Ya tuvimos un nietísimo socialista en Rodríguez Zapatero
-aunque renunciase al apellido de su abuelo rojo y fusilado por traidor- y
ahora tenemos a otro nietísimo pepero en don Pablo Casado. Tenemos también un
hijísimo en don Pablo Iglesias, y no se si saldrá algún otro que pueda llevarse
un familiar a las terribles represalias de la Oprobiosa.
El abuelísimo de Rodríguez fue el capitán Rodríguez Lozano,
fusilado -como queda dicho- por traidor, cosa que en cualquier guerra y el
cualquier Ejército suele acabar así. El padrísimo de Iglesias pasó por la
cárcel en razón de su colaboración con organizaciones terroristas. El
abuelísimo de Casado -Hermán Blanco- fue un médico ugetista que se opuso a la
sublevación militar con las armas en la mano -luego diría que él fue como
médico, pero que le dieron un fusil y lo cogió-, que fue encarcelado y que, tras
la guerra, fue puesto en libertad con informes favorables del servicio de
investigación falangista, y siguió ejerciendo su profesión con absoluta
normalidad, según informa el artículo de Francisco Torres en El correo de Madrid.
Y esta represalia -la de haber tenido abuelo encarcelado por
el enemigo contra el que había hecho armas- es la razón por la que don Pablo
Casado -¡joder, qué lío de Pedros y Pablos, que esto parece ya Los
Picapiedra!- afirma que sinceramente, no seré quien defienda ese
edificio ni quien está enterrado allí, porque soy nieto de un represaliado por
el régimen franquista, pero dicho eso yo no gastaría ni un Euro en
desenterrarlo y volverlo a enterrar. Ello, en referencia a la Basílica de
la Santa Cruz del Valle de los Caídos y al cadáver del Excelentísimo Señor Don
Francisco Franco Bahamonde, Capitán General de los Ejércitos.
Esto, que en la forma difiere de lo que expele el otro Pablo
-Iglesias- pero en el fondo -esto es, el resultado final- es exactamente lo
mismo, es lo que piensa el nuevo mandamás del PP -ese licenciado con carrera
académica cuando menos extraña-, que topiquea y estereotipa como cualquier otro
necio de la amplia panoplia de la estulticia nacional. Lo cual, evidentemente,
será profundamente olvidado por los votantes en las próxima cuchipanda electoral;
esos votantes que después de meter la papeleta se rasgarán las vestiduras ante
los actos de su elegido. Y que deben haberse rasgado tantas vestiduras que
-salvo ser accionistas de una cadena de ropa- no tendrán ya ni un cacho de
pellejo sin rasgar.
Porque don Pablo Casado es otro guerracivilista; otro que,
aunque él no se va a gastar un euro, no tiene inconveniente en que los otros
guerracivilistas sigan en su empeño de ganar una guerra que sus abuelos
perdieron hace casi ochenta años.
Es el triste sino de los progres, los memócratas, los que
viven sin ideas pero con antipatías, los vividores que no han trabajado jamás
salvo en el partido político que les nutre o la Universidad que les enchufa. Es
el triste sino de los cobardes que votan tapándose la nariz y los ojos; de los
traidores que vociferan una cosa y votan otra.
Es el triste sino de los que -por imbéciles- lo mismo se
acaban encontrando con que se les concede lo que desean.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario