Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 15 de julio de 2024

SOBRE CELEBRACIONES Y RECUERDOS.

Estamos celebrando triunfos deportivos -impresionante Alcaraz en Winbledon, cumplidora selección de fútbol en Berlín- que, al menos por un rato, han hecho olvidar a la prensa de derechas sus consignas contra VOX. 

Dicen que nos sentimos felices por estos triunfos deportivos. Dicen que esta actual Selección de fútbol nos ilusiona. Yo me quedo en opinar -desde mi confeso desconocimiento- que el juego de la Selección Española de fútbol se ha parecido, por momentos, al del Real Madrid. Lo cual está muy bien, qué duda cabe.

Pero hoy -que el fútbol o el tenis parecen no ser ya el opio del pueblo que eran cuando el franquismo atroz- a mi lo que me importa es el recuerdo de mi camarada Arturo.

No estoy ahora mismo en condiciones para escribir algo digno de ti, Arturo. Este año, amigo, camarada, sólo puedo ofrecerte mi recuerdo y mi ¡Presente!

Y, por si aún hay alguien que venga por este diario, lo que escribí hace unos años para ti.


Mi camarada Arturo. 

15 de julio de 2020.


Mi camarada Arturo es, por si alguien no lo sabe, Arturo Robsy, que está en los luceros.

Recuerdo -creo que lo dije el año pasado- cómo nos conocimos -por desgracia, sólo epistolarmente-; cómo puso a disposición de Juntas Españolas y de EJE, nuestra publicación, los recursos que atesoraba en su BBS, cómo luego nos reencontramos al cabo de los años a través de otro camarada en esta Internet que nos acerca y separa de nuestros semejantes y cómo, en fin, fue maestro, amigo y, sobre todo, fundamentalmente, camarada.

Desde que se nos fue con los mejores quiero rendirle el mínimo homenaje del recuerdo escrito cada año. Y este, por si no lo conocieron ustedes, deseo decirles quien fue Arturo Robsy.

Arturo fue -eso se sobreentiende con lo que va dicho- falangista. Fue hombre de una cultura enorme y de una tremenda sabiduría -que son cosas que no siempre van de la mano-, sin envanecerse de ello, sembrando la semilla del conocimiento en cuantas mentes quisieron recibirla. A veces las mentes no eran tierra fértil, sino estéril roca de estereotipos y complejos, y entonces trataba de desasnar burros con el humor inteligente, la ironía fina como navaja de barbero o -si era menester- como navaja cabritera. Ciertamente, nunca le faltó trabajo, porque los cabritos abundan y él los venteaba a distancia.

Fue Arturo hombre de buen humor, como toda persona inteligente. Como aquellos paladines que retrata Rafael García Serrano, guardaba una seriedad absoluta para el rito propio, y una benevolente  actitud, casi la ternura de quien ve un cachorrillo dar sus primeros pasos, por los tópicos ajenos: esos que llenan la boca -y generalmente la cartera- de quien los promulga, pero luego practica algo diametralmente opuesto. Me imagino, por ejemplo, lo que hubiera escrito sobre don Pablo Iglesias y su casita serrana, y me desjarreto de risa; lo que hubiera dicho de don Pedro Sánchez y su gorrilla tendida en busca de compañeros de viaje, y se me alegran las pajarillas. 

No alcanzó a ver este esperpento, estas caricaturas de gobernantes, esta zahúrda de farsantes; pero si vio, y conoció, y definió, a sus antecesores, y sobre ellos escribió mucho y bien. Generoso como sólo puede serlo un señor, un hidalgo español, dejó su obra abierta a quien la quisiera leer, y quien quiera la puede encontrar en esta dirección:

https://www.textos.info/arturo-robsy

Me imagino, también, lo que hubiera comentado de esta España mortuoria y alegre sin consciencia; de esta España incapaz de contar los muertos, acaso más por incapacidad que por falseamiento; más por el desbarajuste como sistema de supervivencia política de los inútiles que por decisión voluntaria. Habría tronado con las mejores galas de una inteligencia superior, porque para Arturo -como para mi, como para todas las personas decentes- los muertos eran exigencia permanente y referencia fundamental, hayan caído por un virus ayudado por la ineptitud o por bala roja ayudada por los traidores.

Por eso, Arturo, somos muchos los que te tenemos como referencia de amistad y camaradería. Tu nos enseñaste con tu sabiduría y -lo que vale aún más- con tu ejemplo. Y te echamos mucho de menos, coño.


No hay comentarios:

Publicidad: