Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 25 de enero de 2017

SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LOS CIUDADANOS DESPELOTADOS.


Despelotados, porque como seguramente ustedes recuerden, el principio de Ciudadanos fue la imagen del señor Rivera en pelota picada como reclamo electoral, lo cual demostró -desde el principio- dos cosas: que el señor Rivera tiene unalto concepto de sí mismo, y que lo único que tienen para ofrecer es la pura fachada.

Bien; pues ahora, Ciudadanos expedienta a dos ediles por permitir dar una calle al dueño de un bar profranquista. La cosa -según cuenta El País- es que dos concejales de ese despelotamiento ciudadanista han permitido con su abstención que en Almuradiel (Ciudad Real) se le ponga a una calle el nombre del dueño del bar profranquista Casa Pepe, Juan Navarro, que falleció en noviembre de 2014, que convirtió el bar que regentaba en Despeñaperros (entre Ciudad Real y Jaén) en un homenaje a la dictadura del general Francisco Franco.

Delito inexcusable, eso de tener opinión propia y manifestarla, como si existiera un artículo 20 en esa Constitución que adoran -como becerro de oro- estos gorrinos de mierda. Delito inexcusable, pecado nefando, el de trabajar incansable y honradamente -cosas de por si inconcebibles para los paniaguados de esta cacocracia, o sea, gobierno de los cacos, que padecemos-; el de ofrecer un servicio impecable, unas atenciones inmejorables, un ambiente educado y limpio en el que hacer un alto y tomarse un café, o comer magníficamente a precio de trabajadores, no de chulos de tarjeta black.

Pero estos Ciudadanos del despelote, siempre condenarán la dedicatoria de una calle a una persona cuya ideología es abiertamente contraria a los principios y valores democráticos que defiende nuestra formación.

Es decir: no se oponen a dedicar una calle porque piensen que el homenajeado no ha hecho méritos para ello, sino por sus ideas. Puede haber hecho cosas buenas -como así fue, de hecho, pues patrocinaba equipos deportivos y actividades diversas de la comunidad-, pero como tuvo las ideas que tuvo, hay que condenarle por su ideología.

Espero que -inmediatamente- los Ciudadanos despelotados exijan la retirada de los nombres de calles como Largo Caballero (el Lenin español), Dolores Ibárruri (la Pasionaria), Luis Araquistáin, Manuel Azaña (el de los "tiros a la barriga" de Casas Viejas), Vicente Rojo, Segunda República, 5º Regimiento, 14 de abril,  Milicias republicanas, Enrique Lister, Juan Modesto, General Miaja y un etcétera tan largo como se quiera, todas ellas dedicadas a personas, fechas u organizaciones que sólo un necio puede considerar afectas a los principios democráticos salvo que el despelote ciudadánico lleve entre sus principios la apología del golpe de Estado (elecciones municipales que cambian un régimen, revolución de Asturias, 1934), la disculpa del asesinato político avisado en sesión parlamentaria, o la glorificación de militares guerracivilistas o de milicias radicalmente estalinistas.

Espero, ni que decir tiene, cómodamente sentado, porque los pánfilos de esta memocracia no tienen ideas, sino antipatías. Se que repito mucho esta sentencia de Longanessi, pero es que no hay definición mejor para tanto mamarracho.



2 comentarios:

herrgoldmundo dijo...

No me gusta pecar de "pelota", pero si no lo escribo reviento.
Resulta un verdadero placer leer todas y cada una de las entradas a su blog, y no solo porque la mayoría de la veces esté de acuerdo con sus incisivas observaciones y razonados argumentos, que también, sino porque usted se expresa en una prosa tan preciosista e irónica que logra que el acto de leer, en sí mismo, ya resulte harto grato y satisfactorio.

Un saludo, y perdóneme el "peloteo".

Pd. Totalmente de acuerdo con sus apreciaciones sobre C´s.

RE dijo...

No me creo merecedor de tan halagadora calificación, pero -¡a qué negarlo!- la agradezco profundamente. Saber que lo que escribo le gusta a alguien siempre es un aliciente.

Un abrazo, amigo.

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