La que corresponde hacer, por la fecha, a los españoles de
buena voluntad. A los españoles que lo son, lo saben y lo ejercen. A los
españoles que trabajan y se ganan el pan dignamente; a los que el sistema
condena al paro y la desesperación; a los que sufren en silencio cuatrienal los
despropósitos de los mangantes con despacho y coche oficial; a los que soportan
con dignidad a todo tipo de ladrones, asesinos, violadores, y
gamberros.
La felicitación para los camaradas,
los hermanos en España, nuestra madre, y para todos aquellos que conservan el
santo orgullo de ser españoles, una de las pocas cosas serias que se pueden ser
en el mundo.
La felicitación
que corresponde hacer a cuantos, desde la exasperación, tienen lista la vela
para Sanseacabó y sólo esperan que alguien les diga dónde
encenderla.
Para los demás; para los
asesinos protegidos por el sistema; para los violadores liberados a los pocos
años del crimen; para los ladrones con más derechos que los robados; para los
sinvergüenzas que viven a costa de los demás; para los políticos de todo color,
pelaje y obediencia; para el sistema que engendra, cría, cuida y protege a la
peor canalla conocida en la Historia de la Humanidad, sólo cabe desear que
sufran lo mismo que ellos reparten.
Y para los
canallas que nos quieren llevar al pasado para ver si desenterrando un cadáver
consiguen ganar la guerra que sus ancestros perdieron por cobardes, mi desprecio
y mi maldición.
Que ya se que no es un deseo
muy navideño ni muy cristiano; pero uno piensa que Dios Nuestro Señor, principio
de todo, también ha de serlo del sentido del humor, y que no estaría mal que se
descubriese a otro ministro ladrón, a otro ministro prevaricador, a otro
ministro falsario de titulaciones académicas; que no estaría mal que Perico el
Desenterrador volviera a obtener un éxito en su carrera de derrotas, y cosechara
un nuevo resultado electoral que hiciera bueno el anterior; que no estaría mal
que la patrulla de la Guardia Civil que protege cierta casita serrana tuviera un
despiste, y a don Pablo Iglesios y doña Irena Montera le entraran okupas en el chalecito. En fin,
cositas así, sin acritú que decía don Felipe González.
O con acritud, ¡qué coño!, y que les pase lo que la mayoría de los
españoles les desea, aunque no se atrevan -por aquello de la libertad de
expresión- a decirlo en voz alta.
Feliz
Navidad, hermanos, camaradas, españoles. Y a los demás, que los
zurzan.
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