Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 7 de enero de 2018

SOBRE LA CARROZA VALLECANA.

La carroza de la cabalgata de los Reyes Magos del barrio madriñeño de Vallecas, en la que los grupitos de lesbianas, homosexuales, transexuales y toda esa gente que no tiene en su vida más aliciente ni meta que el sexo, han protagonizado la polémica.

La gente anda escandalizada, y no seré quien diga que sin motivo. Sin embargo, esto no tiene nada de sorprendente. Todos esos grupitos citados -que me harán ustedes la merced de no tener que repetir-, siempre están en lo mismo, que no es otra cosa que atacar al catolicismo.

Al catolicismo, que no a la religión en sentido abstracto. Estos grupitos no han irrumpido jamás en una mezquita; no han sacado sus reivindicaciones -que ya no sabe uno qué más tienen que reivindicar, si tienen copados los medios de comunicación- en las celebraciones del fin del Ramadán; ni siquiera han obligado a los judíos a tolerarles en alguna de sus festividades, y eso que todos ellos -los grupitos lésbicos, homosexuales y todo eso- suelen ser declaradamente antiisraelíes.

Y entiéndaseme bien, que no pretendo incitarles a que hagan lo mismo contra otros, ni tengo ningún deseo de provocar a musulmanes, judíos o budistas. Lo que quiero es dejar claro que todo lo que hacen estos marimachos, estos machomaris y etc., siempre van contra el catolicismo y los católicos. 

De forma, que estoy totalmente de acuerdo en considerar lo de esta carroza una aberración, como está opinando tanta gente que personaliza sus quejas en la señora Carmena, lamentable alcalda de Madrid. 

Pero me parece justo recordar que el desmadre de desnavidear la Navidad no es cosa de los comunistas podemitas, sino que viene de bastante antes. Concretamente, del señor Ruíz Gallardón, bajo cuyos auspicios se decoró la ciudad con palabras tan poco navideñas como escoria o estupro. Si, eso.

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