Que es, evidentemente, la principal habilidad de don Pedro Sánchez.
Y no
lo digo por su gran afición a los viajes, de la que se hacen lenguas los
tertulianos y periodistas que se escoran hacia el lado contrario de la política
del sistema; lo digo porque -según El Mundo- La Presidencia del Gobierno ha
informado a través de un documento oficial de que el viaje en avión de las
Fuerzas Armadas que Pedro Sánchez realizó el pasado mes de julio a Castellón
para asistir al Festival Internacional de Benicássim (FIB) costó únicamente
282,92 euros.
Esta información fue solicitada a través de Ley de
Transparencia, porque don Pedro había decretado que su viaje era un secreto
oficial.
No me extraña. Conseguir vuelos tan baratos hay que guardarlo en
secreto, no sea que los demás se aprendan el truco y quieran aprovecharlo. Ya
pasó con el yate Azor. Si, ese pesquero reconvertido que usaba Francisco Franco
en sus vacaciones, nada que ver con los diversos "bribones" que le han sucedido
en el servicio a la Jefatura del Estado. El Azor fue descubierto por don Felipe
González, y cuando la opinión pública se hizo lenguas del asunto, alguien de su
entorno gubernamental respondió que dicho yate era propiedad de Patrimonio
Nacional, y por lo tanto de todos los españoles.
Hubo cierto funcionario
extremeño que se lo creyó -o, más bien, que quiso poner a prueba la explicación-
y pidió turno para disfrutar del Azor. La respuesta le llegó en forma de
sanción, creo recordar que en forma de traslado forzoso. Quizá porque -como
sentenciaran los cerdos de la granja orwelliana- todos somos iguales, pero unos
más iguales que otros.
Por lo tanto, es de lo más normal que don Pedro
Sánchez haya querido guardar en secreto el chollo de sus vuelos baratos hasta el
ridículo, aunque -reconozcámoslo- declararlo secreto oficial tal vez sea pasarse
un poco.
Aún así, y dado que la legislación vigente le ha obligado a
confesarlo, creo que don Pedro debería pensárselo, porque gastar sólo 283 euros
(por redondear) en un viaje de ida y vuelta a Castellón, en avión privado, es
algo que debería popularizarse con vistas a reducir la penosa factura energética
que padecemos.
¿Se imaginan qué maravilla? Venga, hombre, don Pedro:
¡Falcon para todos!
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