Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 24 de diciembre de 2018

SOBRE LA FELICITACIÓN NAVIDEÑA.


La que corresponde hacer, por la fecha, a los españoles de buena voluntad. A los españoles que lo son, lo saben y lo ejercen. A los españoles que trabajan y se ganan el pan dignamente; a los que el sistema condena al paro y la desesperación; a los que sufren en silencio cuatrienal los despropósitos de los mangantes con despacho y coche oficial; a los que soportan con dignidad a todo tipo de ladrones, asesinos, violadores, y gamberros.

La felicitación para los camaradas, los hermanos en España, nuestra madre, y para todos aquellos que conservan el santo orgullo de ser españoles, una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo.

La felicitación que corresponde hacer a cuantos, desde la exasperación, tienen lista la vela para Sanseacabó y sólo esperan que alguien les diga dónde encenderla.

Para los demás; para los asesinos protegidos por el sistema; para los violadores liberados a los pocos años del crimen; para los ladrones con más derechos que los robados; para los sinvergüenzas que viven a costa de los demás; para los políticos de todo color, pelaje y obediencia; para el sistema que engendra, cría, cuida y protege a la peor canalla conocida en la Historia de la Humanidad, sólo cabe desear que sufran lo mismo que ellos reparten.

Y para los canallas que nos quieren llevar al pasado para ver si desenterrando un cadáver consiguen ganar la guerra que sus ancestros perdieron por cobardes, mi desprecio y mi maldición. 

Que ya se que no es un deseo muy navideño ni muy cristiano; pero uno piensa que Dios Nuestro Señor, principio de todo, también ha de serlo del sentido del humor, y que no estaría mal que se descubriese a otro ministro ladrón, a otro ministro prevaricador, a otro ministro falsario de titulaciones académicas; que no estaría mal que Perico el Desenterrador volviera a obtener un éxito en su carrera de derrotas, y cosechara un nuevo resultado electoral que hiciera bueno el anterior; que no estaría mal que la patrulla de la Guardia Civil que protege cierta casita serrana tuviera un despiste, y a don Pablo Iglesios y doña Irena Montera le entraran okupas en el chalecito. En fin, cositas así, sin acritú que decía don Felipe González. 

O con acritud, ¡qué coño!, y que les pase lo que la mayoría de los españoles les desea, aunque no se atrevan -por aquello de la libertad de expresión- a decirlo en voz alta.

Feliz Navidad, hermanos, camaradas, españoles. Y a los demás, que los zurzan.



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