Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 27 de abril de 2017

SOBRE EL CANTANTIN FRACASADO.


El fracasado es el cantante -o lo que sea- Lluis Llach -nombre cacofónico donde los haya-, que tras luchar bravamente contra el franquismo se ha quedado ahora para censor, no ya de las obras o costumbres, sino de las ideas.

Este exitosísimo donnadie fue uno de tantos eximios artistas que se quejaban de que la censura del franquismo le impedía mostrar su enorme talento. Llego luego la libertad de expresión para los que piensen como el que manda en esta mierdocracia, y los eximios artistas pudieron dar lo mejor de sí. Entonces se demostró que lo mejor que podían dar de sí era una mierda -sin un mal palo que la pinchase- y pasaron al olvido de todos, salvo de los cenutrios de su mismo entender y proceder, que los siguieron usando de banderilla. 

Y ahora, llega don Lluis y se encarna en lo que todos ellos, en el fondo, pretendían: ser la voz única del montón de pardillos y analfabetos que no tienen suficiente cerebro para escuchar una voz distinta de la de su pastor. Se encarna, pues, en el dictador que todos ellos querían ser desde siempre; en el censor que hurga en las conciencias, más allá de cualquier otra censura conocida. La quintaesencia de la censura, porque quiere hozar, no ya en los hechos, no ya en las ideas expresadas, sino en las creencias.

Y en función de ello, llega don Lluis y advierte: el día que haya la ley de transitoriedad jurídica, el que no crea en ella, será sancionado. 

Otras muchas amenazas lleva vertidas el fracasado cantante para público de esnob y culturetas: que el que no responda a la legalidad catalana podrá ser sancionado por el Estado catalán (...) se lo tendrán que pensar muy bien. No digo que sea fácil, al revés, muchos de ellos sufrirán (...) en cualquier caso, los funcionarios deberán preguntarse "y si no obedezco esta ley catalana, ostras, ¿qué pasará?".

Todas estas perlas las pueden encontrar en El País, no crean que son un invento mío. Y lo fundamental que me interesa resaltar, es que don Lluis Llach encuentra lógico, normal, perfecto, democrático y políticamente correcto que quien no cumple las leyes pague por ello.

Por tanto, me alegro profundamente de que, al final de su vida útil de tonto fracasado, don Lluis haya comprendido -puesto que amenaza con ponerlo en práctica-, que el que vulnera la ley debe pagar. 

En este sentido, no sólo le da la razón a las actuaciones del Tribunal Supremo contra sus amados lideres aldeanos, sino que abre el camino a las medidas a que haya lugar, si persisten en su proyecto de golpe de Estado.

También -y aunque sea demasiado tarde para que le sirva de atenuante- es bueno que reconozca que el régimen franquista tuvo toda la razón del mundo para aplicarle los leves correctivos por los que tan perjudicado se siente. No lo digo yo; es don Lluis quien lo afirma: en cualquier caso (...) deberán preguntarse "y si no obedezco esta ley (...), ostras, ¿qué pasará?.


¿Por qué no se pregunta, don Lluis, qué pasará con usted y sus amigos ombligomundistas y catetos, si persisten en su delito de secesión y el Estado toma las medidas pertinentes, cosa que no tiene más remedio que hacer, pues lo contrario sería un delito de prevaricación y un autogolpe de Estado?. Medidas que no se tratan de las que a usted y a los suyos les gustarían; esas de los tanques que con tanto ahínco reclaman, y que -como es habitual con gentes de su calaña- afectarían a los que son ligeramente más tontos, y mucho más útiles que usted. Medidas que ya tuve el gusto de explicar hace unos días, y que pasan por la simple aplicación de la Ley vigente.



Tal vez sea, incluso, capaz de entender que si no se hubiera dedicado en su juventud a delinquir, nunca habría alcanzado la breve notoriedad que llegó a tener entre los aldeanos que -según la wikipedia- llenaban los locales donde actuaba con dos, tres, cinco mil personas y, en homérica ocasión, hasta treinta mil. 

Un exitazo; nada comparable con los cantantes nada comprometidos, nada antifranquistas, nada luchadores, que sólo llenaban estadios.

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