidos en seguir las directrices del Papado.
Ni siquiera voy a pedir que los católicos -los que aún lo sigamos siendo en lo sustancial- procedamos a orar -no una semana, sino permanentemente- por la conversión del Papa, como aquellos magníficos tradicionalistas de finales del XIX y principios del XX.
Que, como ustedes saben si me hacen la merced de leerme habitualmente, es la que indica la viñeta.
Este dibujo -no tanto chiste como sarcasmo-, fue publicado hace ya muchos años; algo así como 36, si Pitágoras no mentía. No se puede decir que esta petición haya sido muy atendida hasta ahora, pero estarán ustedes conmigo en que el año recién acabado estuvo la cosa a puntito, con el suicida político señor Sánchez de la manita del chulo señor Iglesias, podemita maleducado.
Y no es que yo sea monárquico -a la vista está en la viñeta de referencia- entre otras cosas porque la monarquía borbónica es incompatible con la decencia de la vida pública a que aspira cualquier persona de bien; antes al contrario, soy republicano. Pero en ningún caso de esa reedición de la Segunda República que se traen bajo el brazo los socialistas y los comunistas y los antisistema y los gilipollas.
Porque esta gente no quiere una República que limpie la vida pública, que tire a la basura la corrupción, el amiguismo, el enchufismo, el nepotismo y tantas otras delicias como disfrutan los paniaguados del sistema actual. No quieren una República que tire a a basura lo viejo, lo inútil, lo innecesario, lo zafio y grosero.
No. Ellos quieren una Segunda República bis; una reedición de la hedionda República de sangre -azañistas tiros a la barriga- y de mierda; de robos, asesinatos y zafiedad inmunda. Porque ellos son así: zafios, groseros, hediondos.
Muy lejos de la República a la que un servidor se apunta sin dudarlo: la República Nacionalsindicalista.
Que en este día es, evidentemente, la tradición de las inocentadas.
Saben
mis habituales que en esta fecha tengo por costumbre recordar titulares de
prensa que nos recuerden que nuestros amados políticos viven en un continuo día
28 de diciembre. Acaso sin siquiera darse cuenta, porque viven en su mundo, que
nada tiene que ver con el nuestro.
José Antonio lo describió muy bien
(1):
Creen (...) que el mundo es ese mundo que se ve con la linterna
mágica del Parlamento. Encerrados en el Parlamento se creen en posesión de los
hilos de España. Pero fuera hierve una España que ha despreciado el juguete. La
España de los trágicos destinos, la que, por vocación de águila imperial, no
sirve para cotorra amaestrada de Parlamento.
Salvando la distancia
de 83 años, que ha convertido a la España de los trágicos destinos en una
España de zafios destinos, y que ya no sabe ni qué coño es un águila imperial y
sólo entiende de gallinas, la cosa es así. España se desentiende cada vez más de
la política y -con vocación, en este caso, de avestruz- no se para a pensar que
la política no se desentiende de ellos.
Porque nuestros políticos -tan
memócratas-, nuestros giliprogres, nuestros papanatas aldeanos, nuestros rojos
cavernícolas, nuestros trogloditas antifranquistas -que siguen viviendo
cojonudamente contra Franco- nuestros bastardos regionales, nuestros
bolcheviques de salón de actos de Instituto, nuestras cortesanas con complejo de
modelo de lencería y una tajada tan soberana como para no distinguir una capilla
de un burdel; toda esta fauna obtusa y roma -a veces municipal y siempre espesa-
que nos ha caído encima desde hace décadas, no deja de pensar que el mundo es
esa mierda de hemicirco donde hozan como gorrinos. Así es que, ¿para qué poner
ejemplos de las permanentes inocentadas a que nos someten?
Para qué
hablar del tancredo Mariano. Del señorito Sánchez, profuso perdedor, empeñado en
hundir al PSOE cada día un poquito más y en defender su ruinosa dirección,
navaja cabritera en mano, ante sus propios compinches; cosa que a mí no me
molesta -antes bien, me regocija- pero que marca el estilo de la
época.
Para qué hablar del señorito Iglesias, matón tabernario
de patio de instituto que defenestra a quien -dentro de su recua- no le ríe las
gracietas, y que se permite amonestar a diestra y siniestra -más a diestra,
evidentemente- mientras exculpa a sus propios especuladores inmobiliarios,
contratadores irregulares, becarios prevaricadores y exhibicionistas
municipales.
De los separatistas catalanes, que se emperran en hablar
de tanques porque saben que no hay gónadas para tomarles la palabra, ya que
insisten. De los socialistas -con o sin graduación- que se escandalizan por la
corrupción del PP y ni siquiera leen los titulares donde se anuncia el
procesamiento de dos de sus expresidentes regionales.
En fin, para qué
hablar de nada de esta actualidad esperpéntica, esquizofrénica y grosera en un
día como hoy, si lo mismo viene ocurriendo en otra fecha cualquiera a lo largo
del año, de los lustros y de las décadas.
(1) La victoria sin
alas. FE., núm. 1, 7 de diciembre de 1933. Tachado entonces por la censura.
Reproducido en Arriba, núm. 23, 12 de diciembre de 1935.
Que es, por esta fecha, la conmemoración del nacimiento
del Hijo de Dios, se pongan como se pongan los papanatas y los
mamarrachos.
Se que no es demasiado cristiano lo que suelo decir en estos
días, pero comprendan que -a efectos de este diario- me invade el espíritu
navideño de los tres meses de compras compulsivas, de los papás noeles y -a poco
que la señora CaCarmena y sus alegres chicas del bolchevismo feminista metan
baza- mamás noelas.
O sea, que poco cristiano y tan poco católico como el
mismísimo cura Paco, salvo hacia quienes no tragan con el ectoplasma de unas
Navidades hechas a la imagen y semejanza de los palurdos eternamente
deslumbrados por el más cursi esnobismo.
Por supuesto, sin la menor
compasión, ni caridad, ni amor fraterno, ni leches, hacia los que celebran
-solsticio de invierno- un acontecimiento astronómico, y que por presumir de
laicos caen en el más puro panteísmo. Como la referida tribu de la señora CaCarmena.
Así es que, como de costumbre,
deseo una Feliz Navidad a quienes saben que esta noche nos nace Dios, que se
hace hombre en Su Hijo.
Y al resto, como de costumbre también, que les
vayan dando.
Que no es el del asesinato múltiple en Berlín
-eso es lo habitual en esta sociedad europea y floja- sino el de los medios de
comunicación españoles.
Medios de comunicación -de desinformación e
intoxicación, más bien- que de la desgracia y el crimen hacen propaganda
política. Y si, son los medios. Porque los partidos políticos están en su papel
al afirmar ante los posibles electores lo que opinan sobre lo que pasa; de
identificar los problemas y de proponer soluciones. Pero los periodistuchos y
tertulianines que aprovechan una matanza en Berlín para clamar contra la
"ultraderecha" que se muestra hasta donde no digan dueñas de los
atentados, están haciendo propaganda política. Propaganda política
"antifascista", evidentemente. Como si aún les pagara la III
Internacional y tuvieran que congraciarse con sus amos, llegando a la
desfachatez de afirmar que los atentados islámicos benefician a la
"ultraderecha" alemana o francesa. Vamos, que en cuanto les aflojen un poco más
la mosca, dirán que los crímenes han sido cometidos por los
"ultras".
Y no se cansan de clamar contra la "xenofobia de la
ultraderecha," por más que los partidos que tertulianuchos y periodistines
tildan de fascistas no pidan mas que el cumplimiento de las leyes y que se acote
el desparrame de buenismo suicida. Porque las "ultraderechas" europeas
-hasta donde alcanzo a saber, que es, sin duda, más que los parlanchines necios-
no reniegan del extranjero por ser extranjero, ni exigen cerrar la frontera a
cal y canto, como en su día hiciera el bolchevismo soviético. Lo que piden es
que no se permita la entrada de cualquiera que venga aunque no cumpla unas
mínimas condiciones de adaptación a su nueva residencia, y de respeto a las
leyes, normas y costumbres de quienes les acogen.
Porque lo contrario -la
autoreclusión en barrios cerrados y costumbres originarias- no hace sino
fomentar la posibilidad de terroristas de segunda generación; o sea, los hijos
de los inmigrantes, ya nacidos en Europa, que se sienten excluidos por los
países que acogieron a sus padres, pero a los que no se sienten
ligados.
No dejan los periodistas y tertulianos de asombrarse porque a
veces los terroristas islámicos tienen la nacionalidad del país -Francia,
Alemania, España- donde cometen sus fechorías. Y no entienden que, por mucho que
tengan la nacionalidad por nacimiento -ius soli- no están integrados en
sus respectivos países. No sienten, no piensan, no viven como alemanes,
franceses o españoles; viven y piensan y sienten como enemigos de sus propios
conciudadanos, a los que odian y a los que anhelan sojuzgar y -llegado el caso-
exterminar.
Y no entienden que esto es así por una razón simple: los
hijos de esos inmigrantes musulmanes -la segunda generación- se encuentra
generalmente apartada de una sociedad que no les ofrece trabajo, ni vivienda, ni
proyecto de vida; que los tiene apartados, en guetos medio autoimpuestos y medio
obligados por la sociedad que no se esfuerza en integrarlos.
La única
manera de poderlos integrar es que tengan trabajo, vivienda -ganada con su
esfuerzo, no regalada por ser distintos a los desgraciados que pagan impuestos-,
proyecto de vida.
Y la única manera de podérselo ofrecer, y que la
segunda generación de inmigrantes no se revuelva contra sus países de
nacimiento, es que no entren más nuevos inmigrantes de aquellos que la sociedad
puede acoger.
Lo contrario -lo que se lleva haciendo décadas- no es sino
sembrar el terrorismo futuro.
Amigo, no pensaba traerte a este diario, donde tanta basura,
tanta estupidez, tanta zafiedad tengo que comentar cuando no me vence el
aburrimiento de una actualidad esperpéntica.
No quería mezclarte en esta zahúrda de miserias; pero, pese
a lo que aquí me veo obligado a comentar, esta sigue siendo mi casa virtual, y
en mi casa siempre tienes las puertas abiertas.
No quería mezclarte en la mezquindad actual, pero tu hijo
-mi casi sobrino- me dijo que escribiera algo bonito. Me lo dijo -¡fíjate qué
hijos has criado, y qué orgulloso puedes estar de ellos!- mientras me
consolaban a mi por tu pérdida. Porque -lo sabes- al final me pudo el corazón,
no logré mantener la serenidad para apoyarlos, y di rienda suelta a mi propio
dolor mientras me abrazaba a ellos. Y a ti.
No se si de aquí saldrá algo bonito, si saldrá regular o
siquiera legible. Se que nunca podrá salir lo que tu te mereces, y con la
tristeza de saber que no estaré a la altura me pongo a la faena.
Y también con la nostalgia de esas conversaciones que ya no
tendremos; de esos tiros a un bote que ya no pegaremos mano a mano; de esas
cervezas, caducadas de cuatro o cinco años, que tan bien nos supieron, o de las
que te esperan en mi casa, junto a las aceitunas y las almendras.
Quizá no sea nostalgia la palabra. La nostalgia es la
tristeza por la ausencia, y se que tu no sólo no estás ausente de nuestras
vidas, sino que estás -si cabe- más presente. Porque antes estabas con uno,
dos, tres de nosotros; y ahora estás con todos.
Porque, ¿sabes?, no te has ido. No nos da la gana de que te
hayas ido, así es que sigues con nosotros. Con todos y cada uno. Te has ido
como un espartano, luchando como un león, peleando con uñas y dientes -y a
mordiscos, cuando ha hecho falta- porque la única forma digna de irse -de
volver- es sobre el escudo.
Y los que vuelven
sobre el escudo, siempre permanecen.
Te has ido porque el cuerpo tiene sus límites, porque las
fuerzas físicas se agotan, porque somos mortales y hemos de morir. Pero tu
espíritu no se ha rendido, no se ha doblado, no se ha permitido un descanso ni
una derrota. Tu espíritu de león espartano que, en la adversidad, sacaba
fuerzas para animar a quienes te rodeaban.
Nos has dejado -sólo por ahora- con un ejemplo de dignidad,
de fortaleza y de valor. Con la dignidad de un Cónsul romano, la fortaleza de
un león y el valor de un espartano.
Quiero decir tantas cosas que me lío. En las horas de
insomnio es más fácil, todo cuadra, todo se hila; pero a la hora de ponerlo
sobre el papel -sobre la pantalla- se deslavaza y sale a trompicones.
Se preguntarán los que lean a santo de qué viene tanto
hablar de espartano. Tu lo sabes, amigo; lo sabe tu familia, y lo se yo. El
resto, me harán la merced de aceptar mi palabra.
Los que no te conocieron -los que si te conocían y valen la
pena no lo necesitan- también aceptarán mi palabra si digo que fuiste -eres- un
hombre de bien, un amigo de los que están cuando hacen falta, de los que saltan
sobre cientos de kilómetros cuando se les necesita. De los que hacen mejor este
mundo. De los que dejan huella en el alma, no sólo en la memoria.
Por eso, Iñaki -amigo, hermano- no le pido a Dios que te
acoja. Se que estás con Él y, por eso, lo que te pido -a ti, espartano- es que
nos eches una manita.
Si seremos decentes que el Psoe, mientras arruinaba, no dejaba de insultarnos y falsificarnos y de hacernos películas fantásticas de los años 30.
Si seremos decentes que aún tenemos vergüenza, no vamos a ver a Obama y ni siquiera tenemos un E.R.E. Si lo seremos que no hemos escapado hacia el PP a jurar fidelidad a Merkel.
Ni siquiera nos hemos refundado porque seguíamos siendo los modernos. O sea, los de Falange.