Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 23 de enero de 2019

SOBRE VEHÍCULOS DE TRACCIÓN ANIMAL.

Porque, a la vista de lo que está ocurriendo con los secuestradores del taxi, es bastante dudoso que sus automóviles, por más que sean de motor, no constituyan un ejemplo de vehículo de tracción animal. Mulas o bueyes. O asnos.

A mi me parece bien que los taxistas ejerzan sus derechos legales. Me parece bien que protesten si tienen de qué, y que se quejen si hay motivo. Pero creo que ni los taxistas hoy -y ayer-, ni los huelguistas de cualquier tipo en cualquier momento, sean quiénes para impedir que los ciudadanos circulen libremente por la calle o la carretera que precisen usar. Que, además, para eso la han pagado.

Ya hace muchos años -cerca de treinta- tuve una experiencia con unos de esos huelguistas que toman como rehenes a los que pasan por allí, y les privan de sus derechos fundamentales sin que a ninguna autoridad se le mueva un puñetero voto. Fue en Despeñaperros, y estuvimos parados en mitad de ningún sitio durante una hora más o menos, mientras los alegres muchachos de la juerga se pasaban por el forro el artículo 19 de la Constitución, bajo la mirada de la única pareja de la Guardia Civil que el señor Subdelegado del Gobierno tuvo a bien enviar.

En fin, para qué voy a seguir. Les dejo con unas cuantas imágenes. Y -atención- con una solución imaginativa al final.





Y lo prometido, la solución:


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