Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 31 de julio de 2009

SOBRE LOS SILENCIOS.

Los observados en según qué sitios, porque sigue habiendo dependencias de la Administración donde cuando los asesinados son militares, policías, guardias civiles, no se considera necesario este formulismo. Tampoco colocar la Bandera a media asta, ni que decir tiene.
No voy a decir nada sobre los dos nuevos atentados y los dos nuevos asesinados por ETA. Me duele en el alma no alzar mi voz ante el asesinato de hombres de uniforme, pero a mí ese uniforme -desde el 20 de noviembre del pasado año- no me merece el respeto de antaño. Sigo prefiriendo que -si ha de haber muertos- sean políticos, que son los que teniendo a su alcance la solución no la ponen; pero ya, sincera y dolorosamente, no siento que la Guardia Civil -menos aún la Policía o el Ejército meramente funcionarial- representen, como Cuerpo, a la España con honor, valor y dignidad de la que fueron ejemplo.
Siento decir esto, pero lo menos que puedo ser es consecuente conmigo mismo.
No obstante lo dicho, me sigo preguntando qué podredumbre llevan el el alma los que -a la hora de cinco miserables minutos de silencio- siguen haciendo distingos entre los muertos.

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