Que en este día es, evidentemente, la tradición de las inocentadas.
Saben
mis habituales que en esta fecha tengo por costumbre recordar titulares de
prensa que nos recuerden que nuestros amados políticos viven en un continuo día
28 de diciembre. Acaso sin siquiera darse cuenta, porque viven en su mundo, que
nada tiene que ver con el nuestro.
José Antonio lo describió muy bien
(1):
Creen (...) que el mundo es ese mundo que se ve con la linterna
mágica del Parlamento. Encerrados en el Parlamento se creen en posesión de los
hilos de España. Pero fuera hierve una España que ha despreciado el juguete. La
España de los trágicos destinos, la que, por vocación de águila imperial, no
sirve para cotorra amaestrada de Parlamento.
Salvando la distancia
de 83 años, que ha convertido a la España de los trágicos destinos en una
España de zafios destinos, y que ya no sabe ni qué coño es un águila imperial y
sólo entiende de gallinas, la cosa es así. España se desentiende cada vez más de
la política y -con vocación, en este caso, de avestruz- no se para a pensar que
la política no se desentiende de ellos.
Porque nuestros políticos -tan
memócratas-, nuestros giliprogres, nuestros papanatas aldeanos, nuestros rojos
cavernícolas, nuestros trogloditas antifranquistas -que siguen viviendo
cojonudamente contra Franco- nuestros bastardos regionales, nuestros
bolcheviques de salón de actos de Instituto, nuestras cortesanas con complejo de
modelo de lencería y una tajada tan soberana como para no distinguir una capilla
de un burdel; toda esta fauna obtusa y roma -a veces municipal y siempre espesa-
que nos ha caído encima desde hace décadas, no deja de pensar que el mundo es
esa mierda de hemicirco donde hozan como gorrinos. Así es que, ¿para qué poner
ejemplos de las permanentes inocentadas a que nos someten?
Para qué
hablar del tancredo Mariano. Del señorito Sánchez, profuso perdedor, empeñado en
hundir al PSOE cada día un poquito más y en defender su ruinosa dirección,
navaja cabritera en mano, ante sus propios compinches; cosa que a mí no me
molesta -antes bien, me regocija- pero que marca el estilo de la
época.
Para qué hablar del señorito Iglesias, matón tabernario
de patio de instituto que defenestra a quien -dentro de su recua- no le ríe las
gracietas, y que se permite amonestar a diestra y siniestra -más a diestra,
evidentemente- mientras exculpa a sus propios especuladores inmobiliarios,
contratadores irregulares, becarios prevaricadores y exhibicionistas
municipales.
De los separatistas catalanes, que se emperran en hablar
de tanques porque saben que no hay gónadas para tomarles la palabra, ya que
insisten. De los socialistas -con o sin graduación- que se escandalizan por la
corrupción del PP y ni siquiera leen los titulares donde se anuncia el
procesamiento de dos de sus expresidentes regionales.
En fin, para qué
hablar de nada de esta actualidad esperpéntica, esquizofrénica y grosera en un
día como hoy, si lo mismo viene ocurriendo en otra fecha cualquiera a lo largo
del año, de los lustros y de las décadas.
(1) La victoria sin
alas. FE., núm. 1, 7 de diciembre de 1933. Tachado entonces por la censura.
Reproducido en Arriba, núm. 23, 12 de diciembre de 1935.
2 comentarios:
Feliz Año Amigo !!! cuando puedas ,pásame tu correo valido, porque te he escrito y supongo equivoqué el destino.
Gran abrazo
criollo y andaluz
¡Feliz Año, Marcos!
Ya te he enviado un correo con una dirección válida, pero en todo caso, en este mismo blog tienes una dirección de contacto, justo debajo del Cristo de la Buena Muerte.
Un fuerte abrazo.
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