Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 20 de noviembre de 2023

SOBRE HOY.

Hoy, que es 20 de noviembre, 20-N, para lo que gusten mandar.

La fecha del 20-N hace años que me resulta triste. No por la muerte -ellos están ahí, en los luceros-, sino por el abandono. Desde la profanación del Valle de los Caídos, con policías y guardias serviles paseando armados por la Basílica sin que la autoridad eclesiástica dijera esta boca es mía, acaso porque la autoridad eclesiástica sólo tiene manos pedigüeñas y subvencionadas, el 20-N es triste. Es la derrota, aunque no el fin de la lucha.

Pero se me hace difícil escribir con esperanza. No tengo esperanza alguna en esta sociedad que se suicida alegremente. Si acaso, la de sobrevivir hasta ver el suicidio colectivo y poder decir, una vez más, que lo avisamos; y que bien está, al fin, que se suicide una sociedad sin valores y sin valor; una sociedad bovina, que bala alegre hacia el matadero. 

No tengo más esperanza que llegar a ver -y si Dios lo permite, tomar la parte que pueda- cómo se realiza el proyecto de esta sociedad progresista, que odia al que no se somete al amo, que aplaude muros que expulsan de la vida pública a la mitad de los españoles, y que está poniendo los cimientos de una segunda vuelta que espera ganar. Y que volverá a perder, porque estos cuatezones que, de cumplir sus propias leyes, estarían todos enchiquerados por ese curioso delito de odio -como si los sentimientos sin acción pudieran delinquir-, siguen siendo inferiores. Lo que es peor -para ellos-: siguen sintiéndose inferiores, y por eso odian a los que -en su subconsciente- reconocen como superiores.

Y entre ellos, los dos hombres cuya muerte -y sobre todo, vida- recordamos hoy.  

Y escribo sin esperanza y -a decir verdad- sin ganas; pero escribo porque no hacerlo hoy sería cobardía, y ya tengo demasiados años para callarme. 

Así es que aquí queda, para amigos y enemigos, mi recuerdo:

José Antonio Primo de Rivera, ¡Presente!

Francisco Franco, ¡Presente!

¡Arriba España!


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