Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 13 de diciembre de 2010

SOBRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

Esa a la que se arrejuntaron unos centenares de manifestantes -decía Público-, para protestar contra la detención de ese fulano, Assange, propagador de cotilleos en la página Wikileaks, que ha sido detenido por dos presuntas violaciones.
Indudablemente, lo de las violaciones tiene miga, porque las dos fulanas -conste, doña Bibiana, que lo digo para que haya igualdad en el trato que di anteriormente a Assange- se habían ofrecido al supuesto violador. Pero esa es otra historia, y si los países del ancho mundo son tan imbéciles que no hallan otra cosa para meter en vereda a un espía, allá ellos.
Pero el tema es el de los centenares de manifestantes que defienden a un espía y supuesto violador. Más que en ellos -que están en su derecho de hacer el tonto como gusten- en su dirección única de pensamiento y en su libertad de expresión según para quien.
Porque estos centenares de manifestadores tan liberales, no han dicho ni media palabra -ni siquiera el clásico que por su especie correspondería- cuando se le impidió a Eduardo García Serrano impartir una conferencia en Ciudad Real (El Plural, 11/11/2010); cuando Pío Moa fue abucheado y tildado de fascista en la Universidad Carlos III de Madrid (El Plural, 23/11/2010), o cuando Pedro Varela, dueño de la Librería Europa fue condenado a prisión por vender libros.
¿Donde está la libertad de expresión, manifestantitos míos? Decid de una puta vez que sólo pueden hablar los rojos, los antiamericanos, los anti-israelíes, los anticatólicos, y de esa forma ya nos ocuparemos nosotros de llevar la artillería puesta para defender nuestro derecho a opinar.

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