El tema de toros si o toros no, lleva años saltando a la opinión pública. Y aunque admita la buena voluntad de algunas -acaso muchas- personas que consideran que las corridas son un maltrato a los animales, no dejo de ver claramente que la ofensiva no es contra la presunta tortura, sino contra lo que tiene la fiesta de nacional.
Estos individuos -los que abominan de los toros porque son seña de identidad española- se retratan con su defensa de los presuntamente maltratados animales, pero callan como... -bueno, pues si: como putas- cuando se trata de defender a los niños asesinados por sus madres.
A los que no forman parte de esos fulanos y -va por usted, doña Bibiana, no se me encocore con el sexismo lingüístico- fulanas, les podría dar buenas razones; pero como la cosa ya me aburre, transcribiré lo que dije hace ya unos 20 años. Como de costumbre, quien quiera ver el original en tamaño legible, no tiene mas que cliquear sobre la imagen.
Estos individuos -los que abominan de los toros porque son seña de identidad española- se retratan con su defensa de los presuntamente maltratados animales, pero callan como... -bueno, pues si: como putas- cuando se trata de defender a los niños asesinados por sus madres.
A los que no forman parte de esos fulanos y -va por usted, doña Bibiana, no se me encocore con el sexismo lingüístico- fulanas, les podría dar buenas razones; pero como la cosa ya me aburre, transcribiré lo que dije hace ya unos 20 años. Como de costumbre, quien quiera ver el original en tamaño legible, no tiene mas que cliquear sobre la imagen.
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SOBRE UNA PINTADA ANTITAURINA
Una que vi en el Metro y que decía así: Los que van a los toros tienen cuernos. Supongo que el hecho de que estuviera sobre un cartel electoral del P. P. no debe interpretarse como especialmente sintomático, y hay que tomarla al pie de la letra, sin segundas lecturas.
Yo no voy a los toros, luego no debería darme por aludido. Creo no mentir si afirmo que en los 30 años que tengo a mis espaldas sólo he visto una corrida en la plaza. ¿O fue novillada? (ustedes disculpen la duda: fue hace unos 14 años). Tengo igualmente en mi haber un par de esos festejos más cercanos a lo cómico que a lo taurino y —por supuesto— muchas presencias en la plaza de Las Ventas cuando allí se conmemoraba el 18 de Julio. Y aquél día del Pilar de 1980, en el festival que —para recoger firmas a favor del carácter militar de la Guardia Civil— organizó el pobre Juan García Carrés, única víctima civil del montaje del 23-F.
En fin: a lo que estamos, que me voy de caña. Con estos antecedentes (una corrida y dos charlotadas) no creo que debiera darme por ofendido. Confieso, en cambio, que mi no asistencia a las plazas de toros obedece a motivos puramente personales, en nada relacionados con lo taurino, y que bien que me gustaría ir si se dieran las circunstancias adecuadas para ello. Y también declaro que, en cuanto tengo ocasión, no me pierdo una corrida televisada (que ya sé que no es lo mismo, pero como sucedáneo no está mal), y a esta afirmación no quita validez el hecho de que este año aún no haya visto ninguna. Resumiendo: que no voy a los toros, pero me tengo por taurófilo, para lo que gusten mandar. Y lo soy, aún más acérrimo, precisamente porque hay gentes que escriben y dicen esas cosas en contra de la Fiesta.
Acepto que haya personas que —guiadas por sus buenos sentimientos— consideren una crueldad las corridas de toros. Lo admito y respeto (como no soy demócrata, puedo ser tolerante) aún creyendo que se equivocan, y por varias razones.
La primera, que el toro bravo —aunque las personas sensibles no lo entiendan— nace para morir así. Así, precisamente, y de ninguna otra forma: en la plaza, en la arena; hombre y toro frente a frente, y la muerte entre los dos. Y esto no es una argumentación demagógica: si el toro bravo —el toro, sin más— no naciera para la corrida, no nacería.
Porque el toro necesita una crianza y unos cuidados muy especiales, y no tiene utilidad. Nadie criaría toros como elemento decorativo; como lujo estético. El toro no es animal de carga ni de tiro —el buey es otra cosa, señores— ni vale para establo y matadero. Si el toro no muriera en la plaza, desaparecería la especie. ¿No sería eso la mayor crueldad?
¿No sería la desaparición de la especie un grave delito ecológico, señores ecologistas? Pero lo de los ecologistas es otra cosa. Lo de los ecologistas no es defensa del toro, sino ataque a las tradiciones. Los ecologistas —lo dijo Le Pen, y acertó de lleno— son como las sandías: verdes por fuera y rojos por dentro. Atacan la Fiesta de los toros por lo que tiene de simbólico del carácter hispano; quieren que desaparezca la bravura de enfrentar la muerte cara a cara, que es la única forma de conseguir que un pueblo vaya, manso y confiado, al establo. O al matadero.
¿Saben ustedes cómo mueren las terneras cuya carne nos alimenta? Electrocutadas, como los peores criminales en los países que ajustician científicamente. ¿Saben cómo mueren los cerdos —los de cuatro patas, digo—? Degollados, desangrándose hasta morir. ¿Saben cómo mueren los pollos que nutren la acreditada paella dominguera? Arrojados vivos en agua hirviendo, para facilitar el desplume.
Quizá estas formas industrializadas de muerte sean inevitables para animales como el pollo, el cerdo o la ternera, dóciles y mansos. Pero la bravura, la nobleza del toro, merece —así lo pienso, al menos— una muerte individual, propia.
Este es un razonamiento que, desde luego, no está al alcance de cualquier mentalidad. Los que consideran la vida desde un punto de vista meramente utilitario y consumista, jamás entenderán la belleza de una muerte digna.
Este es, precisamente, el motivo del odio que la fauna progre siente hacia la Fiesta de los toros; esa es la barbarie que no pueden soportar: el simbolismo de mirar la muerte cara a cara; de desafiar al destino; de hacer frente a lo que venga. De morir con dignidad, eso tan difícil.
Volviendo al tema de la pintada, no cabe duda de que algo de razón sí que tiene. Los que entendemos la belleza que hay en una muerte en lucha, puede que tengamos cuernos en el sentido de arremeter —de embestir— contra la adversidad. Los que la hayan escrito también los tienen; pero son los otros: los cuernos del consentido —dame pan y dime tonto— que traga lo que le echen con tal de sobrevivir a cualquier precio; aún al de la deshonra.
Lo suyo, en el fondo, no es más que una solidaridad mal entendida; porque no hay paralelismo posible entre el noble astado —que tiene aditamentos óseos por configuración morfológica— y el infrahumano cornudo, que tiene a gala presumir —como signo de civilización— de los obsequios que su compañera —no digamos esposa: estos elementos no pueden comprender lo que el matrimonio significa, ni la diferencia entre contrato y sacramento— les pone en la frente.
¡Viva la barbarie torera!
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(EJE, Nº 4, Septiembre de 1989)
SOBRE UNA PINTADA ANTITAURINA
Una que vi en el Metro y que decía así: Los que van a los toros tienen cuernos. Supongo que el hecho de que estuviera sobre un cartel electoral del P. P. no debe interpretarse como especialmente sintomático, y hay que tomarla al pie de la letra, sin segundas lecturas.
Yo no voy a los toros, luego no debería darme por aludido. Creo no mentir si afirmo que en los 30 años que tengo a mis espaldas sólo he visto una corrida en la plaza. ¿O fue novillada? (ustedes disculpen la duda: fue hace unos 14 años). Tengo igualmente en mi haber un par de esos festejos más cercanos a lo cómico que a lo taurino y —por supuesto— muchas presencias en la plaza de Las Ventas cuando allí se conmemoraba el 18 de Julio. Y aquél día del Pilar de 1980, en el festival que —para recoger firmas a favor del carácter militar de la Guardia Civil— organizó el pobre Juan García Carrés, única víctima civil del montaje del 23-F.
En fin: a lo que estamos, que me voy de caña. Con estos antecedentes (una corrida y dos charlotadas) no creo que debiera darme por ofendido. Confieso, en cambio, que mi no asistencia a las plazas de toros obedece a motivos puramente personales, en nada relacionados con lo taurino, y que bien que me gustaría ir si se dieran las circunstancias adecuadas para ello. Y también declaro que, en cuanto tengo ocasión, no me pierdo una corrida televisada (que ya sé que no es lo mismo, pero como sucedáneo no está mal), y a esta afirmación no quita validez el hecho de que este año aún no haya visto ninguna. Resumiendo: que no voy a los toros, pero me tengo por taurófilo, para lo que gusten mandar. Y lo soy, aún más acérrimo, precisamente porque hay gentes que escriben y dicen esas cosas en contra de la Fiesta.
Acepto que haya personas que —guiadas por sus buenos sentimientos— consideren una crueldad las corridas de toros. Lo admito y respeto (como no soy demócrata, puedo ser tolerante) aún creyendo que se equivocan, y por varias razones.
La primera, que el toro bravo —aunque las personas sensibles no lo entiendan— nace para morir así. Así, precisamente, y de ninguna otra forma: en la plaza, en la arena; hombre y toro frente a frente, y la muerte entre los dos. Y esto no es una argumentación demagógica: si el toro bravo —el toro, sin más— no naciera para la corrida, no nacería.
Porque el toro necesita una crianza y unos cuidados muy especiales, y no tiene utilidad. Nadie criaría toros como elemento decorativo; como lujo estético. El toro no es animal de carga ni de tiro —el buey es otra cosa, señores— ni vale para establo y matadero. Si el toro no muriera en la plaza, desaparecería la especie. ¿No sería eso la mayor crueldad?
¿No sería la desaparición de la especie un grave delito ecológico, señores ecologistas? Pero lo de los ecologistas es otra cosa. Lo de los ecologistas no es defensa del toro, sino ataque a las tradiciones. Los ecologistas —lo dijo Le Pen, y acertó de lleno— son como las sandías: verdes por fuera y rojos por dentro. Atacan la Fiesta de los toros por lo que tiene de simbólico del carácter hispano; quieren que desaparezca la bravura de enfrentar la muerte cara a cara, que es la única forma de conseguir que un pueblo vaya, manso y confiado, al establo. O al matadero.
¿Saben ustedes cómo mueren las terneras cuya carne nos alimenta? Electrocutadas, como los peores criminales en los países que ajustician científicamente. ¿Saben cómo mueren los cerdos —los de cuatro patas, digo—? Degollados, desangrándose hasta morir. ¿Saben cómo mueren los pollos que nutren la acreditada paella dominguera? Arrojados vivos en agua hirviendo, para facilitar el desplume.
Quizá estas formas industrializadas de muerte sean inevitables para animales como el pollo, el cerdo o la ternera, dóciles y mansos. Pero la bravura, la nobleza del toro, merece —así lo pienso, al menos— una muerte individual, propia.
Este es un razonamiento que, desde luego, no está al alcance de cualquier mentalidad. Los que consideran la vida desde un punto de vista meramente utilitario y consumista, jamás entenderán la belleza de una muerte digna.
Este es, precisamente, el motivo del odio que la fauna progre siente hacia la Fiesta de los toros; esa es la barbarie que no pueden soportar: el simbolismo de mirar la muerte cara a cara; de desafiar al destino; de hacer frente a lo que venga. De morir con dignidad, eso tan difícil.
Volviendo al tema de la pintada, no cabe duda de que algo de razón sí que tiene. Los que entendemos la belleza que hay en una muerte en lucha, puede que tengamos cuernos en el sentido de arremeter —de embestir— contra la adversidad. Los que la hayan escrito también los tienen; pero son los otros: los cuernos del consentido —dame pan y dime tonto— que traga lo que le echen con tal de sobrevivir a cualquier precio; aún al de la deshonra.
Lo suyo, en el fondo, no es más que una solidaridad mal entendida; porque no hay paralelismo posible entre el noble astado —que tiene aditamentos óseos por configuración morfológica— y el infrahumano cornudo, que tiene a gala presumir —como signo de civilización— de los obsequios que su compañera —no digamos esposa: estos elementos no pueden comprender lo que el matrimonio significa, ni la diferencia entre contrato y sacramento— les pone en la frente.
¡Viva la barbarie torera!
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(EJE, Nº 4, Septiembre de 1989)
8 comentarios:
Yo no soy aficionado, es más, ni siquiera me interesa ver por la televisión las corridas, pero en las fiestas de mi pueblo en los últimos años he estado para las becerradas y los encierros, y casi seguro estoy que muchos anti-taurinos había entre medias.
¿Porque no cogen a vuestro perrito o gato y le claváis tenedores mientras veis como sufren y se retuercen de dolor? ¿veríais cruel y repugnante que un ser humano pudiese llegar a disfrutar y a pasarselo bien maltratando a un pobre animalito verdad? Lo mismo son los toros, son animales y sufren, sienten el dolor al igual que los humanos y me parece sorprendente que siendo nosotros los únicos animales que tenemos uso de razón seamos los más crueles.
LA TORTURA NO ES NI ARTE NI CULTURA
¿Que tú tienes uso de razón, anónimo?
¡Lo único que tienes, es una colección de tópicos y de pareados!
¿Perdona? ¿No pone aquí que esto es libre opinión?
Creo que vosotros con libre opinión os referís a que solo vale la opinión vuestra, la de los fascistas.
Y perdona que te diga pero en el mundo no solo estáis vosotros, existe gente con muchas más razones lógicas e ideales
¿Y quien te ha impedido opinar? ¿No está ahí tu topiquito con todas sus letras?
Por eso mismo que es libre opinión, te digo que no tienes sino pareados topiqueros y estereotipos. ¿O eres tu quien sólo admite tus opiniones y a los que pensamos de otra forma nos llamas "fascistas", como si eso fuera un insulto?
Claro que en el mundo no sólo estamos nosotros. También hay tontos.
JAJAJAJA Me hace reír ese egocentrismo y la superioridad que creéis que tenéis; ¿Tontos? Deberíais abrir un poco más la mente.
En fin, pronto gobernareis vosotros y España perderá la poca libertad que le quedaba.
Y si, "facha" poco a poco va siendo un insulto para más gente.
Si dices lo de gobernar por el PP, te has equivocado de sitio. El PP es lo mismo que el PSOE (que debe ser el tuyo, cuando dices "vosotros"). Ahí, evidentemente, se te nota lo que eres.
Yo no te he llamado tonto. Pero si te picas, por algo será; tú mismo.
"Facha" va siendo un insulto para todos los lobotomizados que no ven más allá de lo que su partidete le ha grabado a fuego en el anca.
una opinion voy a dar sin querer ofender ni querer inculcar.ya que una opinion es libre pues asi es nuestro pensamiento, los toros deberian de acabar hay mil razones pero los taurinos como creen que tienen razon y les produze diversion y gozo y se les sube su orgullo cuando se trata de defender una de las cosas mas grandes de españa "LOS TOROS" JAMAS LO PODRAN TOLERAR la perdida de ellos...casi parte de su vida pero es eso parte de su vida no la vida del TORO que egoismo digan lo que digan y que sangriento lo mires como lo mires pero como lo dicho es una tradicion hecha de orgullo ..preguntaros como quitar el orgullo nimas ni menos de españa ...solo de una manera sintiendo orgullo por hacer caso a una nueva razon renovada y eso si que es un gran reto "toreros" eso si que se hace dificil de torear..esta es mi opinion no hace falta que me abucheis ,no hace falta que me piseis ,no hace falta contradecir ya lo habeis hecho hace tiempo.no sois mala gente solo el orgullo os ha vencido.
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