Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 17 de junio de 2013

SOBRE LA TIMIDEZ DE RAJOY.

Timidez pública, que es la que nos importa a quienes le sufrimos; con la privada, si la tiene, que se apañe él solo.
 
La timidez es la que -lo dice El Mundo- padecerá la reforma local que el Gobierno había anunciado hace meses, y todavía anda en el limbo. "Ni se reducirán los ayuntamientos, ni se acabará con las diputaciones, ni se suprimirán las mancomunidades, ni bajará el número de concejales", asevera el citado periódico.
 
Si tenemos en cuenta que esta reforma, con los prometidos recortes en la cuchipanda municipal y espesa, fue anunciada -sigue diciendo El Mundo- "el mismo día que hizo pública una gran subida de impuestos (el IVA o el fin de la desgravación por vivienda) y recortes que afectaban al subsidio del paro o la eliminación de la paga extra de los funcionarios el año pasado", la conclusión es obvia y afecta a la buena fama de los ancestros de don Mariano.
 
En cierto tiempo pasado, un juez argentino dictaminó la inocencia de un individuo acusado de llamarle a otro hijo de puta. Basaba la sentencia en que la condición de hijo de puta es personal, y no tiene nada que ver con llamar hijo de una puta, lo cual sería ofensivo para la madre del hideputeado.
 
Evidentemente, todo esto no tiene nada que ver con la timidez rajoyesca, ni con el independiente Poder Judicial, ni con los jueces para la democracia, los fiscales para la impunidad o los políticos para la corrupción. Lo cual se comunica antes de que cualquiera de estos colectivos -o todos de la mano, porque una lava la otra-, intenten meterme un loro -término que en las antiguas academias militares valía por paquete- de aquí te espero.

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