Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 21 de febrero de 2017

SOBRE LA PROPUESTA DE DON PEDRO SÁNCHEZ.


Don Pedro Sánchez, honorable -es un decir- particular que pretende volver a ser un ejemplo de derrota, de hundimiento y de ridículo; o sea: volver a mangonear en un PSOE hecho a su imagen y semejanza, lo que equivale a decir un partido arcaico, novecentista, troglodítico y de simple transición al rojerío estalinista. Vamos, lo normal en el PSOE, aunque en ciertos momentos el disfraz le haya funcionado antes de tirarse de cabeza al precipicio zapaterista y vulgar.

Don Pedro Sánchez propone, como cosa nueva, varias cuestiones. La primera -al menos así la señala 20 minutos, edición papel de Madrid, pág. 3-, erradicar la corrupción.

Lo cual estaría muy bien; sobre todo, si no lo dijera un señor en cuyo partido hay dos presidentes -recientes- de comunidad autónoma empapelados, y en cuya historia atesora aquellas minucias de Filesa, Malesa, Time Export, el papel del BOE, la Cruz Roja, Renfe... Y probablemente, muchos que se me olvidan. No parece, pues, que sea el PSOE el indicado para tirar demasiadas piedras. Se me dirá que son casos antiguos, que ya se lavaron; y me remitiré de nuevo a los dos presidentes autonómicos encausados.

Propone don Pedro Sánchez un modelo territorial estable y equilibrado; y para ello -siempre según el citado periódico- reformar la Constitución para definir una España federal perfeccionando el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado.

Pensar que un Estado federal -porque lo que puede establecer una Constitución es la forma del Estado, no de España en sí- sería estable y equilibrado es de una candidez rayana en la idiocia. No hay mas que ver lo bien que funciona el Estado de las autonomías para suponer lo que sería el federal. O mejor aún: basta con echar la vista atrás y recordar las maravillas de la Primera República, cuando, por ejemplo, Jumilla se declaraba independiente de Murcia y le declaraba la guerra, o cuando el Cantón de Cartagena asolaba las costas mediterráneas de sus pueblos enemigos en la costa murciana, alicantina o almeriense.

¿Cosas antiguas, también? Evidentemente. Tan antiguas como el socialismo, más o menos. Pero también tan actuales como las propuestas actualísimas de los cartageneros separatistas de hoy, que no hace mucho afirmaban -véase Libertad Digital- su deseo de abandonar la comunidad autónoma de Murcia si no les dejaban formar su propia provincia. Y hasta separatistas castellanos, tócate las narices, Pedrito, y equilibra eso.

Desea don Pedro Sánchez detener el cambio climático. Casi nada. El solito, metiendo a España en la caverna, acabará con el cambio climático. Porque el es capaz, ya lo creo. Como Zapatero lo fue de aliarse con las civilizaciones, soltándole una pasta gansa -nuestra pasta- al gobierno dictatorial y golpista de Turquía, que eso es lo que se llama tener ojo a la hora de buscarse aliados democráticos. Pues don Pedro va a detener el cambio climático, se supone que haciendo que los españoles dejemos de consumir electricidad, porque las llamadas renovables no nos llegan ni para empezar y nos cuestan uno y la yema del otro; y de las nucleares, claro, ni hablamos. Venga, don Pedro; dígale a sus posibles votantes que van a tener que dejar de ver el Gran Hermano por falta de electricidad, que no van a poder guasapear porque no podrán recargar el móvil; que no podrán feisbuquear por no poder encender el ordenador; que la electricidad será racionada, y también el agua, porque eso de hacer pantanos es vicio fascista. Dígale a sus presuntos votantes que se olviden del coche, del aire acondicionado, de la calefacción, y de tantos otros vicios burgueses, y a la vuelta me lo cuenta.

Pero esto casi es lo de menos, puesto que don Pedro va a establecer un nuevo modelo económico. En ese nuevo modelo, quizá no sean necesarios los vehículos particulares, ni la energía eléctrica, ni los derivados del petróleo -no sólo la gasolina de los contaminantes coches, sino también el gas para cocinar-; tal vez no hagan falta los ladrillos, ni los pantanos, ni los trasvases, ni los trenes, ni los aviones. Porque en las cavernas todo eso está de mas, y ya nos podemos dar con un canto en los dientes si conseguimos un cacho de mamut que echar en el perolo.

También puede andar por ahí la intención de dar respuesta al envejecimiento de la población. Porque me parece razonable pensar que sin gas, ni electricidad, ni agua, la población va a envejecer poco. Al menos, la población autóctona, mal acostumbrada por décadas de comodidades burguesas, originarias del atroz fascismo que por primera vez en siglos nos dio la posibilidad de comer caliente -en muchos casos, simplemente de comer-, de beber agua potable, de calentar nuestras casas -esa es otra, la posibilidad de tener casa-, y de tener vehículo propio. Lo que demuestra la maldad del franquismo, por supuesto. 

Acostumbrados a tales dispendios, no sería extraño que la población española envejeciera poco. Tampoco sería extraño que -cosa de las matemáticas- disminuyera bastante. Así es que don Pedro -tan progresista, tan democrático, tan zapaterista- tendrá que importar gente joven de lugares donde -por desgracia- las futuras condiciones de la España sanchista, zapaterista, socialista, podemista, sean habituales desde hace siglos. O sea: güelcome refugees y otras cacarmenadas.

Y entre las medidas que propone, una con la que difícilmente se puede estar en desacuerdo: la jornada laboral de 30 horas semanales. A eso, don Pedro, me apunto. Sobre todo, si significa que todos los españoles -y los millones de extranjeros que tenemos entre nosotros- van a trabajar 30 horas semanales, todas las semanas. 

Si se trata -como me temo- de que habrá el mismo trabajo, pero repartido entre más gente -el socialismo siempre ha sido muy hábil a la hora de repartir la miseria, puesto que la crea en abundancia, y ya don Felipe González inició el camino con las empresas de trabajo temporal-, le diré a don Pedro Sánchez que se vaya a.... Bueno, mejor no lo digo, no sea que acabe mandándolo a hacer algo que en el fondo le guste y aún así algún fiscal me quiera tocar...


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