Que así llama El País al sentimiento... de una oportunidad perdida, con que los estadounidenses se van desenganchando del estallido de pasión que llevó al señor Obama a la presidencia.
Nada que no estuviera ya dicho, y comentado, y advertido, en este diario y en otros muchos de los que entre los enlaces figuran y, particularmente, por el teclado -dejemos lo de la pluma, que hoy día no está el patio para chufas- de mi camarada Arturo Robsy.
El único que, al cabo del año, se mantiene en sus fervores de enamorado es don josé Luís Rodríguez. Tan enamorado como las moras de leyenda medieval, capaces de convertirse a la fé de su amado cristiano, y hace unos días conocimos la alegría con que don José Luís había aceptado la invitación a rezar con Obama, cosa que no consideró necesario hacer con el Papa. Quien lo hubiera dicho cuando -en su residencia anterior a La Moncloa- llevaba a sus criaturitas a que metieran bulla en la piscina mientras a corta distancia se decía Misa para los residentes de su urbanización.
Por ahí puede llegarle el problema a don José Luís. No por lo de armar bulla, que seguro que con Obama se muestra mucho más comedido y respetuoso que con los acuerdos mayoritarios de sus convecinos, sino por lo de las criaturitas. Porque el señor Obama tiene muchos pretendientes -acaso no tan enamorados como don José Luís- que no aportarían al himeneo una similar pareja de retoños. Perdón, doña Bibiana: retoñas.
Tampoco aportarían otra serie de cosas, como lo de no levantarse al paso de la Bandera de EEUU, cosa que los useños no disculpan porque desde el más derechista al más izquierdista, pasando por el más bobo y el más hijoputa, todos ellos respetan su Bandera como un sólo patriota, no precisamente de hojalata ni constitucional.
Ni retiradas -huídas gubernamentales, que no militares- como la de Irak, dejando la popa yanqui al descubierto.
En fin, que temo que el enamoramiento de don José Luís va a ser un tanto imposible, a pesar de que don Barack ya no despierte las pasiones de antaño.
Lo malo es que el mal humor de Pepe Luí ante el rechazo lo pagaremos nosotros. Nada nuevo tampoco.
Nada que no estuviera ya dicho, y comentado, y advertido, en este diario y en otros muchos de los que entre los enlaces figuran y, particularmente, por el teclado -dejemos lo de la pluma, que hoy día no está el patio para chufas- de mi camarada Arturo Robsy.
El único que, al cabo del año, se mantiene en sus fervores de enamorado es don josé Luís Rodríguez. Tan enamorado como las moras de leyenda medieval, capaces de convertirse a la fé de su amado cristiano, y hace unos días conocimos la alegría con que don José Luís había aceptado la invitación a rezar con Obama, cosa que no consideró necesario hacer con el Papa. Quien lo hubiera dicho cuando -en su residencia anterior a La Moncloa- llevaba a sus criaturitas a que metieran bulla en la piscina mientras a corta distancia se decía Misa para los residentes de su urbanización.
Por ahí puede llegarle el problema a don José Luís. No por lo de armar bulla, que seguro que con Obama se muestra mucho más comedido y respetuoso que con los acuerdos mayoritarios de sus convecinos, sino por lo de las criaturitas. Porque el señor Obama tiene muchos pretendientes -acaso no tan enamorados como don José Luís- que no aportarían al himeneo una similar pareja de retoños. Perdón, doña Bibiana: retoñas.
Tampoco aportarían otra serie de cosas, como lo de no levantarse al paso de la Bandera de EEUU, cosa que los useños no disculpan porque desde el más derechista al más izquierdista, pasando por el más bobo y el más hijoputa, todos ellos respetan su Bandera como un sólo patriota, no precisamente de hojalata ni constitucional.
Ni retiradas -huídas gubernamentales, que no militares- como la de Irak, dejando la popa yanqui al descubierto.
En fin, que temo que el enamoramiento de don José Luís va a ser un tanto imposible, a pesar de que don Barack ya no despierte las pasiones de antaño.
Lo malo es que el mal humor de Pepe Luí ante el rechazo lo pagaremos nosotros. Nada nuevo tampoco.
1 comentario:
Me gusta la comparación de Zapatero con la mora que se enamoró del cristiano y se cambio de fe. La conozco bien, es una leyenda toledana, y he de decir que la mora acababa muerta a manos de sus paisanos. Quien sabe si Zapatero no puede acabar asesinado por el resto de los socialistas...
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