Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 4 de diciembre de 2018

SOBRE EL FASCISMO.


Que es, como ustedes ya saben, el último berrido de la moda pijoprogre, estalinista y soplagaitas.

El fascismo -para pijoprogres, estalinistas y soplagaitas-, es VOX. Para mi -que no soy fascista porque no soy italiano, sino nacionalsindicalista, pero para que los mamarrachos me entiendan- VOX no es sino el producto de la pataleta de unos cuantos señores que se quedaron sin sillón en el PP, o sin el sillón que querían. VOX es un mal remedo de lo que ahora se llama en Europa una derecha nacional, por contraposición a las derechas del tipo pepero -tibias, acomodaticias, corruptas, sin fe ni principios- que son las que nos han llevado a donde estamos.

Cuando en Francia, en Alemania, en Italia, en tantos otros países del entorno europeo, una derecha nacional gana votos y apoyos -en Francia, incluso para disputar la presidencia; en Italia, hasta llegar al Gobierno aunque sea en alianza por demás extraña- los politicastros del sistema gimen y gruñen y gritan porque "viene el fascismo".

Lo que viene es la iluminación en el camino de Damasco de todos los ciudadanos con derecho a voto que empiezan a abominar de politicuchos corruptos, mentirosos, sinvergüenzas; de politicastros sometidos al buenismo de los gilipollas; de cabestros convertidos en creadores de opinión, en vez de en representantes de quienes les eligen.

Porque la democracia liberal se supone que funciona de forma que el ciudadano elige a quien representa sus propias ideas. Al que presenta un programa acorde con sus deseos. Al que realiza propuestas que cada uno de sus votantes estima oportunas y necesarias.

La democracia liberal no consiste en votar a un partido -haga lo que haga, diga lo que diga, mienta lo que mienta-, para darle derecho de pernada sobre los ciudadanos.

Pero así es como se entiende la democracia en España y -me temo- en el resto del mundo supuestamente civilizado: te voto y haz lo que quieras; te voto, y roba lo que puedas; te voto, y no cumplas nada de lo dicho; te voto, y no levantaré la voz por más tropelías que cometas. Porque si me quejo de que no cumples, de que robas, de que mientes; de que eres un inepto, un inútil, un tonto, enseguida me amenazas con que viene el fascismo.

Y cuando el ciudadano, en su teórica libertad de elección, vota a quien no parece estar sometido a la corrupción -económica y, lo que es peor, ideológica- del sistema, entonces parece que su voto no vale. Qu su voto es malo. Que su voto no concuerda con el sistema de libre elección. Los dispensadores de patentes de demócrata levantan el grito, el gruñido o el berrido, porque ese voto es fascista.

Y hay gente que se acoquina temiendo que si elige en libertad le llamen fascista. Casi nada: fascista. Que te llamen fascista en este sistema de voluntades compradas, de pijoprogresía, de perversión conceptual donde partidos de ideología socialdemócrata como Ciudadanos o el propio PP son llamados de ultraderecha por los estalinistas y chavistas, es casi peor que ser llamado hideputa. 

Y así, resulta que VOX -un partido más o menos de derecha nacional que tiene aún que demostrarlo todo- es el fascismo; que quienes hayan votado a VOX son fascistas, intolerantes, racistas, xenófobos y, por supuesto, machistas. Esto último, dicho por la señora Díaz, la del mismo partido que se ha gastado los cuartos de los parados en casas de lenocinio; la del partido que tiene de Ministra a una señora que le reía las gracias a un fulano que tenía burdeles para sonsacar información a los clientes del prostíbulo.

En su soberbia, no se dan cuenta de que si la gente vota a un partido como VOX, que no tenía hasta hace un par de días ninguna representación parlamentaria, es porque propone lo que los demás les niegan. Porque promete cambiar las cosas que a esos cientos de miles de personas les molestan. Porque confían en que no caiga en las corruptelas, falsedades, iniquidades y patologías simplistas de los demás; de los que hasta ayer les han fallado. De los que hasta ayer les han defraudado, les han mentido, les han desanimado y pisoteado.

Y -en su soberbia- no se les ocurre hacer propósito de enmienda; no se les ocurre reconocer que han fallado, que se han apartado de la realidad y han vivido en sus mundos imaginarios, en sus globos hinchados de prepotencia. No se les ocurre rectificar. Lo único que se les ocurre, es que hay que reconducir el voto hacia sus rediles porque salirse de las mismas zahúrdas de siempre es fascismo.

Y llega Perico el Desenterrador defendiendo a la democracia, porque cualquier cosa que no sea mandar él y los suyos -aunque la que se quede compuesta y sin silla sea su enemiga Susana-, es antidemocrático y fascista. Porque aquí, sólo puede mandar la izquierda, la ultraizquierda el separatismo y el terrorismo.

Y llega, además, el estalinismo más rancio, el bolchevismo de algarada y chalecito en la sierra; el comunismo decimonónico y espeso en la voz del lacayo de la teocracia iraní y el chavismo genocida, y llama contra el fascismo a sus huestes: a los okupas, a los perroflautas, a los -doña Dolores Delgado dixit- maricones; a los voceras y a los bocazas, a los papanatas y a los gilipollas.

De verdad, señoras, señores, ¿no empiezan a pensar ustedes que la única forma de salir de la mierda es ser fascista?




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