Los que, con motivo del nuevo desafío separatista
catalán, han vuelto a sacar a las ondas o las rotativas los medios de
comunicación pacifistas, tolerantes y democráticos.
El desafío es -ya ustedes lo
sabrán- la reforma del reglamento del parlamento autonómico de Cataluña, para
permitir que una ley -autonómica, no lo olvidemos- que presente cualquiera, sea
votada y aprobada a la voz de ya, hurtando toda posibilidad de debate. Esto -tan
democrático como es de esperar en los que llevan décadas pasándose por el forro
de las barretinas sus propias leyes-, supone que -véase El
País- cuando se esté celebrando un pleno ordinario, dos grupos
parlamentarios podrán solicitar una modificación del orden del día para votar la
ley de ruptura sin que se haya producido debate ni enmiendas, ni el
trámite habitual.
O sea: que en cualquier momento los aldeanos pueden decidir que
ellos son independientes, y al diablo la mayoría de habitantes de Cataluña, que
según sus propios sondeos de opinión, es opuesta a la secesión.
Y, como decía al principio, los
medios de comunicación han comenzado a hablar -como buenos pacifistas,
dialogantes, tolerantes- de tanques, y de qué pasaría si el parlamento
autonómico de la región catalana decidiera declararse en rebeldía, de si se
aplicaría el artículo 155 de la Constitución, y de cómo hacerlo cumplir.
Como no soy ni
pacifista, ni tolerante -al menos, no con lo intolerable-, ni dialogante -al
menos, no con los mamarrachos engreídos y fatuos-, ni, por supuesto, demócrata
de esta democracia de mierda, puedo permitirme ser racional.
Y lo racional es - a ver qué
demócrata puede negármelo- aplicar la ley. Porque las leyes están para
cumplirlas y, si no funcionan, para cambiarlas de acuerdo con los procedimientos
establecidos. Lo contrario es, lisa y llanamente un golpe de Estado.
Por lo tanto, es
evidente que el Gobierno de España debe aplicar -debería haber aplicado hace
muchos años- el artículo 155 de la Constitución:
Artículo 155
1. Si una Comunidad Autónoma no
cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o
actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el
Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el
caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado,
podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento
forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés
general.
2. Para la ejecución
de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar
instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
Y, como resulta bastante verosímil que el señor presidente del
gobierno autónomo de la región catalana hiciera caso omiso al requerimiento, lo
suyo sería aplicar el apartado segundo: el Gobierno podrá dar instrucciones a
todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
¿Qué pasaría entonces? ¿Habría que
mandar los tanques, como insinúan tertulianos radiofónicos y como repiten
los separatistas, que parecen esperarlo con ansia porque -con su complejo de
eternos derrotados en la guerra de sucesión de la corona de España de hace dos
siglos largos- lo que más les gusta es hacerse las víctimas? ¿Habría que darles
gusto y llevarles un par de tanques -con BMR sobra- para que se sientan mejor?
Pues lamento
decir que no. Que para el separatismo catalán basta con cumplir la ley. Basta
con -apartado segundo del artículo 155- ordenar a la policía autónoma que
detenga a los delincuentes; en este caso, a los funcionarios de la
administración española -designados a dedo; a muchos dedos, si se quiere, pero a
dedo- que la representan en la administración autonómica.
Esos funcionarios de la
administración española -para que los separatistas me entiendan: el gobierno
autónomo- tienen la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes. Las leyes
españolas, obviamente. Si no lo hacen, estarán prevaricando, y deberán ser
encausados por ello.
¿Y qué van a hacer esos funcionarios prevaricadores de la
administración en Cataluña? ¿Contra quien van a luchar heroicamente, si quien
los va a detener es su propia policía autónoma? ¿O es que piensan que esos mozos
de escuadra son su ejército, y con él darán un golpe militar que traiga la
secesión y que -sobre todo- evite que se fijen en los tres por ciento y
otros asuntillos?
Pues vuelvo a lamentarlo, pero los sindicatos de los mozos de
escuadra ya han repetido en diversas ocasiones que ellos están para cumplir la
ley, y que no son un ejército separatista.
Habrá de todo, claro; habrá mozos
que se ofrezcan a ser la fuerza armada de esa independencia, creyendo que para
ascender de policía a soldado no hay más que pensarlo. Y habrá otros que se
mantengan en su lugar, en su puesto y en su obligación legal. Y si los
separatistas sacan a sus redivivos escamots a la calle, los mozos que
sigan haciendo su trabajo los detendrán, y punto. Y si se resisten, y emplean
sus armas -u otras que los partidos separatistas les faciliten lo cual, por
cierto, caería dentro de la figura delictiva de contrabando de armas- y los
otros tienen que emplear la fuerza -la fuerza amparada por la ley- tendrán un
bonito simulacro de guerra civil catalana.
Y, ¿qué pasaría si, finalmente,
todos los policías autonómicos se pusieran a disposición de los dirigentes de
los partidos separatistas y se formaran como el ejército catalán con que algún
descerebrado ha elucubrado profusamente, incluso haciendo una lista de las
Unidades del Ejército español que querían quedarse para su nuevo chiringuito?
Pues entonces si;
entonces estaríamos ante un delito de sedición militar, y habría que mandar
los tanques.
¿De verdad piensan los separatistas llegar a ese extremo? ¿De
verdad se creen que sus mozos de escuadra, tan duchos en esquivar y soportar
bovinamente -por órdenes superiores, sin duda- las manifestaciones y algaradas
de la ultraizquierda antisistema y anarcoide, podrían ofrecer alguna resistencia
en una campaña militar? ¿De verdad se creen que los tanques -ellos son
los primeros, si no los únicos que los nombran, porque anhelan verlos por sus
calles para lloriquear a gusto en su victimismo- serían siquiera necesarios?
¿O es que piensan
que, junto a su presunto ejército de mozos de escuadra, contarían con las
manadas de anarcodrogatas, de pijos antisistema, de guarros sin filiación? ¿De
verdad creen que alguien en la UE se iba a escandalizar porque el Ejército, en
cumplimiento de las órdenes de su legítimo Gobierno y de las leyes, le diera dos
sopapos a los protagonistas de un golpe de Estado? ¿Esa misma UE que también
tiene problemas de aldeanos separatistas en Francia, en Reino Unido, en Italia,
en Bélgica?
¿Y se
piensan que, por muy pacato, timorato y cobarde que sea el Gobierno de España,
la UE iba a consentir la secesión catalana sin mandarle a Rajoy una notita
pidiéndole -exigiéndole- que ponga orden en su casa, porque se les alborota su
propio gallinero?
En fin, señores del separatismo catalán, déjense de tonterías,
hagan frente a sus tres por ciento como hombrecitos, aguanten los añitos
de cárcel -pocos, según costumbre- que les toquen, y dejen a los catalanes vivir
en paz.
Y dejen
también en paz a los tanques, que con esas cosas no se juega.
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