Emisora -o, mejor dicho, cadena- radiofónica de sobra conocida, que acaba de sufrir la retirada de las frecuencias correspondientes a sus emisoras en dos provincias catalanas.
La COPE -y fundamentalmente sus estrellas- se quejan amargamente de ataque a la libertad de expresión, de intento de silenciar las voces discordantes, de mordaza al que piensa diferente... En fin, que se quejan mucho y bien.
Ignoro en que se ha basado el CAC para repartir las frecuencias de radio y entregárselas a otras emisoras. Ignoro si hay motivos de índole técnica o económica. Ignoro si las emisoras de COPE han incumplido algún requisito o vulnerado alguna norma, o si todo ello obedece realmente a un intento de silenciarlos.
Lo que si se, es que si no hay una razón muy poderosa y -sobre todo- muy clara, la decisión administrativa de la Generalidad de Cataluña tiene evidentes visos de cacicada. Y de censura.
Ignoro, también, qué opinó la COPE -o las antiguas emisoras provinciales o locales que la formaron- sobre la persecución a El Alcázar, periódico al que sucesivos Gobiernos -de UCD y del PSOE- acosaron hasta la desaparición, negándole lo que en Derecho le correspondía. Y esto no lo digo yo; lo han dicho los Tribunales.
Otra cosa hay que también tengo clara. Y es que la cadena COPE practica igual política de censura y de cacicada y, por ejemplo, impide la contratación de espacios publicitarios a quien no le cae simpático a alguna de sus estrellitas -caso de Jiménez Losantos con Alternativa Española- e incluso se niega a emitir la publicidad ya contratada y pagada.
Quizá fuera un buen momento para que en la COPE dejaran de mirar las pajas de ojos ajenos, y empezaran a preocuparse un poco por la soberbia propia.
Caso contrario, tendríamos que recordar la bíblica sentencia sobre el que a hierro mata. O -mas a la pata la llana- eso de que donde las dan las toman.
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