Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 13 de julio de 2011

SOBRE EL PAJARO DEL SEÑOR PEREZ.

Que, en el caso que nos ocupa, no es el melódico canario, ni el socorrido jilguero, ni el exótico periquito sino, más bien, el famoso faisán, travestido de cotorra.

Resulta que el juez Ruz -lo dice El Plural, poco sospechoso de perseguir a su amado Alfredo- ha procesado por colaboración con ETA a los imputados en el ‘caso Faisán’: el exdirector general de la Policía Víctor García Hidalgo, el inspector de la Brigada de Información de Álava y el jefe superior de Policía del País Vasco.

No voy a decir aquí que don Alfredo Pérez Rubalcaba, Ministro del Interior a la sazón, tenga nada que ver en el asunto. No voy a decir que ordenase el chivatazo; no voy a decir que siguiera órdenes para hacerlo, ni que las diera por su cuenta. Líbreme Dios de decir ninguna de esas cosas, ni muchas otras que por esos mundos se han oído, comentado o insinuado.

No voy a decir que don Alfredo Pérez Rubalcaba, Ministro del Interior a la sazón, esté implicado de ninguna manera en el asunto del pajarraco.

Pero si voy a decir que, en cualquier país serio, un Ministro del Interior que no se entera de que sus subordinados más directos colaboran con una banda terrorista, lo único decente que puede hacer es irse a su casa; porque una muestra así de ineptitud y de inoperancia, le incapacitan para cualquier aspiración pública.

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