Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 13 de diciembre de 2010

SOBRE LOS COJONES DE DOÑA LEIRE.

De donde salen los nombramientos del Ministerio de Política Social y Sanidad, según informaba La Gaceta que había explicado su titular, doña Leire Pajín, a una senadora del PP.
Mi camarada Eloy recomendaba a la señora Pajín, en estas mismas páginas, que leyera un poco, se culturizase y aprendiera a convivir con seres humanos porque, en su opinión, doña Leire anda más cerca del australopiteco que del homo sapiens.
Sin contradecir este aserto, que comparto por entero, pienso que el problema de doña Leire debe ser más bien de índole glandular. O acaso -¿quien sabe?- de identidad sexual.
Tantos años pensando en lo mismo tienen que acabar mal, y los sociatas, los rojos, los progres y los salidos llevan décadas en que no se les caen los atributos sexuales de la boca -disculpen la figura retórica-, en que no paran de -como dice mi camarada Arturo- emputecer, de amariconar, lesbianizar y sodomizar.
Para estos rojos, rojillos, rojetes, la libertad sólo pasa por sus genitales. No tienen otra cosa, los pobres, porque su cerebro es -Eloy lo dice- de australopiteco, y sólo llega a los instintos básicos: comer, beber, joder.
Pero, evidentemente, doña Leire no es Sharon Stone -a pesar de que la foto corresponde a una edad probablemente muy superior a la actual de la señora Pajín-, y andará meditando si cambiarse de acera. Un lapsus cojonero lo tiene cualquiera.
Lo peor será que acabe siendo hermafrodita, como el caracol: cornudo, baboso y rastrero.

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