En la que -según informa El Imparcial, del cual la tomo, pero que se ha divulgado en otros muchos periódicos- cerca de un millar de reconocidos intelectuales se manifiestan contrarios al aborto, poniendo las cosas en sus justos términos científicos.
A qué negar que me satisface ver cómo toda una consultora de Bioética de Naciones Unidas -la doctora Mónica López Barahona- certifica que el embrión unicelular ya es vida humana; y que un catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá de Henares -Nicolás Jouve- explica que la concepción es el momento en que se constituye "la identidad genética singular" de cada persona.
Cosas ambas que me permití señalar en mi comentario de hace un par de días a propósito de los experimentos con células madre, y eso a pesar de que mi formación científica se reduce a la del Bachillerato -eso si, el del franquismo-, lo cual demuestra que para comprender esta realidad de la vida única e irrepetible desde el momento de la concepción o fecundación basta con algo de inteligencia, sentido común y cultura básica. Tres cosas, al parecer, poco habituales hoy día.
Me alegro igualmente de la iniciativa de este millar de científicos, si bien es cierto que -lo mismo que decía ayer a propósito de la campaña publicitaria de la Conferencia Episcopal- hubiera sido de agradecer que levantaran su voz con anterioridad, lo que acaso hubiera logrado disminuir el número de asesinatos cometidos el ultimo cuarto de siglo.
A qué negar que me satisface ver cómo toda una consultora de Bioética de Naciones Unidas -la doctora Mónica López Barahona- certifica que el embrión unicelular ya es vida humana; y que un catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá de Henares -Nicolás Jouve- explica que la concepción es el momento en que se constituye "la identidad genética singular" de cada persona.
Cosas ambas que me permití señalar en mi comentario de hace un par de días a propósito de los experimentos con células madre, y eso a pesar de que mi formación científica se reduce a la del Bachillerato -eso si, el del franquismo-, lo cual demuestra que para comprender esta realidad de la vida única e irrepetible desde el momento de la concepción o fecundación basta con algo de inteligencia, sentido común y cultura básica. Tres cosas, al parecer, poco habituales hoy día.
Me alegro igualmente de la iniciativa de este millar de científicos, si bien es cierto que -lo mismo que decía ayer a propósito de la campaña publicitaria de la Conferencia Episcopal- hubiera sido de agradecer que levantaran su voz con anterioridad, lo que acaso hubiera logrado disminuir el número de asesinatos cometidos el ultimo cuarto de siglo.
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