Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 11 de noviembre de 2010

INEFABLE TERNURA (Por Eloy R. Mirayo).

Es de una ternura inefable. Ver a doña Leire Pajín expresarse ante los medios de comunicación. En el espacio “Espejo Público” de Antena Tres, la presentadora del programa, Doña Susana Griso, le hizo notar a doña Leire que, entre todos los ministros de Sanidad de la Unión Europea, ella era, junto al inglés, la única ministra que no era, hablan de ella, doctora en medicina. No se amilanó, ella no se amilano y con su verbo fluido, apoyado en su carita virginal, contestó con desparpajo: “si, es verdad que no soy doctora en medicina, pero tengo, detrás de mí, un magnifico equipo”.
Claro; yo estoy seguro que la doña, no miente. Es más, creo que el equipo de profesionales que le asisten, es mucho mejor de lo que ella podría, con su escaso conocimiento, pesar y medir. Estoy plenamente convencido que es así, quiero con todas las fuerzas que sea así, porque si así no fuera, el Ministerio de Sanidad alcanzaría un nivel solamente comparable al nivel alcanzado por el Ministerio de Trabajo, que nos ha dejado el señor Celestino Corbacho. La diferencia entre ambos es que él ha dejado cinco millones de parados tirados por las calles de todas las ciudades de España y ella, si Dios no nos echase una buena mano, en el momento oportuno, dejaría otros tantos millones de enfermitos, también tirados por las calles de nuestras ciudades.
Ese equipo que la ministra multiusos (Sanidad, Igualdad y Política Social) reconoce ante la señora Griso, no es un caso único en el variopinto tinglado gubernamental. El presidente; los tres vicepresidentes/as y el resto de ministros, también tienen un ejército bien nutrido (y muy bien pagado) de asesores, que forman “sus equipos”. ¿Qué son muy buenos? Eso es lo que dicen los titulares y las titularas de los ministerios.
Aceptando que ente esa legión de asesores, por fuerza debe haber un numero aceptable de personas muy preparadas en las distintas materias que son necesarias para la buena gobernación, propongo a las personas que sujetan las cuerdas que mueven a las marionetas que conforman este gobierno, que monten un casting con los “elegidos”, y con ellos, cada uno en el lugar que corresponda, sustituyan a esta caterva de inútiles integrales.
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Eloy R. Mirayo.
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1 comentario:

Eloy R Mirayo dijo...

El indito, la jamona y el jamón de Jabugo

La ministra de Asuntos exteriores de España, doña Trinidad Jiménez, hace unas pocas fechas, con motivo de visitar al presidente de Bolivia, don Evo Morales, en el lecho del dolor, por una intervención quirúrgica, como todos ya sabemos, además de mostrarle lo mucho que deseaba su curación, le hizo entrega de un sabrosísimo jamón de Jabugo, para que su convalecencia, le resultara más grata.
Antiguamente, a los indios, se les llevaba abalorios: collares con cuentas de vistoso colorido, espejos de mano que, cuando en ellos se veían reflejados, casi siempre los tiraban, saliendo a continuación corriendo como alma que lleva el diablo, asustados de ver una cara tan fea, coronada con una cabellera sucísima y mal peina. También solían llevarles bebidas alcohólicas, “con el fin de alegrarles su perra vida”, a cambio de alguna fruslería a la que ellos hacían poco caso, cómo por ejemplo, el oro o la plata, según donde estuviera establecida la tribu en cuestión.
Ahora, no; nada de fruslerías. Ahora, para ganar la amistad del indio, se le lleva un jamó de Jabugo (mira que si es vegetariano). Más adelante, se les enviran una cuantos millones de euros en créditos (quienes se quedarán con la comisiones), que nunca pagaran.
Bromas aparte, la señora ministra, ha tenido muy mala suerte al coincidir su nombramiento, casi al unísono con la crisis de Marruecos y el Polisario, por el asuntillo del Sahara (que fue español), una papeleta difícil de resolver. Pienso que a la señora Jiménez, en este caso, y en todos los que se le planteen de aquí al final de la legislatura, le ha ocurrido lo que le ocurrió a un individuo que conocí por casualidad. A ese individuo de mi historia, bancario de profesión, hasta que le echaron, por fusión empresarial, le colocaron a trabajar en La Remonta. El primer día de trabajo, hubo de poner al alcance del garañón, una jaca de pura raza española, de preciosa estampa. El buen hombre, como la señora Jiménez, sin saber qué hacer, no hizo absolutamente nada, así que, por escasa preparación de ambos, ni la jaca ni el Polisario, pudieron arreglar su problema.

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