Porque este año 2025, que estrenamos -unos preparándose para les practiquen la rima, y otros dispuestos a evitarlo- es el año de la celebración.
El gobierno -con minúsculas, como le corresponde a su capacidad- actual, sus ayudantes, siervos y clientes, sus presuntos opositores y los ciudadanos memócratas en general, van a celebrar de la mano del cabrón mayor del reino que el Excelentísimo señor D. Francisco Franco Bahamonde, Capitán General de los Ejércitos y Caudillo de España por la Gracia de Dios, falleció en la cama de uno de los hospitales de la Seguridad Social que bajo su mandato creó el falangista José Antonio Girón de Velasco.
Triste celebración, que pone a la vista la pequeñez de los enanos que ni siquiera fueron capaces de enredársele en los pies al gigante.
Entre paréntesis: señor fiscal del gobierno socialista, las frases que anteceden no son un delito de odio hacia los afectados de acondroplasia, ni de menosprecio de ninguna clase de enfermo con capacidades diferentes, o como coño eludan ustedes hoy la realidad. Son, sencillamente, una referencia a un artículo de José Antonio Primo de Rivera en referencia a los mindundis -borbones incluidos- que provocaron la muerte de don Miguel, su padre. Fin del paréntesis, y dejo fuera de comentario a los que piensen que cometo un sacrilegio aplicando las palabras de José Antonio al Caudillo contra el que también ellos luchan valientemente hoy en día.
Triste celebración, que no deja de ser un pleno reconocimiento de incapacidad, de inutilidad, de impotencia, porque los antecesores de estos pequeños canallas no pudieron nada contra el hombre que, sobre darles de collejas en la guerra, les venció ampliamente en la paz. En esa paz que los microscópicos hideputas niegan, contra la experiencia de millones de españoles -y cientos de millones de extranjeros que nos visitaron- que no sólo disfrutaron de paz, sino de bonanza económica, de posibilidades de ganarse un futuro mejor con su trabajo, y ahí debe estar el problema de los cabritos de hogaño, mas inclinados a la sopa boba del vago. Futuro mejor que la inmensa mayoría logró, sin echar en falta ninguna libertad fundamental, salvo para aquellos que deseaban vivir del cuento que tan ferozmente llevan cincuenta años exprimiendo.
Triste celebración, que no podrá impedir que haya quedado en las hemerotecas el reconocimiento de que, de no ser por la canalización del Turia realizada en los años 50 -pleno fascismo, ya ven ustedes- la reciente riada en Valencia habría tenido consecuencias aún mas graves.
Triste celebración, de mentiras mil veces repetidas por los falseadores de la Historia y de la verdad, por periodistas amarillos y profesores vendidos, por ineptos y borregos, por incompetentes y sinvergüenzas, por canallas y ladrones, por corruptos y por tontos. Triste celebración en un aquelarre de necios, golfos y golfas. Y golfes, faltaría más.
Triste celebración, de perdedor comido por el odio porque es consciente de su propia pequeñez, de su minúscula categoría humana -¿o ni siquiera humana, sino puramente animal y rabiosa?-, que no trascenderá más allá de una nota a pie de página en los libros de Historia, mientras que el odiado cuya muerte -en la cama y de viejo- piensan celebrar, será recordado por los siglos.
Triste celebración, la de un perfecto inútil que, incapaz de solucionar cualquiera de los problemas reales y de los que su ineptitud crea a diario, no tiene más remedio que sacar de paseo a sus canallas de guardia, a sus productores de bulos, falsedades y -él lo dice- fango.
Triste celebración, cuando lo único que puede oponer a los violadores puestos en la calle por sus leyes; a los asesinatos y robos cometidos por sus inmigrantes ilegales beneficiados; a los alquileres cada vez más altos por su ineficacia y su sectarismo de patio de colegio; al hartazgo de la gente normal y corriente que lo abuchea -y apedrea, si tiene con qué- allí donde vaya; cuando lo único que puede presentar como logro es haber sacado de su tumba a quien falleció en su cama hace medio siglo. Cuando lo único que exhibe como logro, es el antifranquismo. Cuando la única baza que tiene, como presunto gobernante, es el fantasma de un Franco que nunca existió salvo en las mentes calenturientas de los degenerados que le acompañan.
Triste celebración, cuando todo lo que puede responder a la corrupción de su esposa, de su hermano, de sus ministros y otros altos cargos, es que hay que seguir luchando contra Franco.
Triste celebración, que reviviendo a los muertos de hace medio siglo, revive igualmente a los triunfadores de hace casi 90 años. Triste celebración, que nos vuelve a poner en el camino del odio fratricida y abre una brecha cada día más insalvable entre la gente normal, que se revuelve ante tanta infamia a poca vergüenza que tenga y poca educación que haya admitido, y la piara de botarates manipulada y feliz de hozar en su zahúrda.Triste celebración, porque con una sociedad que sigue la ególatra psicopatía de un fullero para celebrar el fallecimiento natural de los que considera enemigos, sin tener parte alguna en el acontecimiento, no cabe más futuro que el que nos espera. Y que Dios reparta suerte. Y buena mano.
Triste celebración. Pero es que no lo pueden evitar, porque ellos -como todos los acomplejados, como todos los rencorosos, como todos los pobres de espíritu- son tristes.
Ellos no saben poner arriba los ojos, siempre arriba.
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