Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 1 de julio de 2017

SOBRE LOS ORGULLOSOS.

Según ya ustedes probablemente sepan, en Madrid se está perpetrando eso del orgullo de los que presumen de hacer las cosas al revés. Con muchísimo respeto a la diversidad, la libertad de elección, lo políticamente correcto, y todo lo que los señores fiscales quieran; pero al revés. En resumen: lo de los gays, y toda su compañía.

Señoras, señores y señoros que, dado que piden respeto -y me parece muy bien- deberían empezar por respetar, lo que me parecería mejor.

No voy a decir que los que no somos de su parecer no vamos por ahí presumiendo de lo que somos, y menos aún contraponiéndolo belicosamente a lo que sean los demás; que no nos disfrazamos para ofender a los demás, y que -salvo conductas aberrantes, que de todo hay- no vamos con las lorzas al viento, ofendiendo al buen gusto ni a nuestra propia dignidad.

No voy a decir nada de eso, tan repetido en varias ocasiones aquí mismo. En cambio, voy a hacer unas cuentas facilitas. 

En el año 2015 se celebraron -vaya, ustedes perdonen, es una forma de hablar- elecciones municipales y autonómicas en Madrid. Me refiero a esta ciudad porque es donde los que gobiernan ayuntamiento y autonomía acogen con los brazos abiertos, no solo a las personas que se consideran diferentes, sino los actos, desfiles, conciertos y cuchipandas varias, con los resultados que luego se verán. Y, por de pronto, con el permiso de la señora Carmena para hacer todo el ruido que se les antoje, porque los que todo lo centran en los órganos genitales pueden, por lo visto, destrozar los tímpanos de los demás. 

Pero pasemos al recuento que anticipaba:

En las elecciones municipales de 2015 hubo 1.642.898 votantes, lo que supone un 68,85% del censo. 

En las elecciones autonómicas de ese mismo año, votaron 3.205.931 personas, lo que equivale a un 65,69% de los posibles votantes.

Haciendo una media de los porcentajes y redondeando hacia arriba -no me vayan a decir que les quito representación- los actuales equipos de mangoneo en municipio y autonomía sale por un 67,5% de los residentes con derecho a voto.

En las elecciones generales del año pasado, votó el 69,84% de los llamados a las urnas. Repitiendo la media, la cosa queda en un 68,7% que -a nivel municipal y autonómico de Madrid, y a nivel nacional- ha elegido lo que hay.

Y lo que han elegido, señoras, señores, señoros, es esto:







Es decir: casi un 70% de los votantes han elegido que en las calles de Madrid, a media tarde, se paseen señores, señoras y señoros en paños menores, porque eso es muy democrático, muy tolerante, muy moderno y muy culto.

Y ello, con independencia de a qué partido dieran su voto, porque en esta carnavalada -vea los disfraces, señor fiscal- participan y colaboran todos los partidos con representación. 

O sea, señores que votaron en 2015 y 2016: esto que aquí ven, son ustedes, y no se quejen.


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