Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 11 de noviembre de 2010

SOBRE UN PAYASO.

Que es lo menos que le puedo decir -en titulares- al cabrón hideputa que ha dejado en mi entrada de hace unos días -Sobre indefiniciones peperas-, un comentario que quien quiera puede ver siguiendo el enlace, pero que no voy a copiar. La absoluta ausencia de censura -que, a fuer de facha y ultra me puedo permitir-, no me obliga a publicitar a los gilipollas, sólo faltaría eso.
Pues bien, el cuatezón se ufana de que "el movimiento animalista en Cataluña" ha conseguido prohibir los toros y ahora se propone hacer lo propio con los "correbous", y aprovecha la coyuntura para dejar enlaces de propaganda electoral.
Decir que el fulano -o fulana- está herrado -así, con hache- es poco. Decir que es un mamarracho, es nada. Decir que es gilipollas se cae por su propio peso, y afirmar que es un animal de bellota quizá sería alabarle. Acaso mentecato defina lo suficientemente a quien viene a casa ajena para congratularse de su animalismo y de su separatismo.
Porque yo creeré en vuestras buenas intenciones cuando vosotros, antes de preocuparos de que el toro bravo muera en la plaza, condenéis total y absolutamente en aborto. Mientras tanto, sólo sois unos macacos de mierda.

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