Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 6 de octubre de 2017

SOBRE LA OCASIÓN PERDIDA.

Ocasiones perdidas -en lo que al separatismo se refiere- llevamos muchas; llevamos tantas como días quepan en cuatro décadas, más o menos, que deben ser un montón.

Pero la ocasión perdida de hoy, va a cuenta de los puigdemones, los junqueras, las forcadelles y, en general, de los rufianes, dicho sea en su doble valor de sustantivo y adjetivo.

Porque hoy es, como ya todos ustedes saben -salvo que sean tan despistados como el que suscribe- 6 de octubre. ¡Qué momento, qué día, qué fecha para que los separatistas repitan la mascarada de Companys de hace 83 años!

En aquella fecha -6 de octubre de 1934- Companys se encaramó, cual mono de feria, al balcón de su Yeneralitat -que no tenía mucho que ver con la Generalidad, de la misma forma que Catalunlla no tiene nada que ver con Cataluña-, y proclamó el Estat Catalá. Unas horas después, el General Batet le metía en chirona, siguiendo las órdenes del Gobierno de la República, y puso fin a la mascarada independentista aunque, eso si, a costa de muchos muertos, que es lo que a ellos -los separatistas- les gusta.

Y, sin embargo, los separatistas de hogaño -tan propensos a conmemorar derrotas- no tienen, al parecer, intención de aprovechar la fecha para repetir la hazaña, acaso porque hasta ahora vivían en su mundo feliz, atiborrados de soma -léase a Huxley-, pero ya les van retirando su dosis en forma de huida de empresas, que se están largando de la Catalunlla guarroseparatista porque -como todos los que sabemos leer y nos hemos molestado en practicarlo- intuyen lo que le viene encima a la hipotética Cataluña independiente. Lo cuenta Jesús Hernández (comunista, para que no me digan): 

“Barcelona fue víctima de una incautación anarcosindicalista casi total. La CNT-FAI se apoderó del transporte, del comercio, de los teatros, de los cines, de la industria, de los hoteles, del puerto y de la frontera. El Gobierno de la Generalidad era un fantasma que, cuando pedía ayuda al Gobierno central, encontraba la desolación del señor Giral o la soberbia despectiva de Largo Caballero. La FAI exigía, con sus pistolas, en los despachos oficiales. Eso era realmente Barcelona en el verano de 1936: la víctima de un atraco inmenso, inaudito, a cargo de un ejército de pistoleros y de aventureros dispuestos a despojarla del último botón.”

Venga, hombre, Puigdemon, retrátese usted como lo que es -un mamarracho- y haga honor a su victimismo llorón subiéndose al balcón -o a la cucaña- en esta fecha. Que podamos solazarnos el fin de semana viendo cómo entra en la cárcel, cómo la mitad de sus mosus arresta a la otra mitad, y cómo sus amigos anarcoguarros instalan sus comunas y sus tribus, e inician las requisas de los domicilios de los señoritos separatistas.

Vamos, Carlitos... ¡alégranos el día!


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