El criminal siempre vuelve al lugar del crimen.
Este es un axioma que raramente no ocurre. El criminal, se siente tan orgulloso de su acción, que, por lo general, siempre trata de hacer posible su identificación. Algunos, por seguridad, dilatan hacerse visibles; otros, con mayor prisa para hacerse famosos, aun escondiéndose cuidadosamente, tratan de poner su “foto” en los lugares más frecuentados. Unos más discretos, otros más notorios, todos, buscan su popularidad. Es un pensamiento primario: si soy capaz de semejante hazaña ¿Cómo voy a permitir que su ejecutor pase inadvertido?
Según algunos políticos y según algunos periodistas, yo no iré más lejos que ellos, el ciudadano Felipe González Márquez, con sus recientes declaraciones sobre el contencioso, ETA - GAL, se ha retratado como la “X” que estaba al frente de la guerra sucia que, a partir de octubre de 1983 y hasta julio de 1987, libró el gobierno socialista, en contra del terrorismo separatista que, buena parte de la sociedad vasca, creo, protegió y alimentó, como fuerza de choque para lograr sus sueños pueblerinos.
Yo (les aseguro que no me distingo por mi inteligencia) y la práctica totalidad de los españoles de buena fe, teníamos por seguro que conocíamos la cara de la persona que encabezaba aquella partida de asesinos. Solamente la entente de los partidos políticos y la Justicia, privaron a los españoles, ver entre rejas al verdadero culpable de aquellos crímenes. A cambio, agitaron a unos cuantos tontos útiles, entre ellos, Barrionuevo y Vera (dos traidores a la Falange). No deja de tener gracia que quienes apoyaron en 1978 la abolición de la pena de muerte, fueran capaces de crear una partida de asesinos, tan cobardes como los asesinos de ETA.
El criminal siempre vuelve al lugar del crimen.
Desde la fecha del último asesinato han transcurrido veintitrés años. Ha tardado mucho en mostrar su satisfacción el ciudadano González. ¡Cuánto le habrá costado esperar tanto tiempo, teniendo en cuenta lo fatuo que es! Si es cierto lo que tanta gente principal dicen, que es la “X”, habría que decirle, yo le digo, que junto a veintitrés asesinos etarras, también fueron asesinados por error, cuatro personas y nueve heridas, entre ellas dos niñas, que nada tenían que ver con los asesinos de ambos lados.
En septiembre de 1975, a menos de un mes de la muerte del Generalísimo Franco, fueron ajusticiados, con conocimiento general, José Humberto Baena; José Luis Sánchez Bravo; Ramón García Sanz; Juan Paredes Momt y Ángel Otaegui. Desde 1983 hasta 1987, fueron arteramente asesinados, por una partida de asesinos salidos de la cloaca del Ministerio del Interior de España, en manos del partido socialista, veintitrés terroristas y cuatro inocentes (el número de asesinatos podrían ser más). ¿Es posible que no vean la diferencia?
Este es un axioma que raramente no ocurre. El criminal, se siente tan orgulloso de su acción, que, por lo general, siempre trata de hacer posible su identificación. Algunos, por seguridad, dilatan hacerse visibles; otros, con mayor prisa para hacerse famosos, aun escondiéndose cuidadosamente, tratan de poner su “foto” en los lugares más frecuentados. Unos más discretos, otros más notorios, todos, buscan su popularidad. Es un pensamiento primario: si soy capaz de semejante hazaña ¿Cómo voy a permitir que su ejecutor pase inadvertido?
Según algunos políticos y según algunos periodistas, yo no iré más lejos que ellos, el ciudadano Felipe González Márquez, con sus recientes declaraciones sobre el contencioso, ETA - GAL, se ha retratado como la “X” que estaba al frente de la guerra sucia que, a partir de octubre de 1983 y hasta julio de 1987, libró el gobierno socialista, en contra del terrorismo separatista que, buena parte de la sociedad vasca, creo, protegió y alimentó, como fuerza de choque para lograr sus sueños pueblerinos.
Yo (les aseguro que no me distingo por mi inteligencia) y la práctica totalidad de los españoles de buena fe, teníamos por seguro que conocíamos la cara de la persona que encabezaba aquella partida de asesinos. Solamente la entente de los partidos políticos y la Justicia, privaron a los españoles, ver entre rejas al verdadero culpable de aquellos crímenes. A cambio, agitaron a unos cuantos tontos útiles, entre ellos, Barrionuevo y Vera (dos traidores a la Falange). No deja de tener gracia que quienes apoyaron en 1978 la abolición de la pena de muerte, fueran capaces de crear una partida de asesinos, tan cobardes como los asesinos de ETA.
El criminal siempre vuelve al lugar del crimen.
Desde la fecha del último asesinato han transcurrido veintitrés años. Ha tardado mucho en mostrar su satisfacción el ciudadano González. ¡Cuánto le habrá costado esperar tanto tiempo, teniendo en cuenta lo fatuo que es! Si es cierto lo que tanta gente principal dicen, que es la “X”, habría que decirle, yo le digo, que junto a veintitrés asesinos etarras, también fueron asesinados por error, cuatro personas y nueve heridas, entre ellas dos niñas, que nada tenían que ver con los asesinos de ambos lados.
En septiembre de 1975, a menos de un mes de la muerte del Generalísimo Franco, fueron ajusticiados, con conocimiento general, José Humberto Baena; José Luis Sánchez Bravo; Ramón García Sanz; Juan Paredes Momt y Ángel Otaegui. Desde 1983 hasta 1987, fueron arteramente asesinados, por una partida de asesinos salidos de la cloaca del Ministerio del Interior de España, en manos del partido socialista, veintitrés terroristas y cuatro inocentes (el número de asesinatos podrían ser más). ¿Es posible que no vean la diferencia?
Eloy R. Mirayo
1 comentario:
Hoy, en un diario de tirada nacional, en unas de las páginas que raramente se leen (a doble página) se publica una fotografía en la que puede verse a cinco señores que fueron ministros en la “época anterior”, que es la forma en que se denomina los casi cuarenta años de gobierno del Generalísimo Franco. En esa fotografía están don José María López de Letona, don Licinio de la Fuente, don José Luis Villar-Palasí, don Alberto Monreal Luque y don Fernando de Liñán.
Don José María López de Letona, fue ministro de Industria, 1969- 1974 (hoy el ministro de Industria es, Miguel Sebastián Gascón, el de las bombillas). Don Licinio de la Fuente, fue ministro de trabajo, 1969- 1975 (hoy el ministro es Valeriano López, tomando el relevo de Celestino Corbacho Chaves, el de los cinco millones de parados). Don José Luis Villar-Palasí, fue ministro de Educación Nacional, 1968-1973 (hoy es ministro Ángel Gabilondo Pujol, quien no encuentra la forma de enderezar el rumbo, a la deriva, de la educación en España). Don Alberto Monreal Luque, fue ministro de Hacienda, 1969-1973 (hoy la ministra es Elena Salgado, la que cuando se asoma a la ventana de su casa, ve los brotes verdes de sus geranios). Don Fernando Liñán, fue ministro de Información y Turismo (hoy entra en la órbita de Miguel Sebastián, alias “el iluminao”.
Don José María López de Letona: Llegó, él dice que le sacaron, a la política desde la empresa privada y a ella volvió al dejar la política. Después gobernó el Banco de España, fue vicepresidente de Banesto, para retornar de nuevo a la empresa privada.
Don Licinio de la fuente: Abogado del Estado, no reniega de su ¿pasado? Falangista. Llegó, según el periódico, como abogado del Estado jefe en el Tribunal Supremo.
Don José Luis Villar-Palasí: Letrado del Consejo de Estado y catedrático de Derecho. Administrativo. Habla varios idiomas europeos, además del japonés y el chino.
Don Alberto Monreal Luque: Fue Economista del Estado y llego a ministro de Hacienda, después de estar un tiempo como subsecretario de Educación con Villar-Palasí.
Don Fernando Liñán: Licenciado en Ciencias Exactas y doctor en Económicas, se especializó en investigación operativa en Paris.
Hoy, esos ministerios los usurpan cuatro personas de capacidad limitada, para ejercer tan alta responsabilidad. Jesucristo dijo: “Por sus obras les conoceréis” Que así sea
Por Eloy R Mirayo
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