Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 1 de junio de 2009

SOBRE EL ESPERPENTO GARZONIANO.

Porque don Baltasar declara en su defensa -lo dice El País, poco sospechoso- que sus resoluciones no pueden ser calificadas de extravagantes o esperpénticas.
¡Coño, Baltasarito! Pues si no es una extravagancia y un esperpento pedir a treinta y tres años vista la partida de defunción de Franco, ya me contarás qué leche es. Sobre todo, cuando edad te sobra para haber visto su entierro en la tele, y quien sabe si no hiciste cola para rendirle homenaje. O -como dijeron luego los sinvergüenzas- para asegurarse de que estaba muerto.
Por cierto según la RAE, prevaricación es el delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario.
¿No sabías que es injusto gastar los cuartos de todos -los cuartos que pagan tu sueldo y tus dietas; los que pagan los de los policías que tienen que hacer el canelo por tus chorradas; los de los funcionarios que tienen que malgastar su tiempo, que es nuestro, en satisfacer tus gilipolleces- preguntando lo que de sobra sabes y es del dominio público?
¡Como que si no lo fuera ibas a haber abierto la boca, payaso!

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