Porque, por mucho que algún agente discográfico le bautizase como Bob Dylan, el reciente premio Nóbel de Literatura nació como Robert Allen Zimmerman (en hebreo, Shabtai Zisl ben Avraham, según la Wikipedia). De donde me permito deducir que el señor Zimmerman es judío -al menos de nacimiento-, lo cual no tendría que significar nada especial. ¿O si?
Desconozco en absoluto lo poéticas que puedan resultar las letras de las canciones del señor Zimmerman. No entiendo de inglés mas que lo justito para medio enterarme de lo que dicen los manuales informáticos, y las traducciones que he visto en Internet no me parecen gran cosa. Puede que lo regular -tirando a malo- sea la traslación de idioma, y no las letras en sí; pero en la duda, me quedo en mi idea.
Desde la más profunda ignorancia, pues, de los méritos de don Bob Dylan para recibir el Premio Nóbel de Literatura, tengo que coincidir -como siempre, por otra parte- por lo que dice mi camarada Eloy en su Trinchera: esto no es sino otro ejemplo de la apabullante medianía de la supuesta élite intelectual. Triunfa lo vulgar -lo chabacano, lo zafio y lo grosero, si me apuran-, y se desprecia todo aquello que podría elevar el nivel cultural.
Dicho esto, no me queda sino dar gracias a Dios de que jamás se le concediera ese Premio Nóbel a Rafael García Serrano.
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