Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 10 de noviembre de 2010

SOBRE LA REALIZACION DE DOÑA LEIRE.

Que ha considerado oportuno replicar a las declaraciones del Papa Benedicto XVI -esas en las que pedía que “la mujer encuentre en el hogar y el trabajo su realización”- diciendo que “las mujeres, también muchas católicas, decidieron entrar y salir de casa libremente”.
Ignoro qué extraño complejo sufre doña Leire, para pensar que el hecho de que una mujer se realice en el hogar y en el trabajo suponga que no pueda entrar y salir de casa libremente. No veo por dónde viene la incompatibilidad, ni por donde llega la imposición, ni por donde asoma la desigualdad. ¿Acaso la señora Pajín es de esas hembristas cursitronantes que consideran el hogar como una maldición, buena para dejarla en manos de inmigrantes mientras ellas se realizan en un trabajo que las evada de semejante tortura?
Pues vea, doña Leire, lo que pienso que debería ocupar sus desvelos comop Ministra a la que le compete la Política Social y la Igualdad: debería ocuparse de que cualquier mujer que desee trabajar tenga un puesto de trabajo; debería ocuparse de que cualquier mujer que desee quedarse en casa cuidando de sus hijos, lo pueda hacer.
Debería ocuparse, en suma, de que una familia pueda vivir dignamente con un sueldo, en vez de obligar a que muchas mujeres -conozco casos- que desean quedarse al cuidado de sus hijos, no lo puedan hacer porque si ellas no trabajan la familia no puede salir adelante.
Eso, señora Pajín, sería política social. Que ninguna mujer se vea obligada por la necesidad a abandonar a sus hijos.

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