Me llega al móvil una imagen donde se ve a doña
Anna Gabriel, esa modélica portavoz de la CUP, rodeada de -se supone- algunas compañeras, o amigas o -dispense doña Anna, pero son cosas del idioma- correligionarias.
Anna Gabriel, esa modélica portavoz de la CUP, rodeada de -se supone- algunas compañeras, o amigas o -dispense doña Anna, pero son cosas del idioma- correligionarias.
La imagen procede de un tuit donde va incluido el comentario, del cual -conste, señor fiscal- no me hago responsable.
Sin embargo, esta imagen y este comentario me han traído a la mente el modelo del típico revolucionario decimonónico, generalmente seres llenos de taras físicas y morales, contrahechos, habitualmente tísicos, que querían reventar el mundo porque no se soportaban a sí mismos.
Cosas de la memoria.
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