Del que -según ADN- la diputada del parlamento catalán Montserrat Nebrera ha afirmado en una tertulia radiofónica que "tiene un acento que parece un chiste".
A lo cual, el PSOE exige que doña Montserrat se disculpe, entendiendo que esta afirmación es un insulto a los andaluces.
Evidentemente, los andaluces tienen un acento; los catalanes otro; los vascos otro y los gallegos también. Y los extremeños, aragoneses, valencianos, canarios, murcianos... En fin, que todos tenemos un acento u otro, de la misma forma que tenemos una estatura u otra y una u otra circunferencia tripera. Y eso no puede ser motivo de crítica, porque todos tenemos por qué callar en estos sentidos.
Pero lo verdaderamente lamentable de lo dicho por la señora Nebrera, no es sólo que se meta con el acento andaluz -del cual algo me cae, todo hay que decirlo- sino que no encuentre otros motivos más serios para criticar a doña Magdalena.
Porque si doña Montserrat hubiera dicho que doña Magdalena no sabe hablar, se pasma, se colapsa, se atraganta y se ataruga -todo ello cierto y demostrado- nadie le podría llevar la contraria, ni exigir disculpas, ni extrapolar la frase al resto de los andaluces.
Esto es lo lamentable: no el acento andaluz o el catalán, sino que una ministra carezca de la menor capacidad oratoria, y una diputada -aunque sea autonómica- no sepa darse cuenta de ello.
A lo cual, el PSOE exige que doña Montserrat se disculpe, entendiendo que esta afirmación es un insulto a los andaluces.
Evidentemente, los andaluces tienen un acento; los catalanes otro; los vascos otro y los gallegos también. Y los extremeños, aragoneses, valencianos, canarios, murcianos... En fin, que todos tenemos un acento u otro, de la misma forma que tenemos una estatura u otra y una u otra circunferencia tripera. Y eso no puede ser motivo de crítica, porque todos tenemos por qué callar en estos sentidos.
Pero lo verdaderamente lamentable de lo dicho por la señora Nebrera, no es sólo que se meta con el acento andaluz -del cual algo me cae, todo hay que decirlo- sino que no encuentre otros motivos más serios para criticar a doña Magdalena.
Porque si doña Montserrat hubiera dicho que doña Magdalena no sabe hablar, se pasma, se colapsa, se atraganta y se ataruga -todo ello cierto y demostrado- nadie le podría llevar la contraria, ni exigir disculpas, ni extrapolar la frase al resto de los andaluces.
Esto es lo lamentable: no el acento andaluz o el catalán, sino que una ministra carezca de la menor capacidad oratoria, y una diputada -aunque sea autonómica- no sepa darse cuenta de ello.
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