Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 8 de marzo de 2017

SOBRE "LOS TANQUES."


Los que, con motivo del nuevo desafío separatista catalán, han vuelto a sacar a las ondas o las rotativas los medios de comunicación pacifistas, tolerantes y democráticos. 
 
El desafío es -ya ustedes lo sabrán- la reforma del reglamento del parlamento autonómico de Cataluña, para permitir que una ley -autonómica, no lo olvidemos- que presente cualquiera, sea votada y aprobada a la voz de ya, hurtando toda posibilidad de debate. Esto -tan democrático como es de esperar en los que llevan décadas pasándose por el forro de las barretinas sus propias leyes-, supone que -véase El País- cuando se esté celebrando un pleno ordinario, dos grupos parlamentarios podrán solicitar una modificación del orden del día para votar la ley de ruptura sin que se haya producido debate ni enmiendas, ni el trámite habitual.
 
O sea: que en cualquier momento los aldeanos pueden decidir que ellos son independientes, y al diablo la mayoría de habitantes de Cataluña, que según sus propios sondeos de opinión, es opuesta a la secesión. 
 
Y, como decía al principio, los medios de comunicación han comenzado a hablar -como buenos pacifistas, dialogantes, tolerantes- de tanques, y de qué pasaría si el parlamento autonómico de la región catalana decidiera declararse en rebeldía, de si se aplicaría el artículo 155 de la Constitución, y de cómo hacerlo cumplir. 
 
Como no soy ni pacifista, ni tolerante -al menos, no con lo intolerable-, ni dialogante -al menos, no con los mamarrachos engreídos y fatuos-, ni, por supuesto, demócrata de esta democracia de mierda, puedo permitirme ser racional.  
 
Y lo racional es - a ver qué demócrata puede negármelo- aplicar la ley. Porque las leyes están para cumplirlas y, si no funcionan, para cambiarlas de acuerdo con los procedimientos establecidos. Lo contrario es, lisa y llanamente un golpe de Estado. 
 
Por lo tanto, es evidente que el Gobierno de España debe aplicar -debería haber aplicado hace muchos años- el artículo 155 de la Constitución:  
 
Artículo 155 
1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general. 
 
2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas. 
 
Y, como resulta bastante verosímil que el señor presidente del gobierno autónomo de la región catalana hiciera caso omiso al requerimiento, lo suyo sería aplicar el apartado segundo: el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas. 
 
¿Qué pasaría entonces? ¿Habría que mandar los tanques, como insinúan tertulianos radiofónicos y como repiten los separatistas, que parecen esperarlo con ansia porque -con su complejo de eternos derrotados en la guerra de sucesión de la corona de España de hace dos siglos largos- lo que más les gusta es hacerse las víctimas? ¿Habría que darles gusto y llevarles un par de tanques -con BMR sobra- para que se sientan mejor? 
 
Pues lamento decir que no. Que para el separatismo catalán basta con cumplir la ley. Basta con -apartado segundo del artículo 155- ordenar a la policía autónoma que detenga a los delincuentes; en este caso, a los funcionarios de la administración española -designados a dedo; a muchos dedos, si se quiere, pero a dedo- que la representan en la administración autonómica.  
 
Esos funcionarios de la administración española -para que los separatistas me entiendan: el gobierno autónomo- tienen la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes. Las leyes españolas, obviamente. Si no lo hacen, estarán prevaricando, y deberán ser encausados por ello.  
 
¿Y qué van a hacer esos funcionarios prevaricadores de la administración en Cataluña? ¿Contra quien van a luchar heroicamente, si quien los va a detener es su propia policía autónoma? ¿O es que piensan que esos mozos de escuadra son su ejército, y con él darán un golpe militar que traiga la secesión y que -sobre todo- evite que se fijen en los tres por ciento y otros asuntillos? 
 
Pues vuelvo a lamentarlo, pero los sindicatos de los mozos de escuadra ya han repetido en diversas ocasiones que ellos están para cumplir la ley, y que no son un ejército separatista.  
 
Habrá de todo, claro; habrá mozos que se ofrezcan a ser la fuerza armada de esa independencia, creyendo que para ascender de policía a soldado no hay más que pensarlo. Y habrá otros que se mantengan en su lugar, en su puesto y en su obligación legal. Y si los separatistas sacan a sus redivivos escamots a la calle, los mozos que sigan haciendo su trabajo los detendrán, y punto. Y si se resisten, y emplean sus armas -u otras que los partidos separatistas les faciliten lo cual, por cierto, caería dentro de la figura delictiva de contrabando de armas- y los otros tienen que emplear la fuerza -la fuerza amparada por la ley- tendrán un bonito simulacro de guerra civil catalana. 
 
Y, ¿qué pasaría si, finalmente, todos los policías autonómicos se pusieran a disposición de los dirigentes de los partidos separatistas y se formaran como el ejército catalán con que algún descerebrado ha elucubrado profusamente, incluso haciendo una lista de las Unidades del Ejército español que querían quedarse para su nuevo chiringuito? 
 
Pues entonces si; entonces estaríamos ante un delito de sedición militar, y habría que mandar los tanques.  
 
¿De verdad piensan los separatistas llegar a ese extremo? ¿De verdad se creen que sus mozos de escuadra, tan duchos en esquivar y soportar bovinamente -por órdenes superiores, sin duda- las manifestaciones y algaradas de la ultraizquierda antisistema y anarcoide, podrían ofrecer alguna resistencia en una campaña militar? ¿De verdad se creen que los tanques -ellos son los primeros, si no los únicos que los nombran, porque anhelan verlos por sus calles para lloriquear a gusto en su victimismo- serían siquiera necesarios? 
 
¿O es que piensan que, junto a su presunto ejército de mozos de escuadra, contarían con las manadas de anarcodrogatas, de pijos antisistema, de guarros sin filiación? ¿De verdad creen que alguien en la UE se iba a escandalizar porque el Ejército, en cumplimiento de las órdenes de su legítimo Gobierno y de las leyes, le diera dos sopapos a los protagonistas de un golpe de Estado? ¿Esa misma UE que también tiene problemas de aldeanos separatistas en Francia, en Reino Unido, en Italia, en Bélgica? 
 
¿Y se piensan que, por muy pacato, timorato y cobarde que sea el Gobierno de España, la UE iba a consentir la secesión catalana sin mandarle a Rajoy una notita pidiéndole -exigiéndole- que ponga orden en su casa, porque se les alborota su propio gallinero? 
 
En fin, señores del separatismo catalán, déjense de tonterías, hagan frente a sus tres por ciento como hombrecitos, aguanten los añitos de cárcel -pocos, según costumbre- que les toquen, y dejen a los catalanes vivir en paz. 
 
Y dejen también en paz a los tanques, que con esas cosas no se juega. 

 

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